carácter y destino

la terapia de la gestalt


“Un sirviente fue enviado por su amo a comprar provisiones en el mercado de Bagdad. Volvió de allí en un estado de gran agitación. Alguien de la multitud lo había empujado y al volverse vio que era la Muerte y que tenía un gesto amenazador. El sirviente rogó al amo que le diera un caballo para huir a Samarra y evitar su destino. El amo se lo dio, y el sirviente partió al galope. Luego el amo fue al mercado y también se encontró con la Muerte. Se acercó a ella y le preguntó por qué había amenazado a su sirviente. –“No lo hice-dijo la Muerte-. Levanté el brazo en un gesto de sorpresa al verlo aquí en Bagdad, pues tengo cita con él esta noche en Samarra”.”

Este relato de John O’Hara nos muestra como a veces por mucho que intentemos evitar un destino lo único que conseguimos es crear las condiciones favorables para que éste se acabe cumpliendo. Sería discutible si el destino de cada uno se encuentra escrito en alguna parte o no, algunos pensadores como Karl Marx o Spinoza defienden el papel del libre albedrío, mientras que otras culturas como la griega argumentan que el destino de cada persona estaría regulado por tres divinidades denominadas Moiras (imagen superior), que controlan el destino de cada persona; la primera hila, la segunda enrolla y la tercera corta el hilo de la vida.

Yo personalmente prefiero referirme al hecho de que las actitudes propias de nuestro carácter incitan a un proceder determinado que nos llevan a actuar de una forma u otra según la circunstancia. Pongamos un ejemplo de la vida cotidiana; aquella mujer que siempre se queja de que no consigue una pareja estable. Sin embargo cuando aparece un posible candidato siempre le encuentra algún defecto que frustra cualquier posible relación. De esta forma la actitud adoptada le lleva a vivir el futuro que ella más teme, la soledad. Otro ejemplo podría ser el de aquel hombre que por miedo al rechazo no se abre a los demás, se aísla de la gente y de esta forma refuerza su sentimiento de ser rechazado por los demás.

En ambos casos vemos como lo más temido es finalmente lo vivido por el individuo, como una auto profecía que se acaba cumpliendo. Ante estas situaciones quizás la pregunta a hacernos es por qué nos boicoteamos de esta forma a nosotros mismos impidiendo satisfacer nuestras necesidades. La respuesta no es única, pues depende de la historia personal de cada uno, por tanto de las experiencias y vivencias adquiridas en el entorno en el que ha vivido dicha persona. Sin embargo yo creo que todas tienen un factor que suele ser común que es el miedo a vivir por nosotros mismos y a mostrarnos tal y como somos. La mayoría de nosotros actuamos según un papel, una máscara, pues tememos que nuestra forma de ser no sea aprobada al ser vista como inaceptable o inadecuada por el resto de personas. Seguramente si indagamos en la historia personal de la mujer que nunca encuentra pareja nos encontraremos con una niña a la que en su entorno familiar se le decían frases del tipo; “ningún hombre te va a querer” o bien “si te muestras así nunca encontrarás un hombre” y tantas otras que alimentarían su sentimiento de inseguridad a mostrarse tal y como es. Como niña sus opciones eran pocas; o bien acataba los mandatos parentales, para así ser aceptada y querida, o bien no los aceptaba bajo la posible amenaza de perder el amor y cariño de sus padres.


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De esta forma la persona crece más pendiente de mostrarse como los otros esperan, esforzándose por cumplir todas estas expectativas, que de dejarse la libertad de ser. Con los años la máscara pasa a formar parte de uno mismo mientras que la espontaneidad y la autenticidad de ser van quedando en un segundo plano. Cuando estamos más pendientes de cumplir con el papel y de ser aceptados por el mundo que de dejarnos ser caemos en la trampa de estar rechazándonos a nosotros mismos.
En el momento en que nos damos la libertad de parar y escucharnos podemos ser capaces de ir rascando esta capa superficial, que es la máscara, para llegar a nuestra autenticidad. No es un acto espontáneo ni una iluminación, pues suele requerir un trabajo personal que lleva su tiempo. La terapia es un proceso que facilita este camino, como una muleta que ayuda en los primeros pasos para que poco a poco la persona gane en auto confianza y se aventure a ir viviendo su propia vida.

Leslie Beebe
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