El ego, ángel o demonio?
“Recortas
y moldeas tu pelo pero casi siempre olvidas recortar y moldear tu ego” AlbertEinstein
Existen corrientes de
pensamiento espiritual, “new age”
como algunos las denominan, que afirman que si queremos crecer como personas y
elevar nuestro nivel de conciencia es necesario liberarnos de nuestro ego. Por
tanto el ego es visto como una parte de nosotros que de alguna forma debemos
suprimir si queremos contactar con nuestra esencia. Este es un discurso atractivo
y recurrente para muchos libros de auto ayuda, aunque en mi opinión se encuentre
muy alejado de la realidad que comporta un proceso de crecimiento personal.
El “ego”, palabra que
proviene del latín y significa “Yo”, podría ser definido como la carta de
presentación de nuestra persona ante el mundo, la cual viene condicionada según
la circunstancia en la que nos encontremos. El ego no deja de ser un reflejo de
la opinión que los otros tienen de nosotros, no es por tanto nuestro verdadero
ser. El ego vendría condicionado por el entorno en el que hemos crecido y nos
hemos educado, funcionando a partir de una serie de estrategias que la persona
adopta para sobrevivir emocionalmente en el mundo que le rodea. Sin el ego no
nos hubiese sido posible organizar nuestra personalidad de forma que pudiésemos
integrarnos en el mundo, ser parte de él, interactuar con el entorno y
desenvolvernos con soltura. El ego que aparece primero es el relacionado con el
entorno materno y paterno, con aquella imagen que los padres piensan que debe
ser su hijo y que proyectan en él. El niño introyecta esta forma de ser bajo la
amenaza subyacente que si no se comporta y actúa según la imagen de buen hijo,
sus padres no le van a querer. Cuando el niño crece y sale al mundo aparecen
nuevas formas de “deber ser” pues las opiniones de otras figuras; como
profesores, tutores y amigos, van sumándose a la imagen reflejada de como uno
debe mostrarse y comportarse en las relaciones humanas.
Cuando la persona llega
a la edad adulta, y si no se produce una toma de conciencia de las propias
máscaras, ni de responsabilización de la propia vida, entonces se corre el
peligro que el ego haya pasado de ser una estrategia a una creencia. Es decir
que el ego controle a la persona de tal forma que éste ya no sabe quién es él
realmente. Estrategias que la persona ha utilizado a su favor en la infancia y
que han tenido buen resultado, por ejemplo posicionarse en un rol de víctima
para atraer la atención de la madre, tienen un efecto contrario o nulo si
quieren ser utilizadas en la edad adulta. El conflicto en el adulto surge
cuando se resiste a abandonar estas estrategias y es en este momento cuando se
vuelven tóxicas, emocionalmente hablando. No obstante lo habitual es que el
adulto no se replantee estas estrategias y se resista al cambio bajo el mensaje
“es que yo soy así”. El motivo es que a la persona le es más fácil quedarse en
el no saber, pues el querer saber más sobre si mismo supondría tener que
contactar con aquellas partes de su ser que no le gustan, y que obviamente
no quiere mostrar al resto del mundo. Asimismo este replanteamiento también le
supondría tener que contactar con su humildad, con el hecho de poner en duda
todas aquellas creencias que hasta ahora
habían sustentado su vida.
Si te gustaría empezar un proceso de autoconocimiento, te puedo ayudar. LLámame o WhatsApp al 645 368 714 o bien escribe a lesbcn13@gmail.com
Respecto a este tema
Jung afirmaba: “No es posible despertar la conciencia sin dolor. La gente es capaz de
hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su
propia alma”.
Estos aspectos más desagradables de la personalidad de uno mismo Jung los denominó como sombra. La sombra comprende aquellas formas de ser que la persona teme mostrar al mundo por miedo a que el auto concepto que uno tiene de sí mismo se rompa, comprende nuestros miedos, frustraciones, fragilidades, complejos, etc…
Como advertía el propio
Jung a mediados de la vida se suele producir una crisis de un fuerte carácter
existencial, con preguntas del tipo; “¿Cúal
es el sentido de mi vida?”, “¿Hacía donde quiero ir?”, “¿Realmente estoy
viviendo mi vida o la de otros?”. Estas preguntas aparecen no por
casualidad, sino que son un indicio de que a un nivel inconsciente la esencia
personal está empujando por salir y de esta forma romper con la identificación
del individuo con sus máscaras. Empieza así un proceso de crecimiento personal
que no trata tanto de una ascensión espiritual a un nivel superior, como
algunas teorías defienden, sino de transitar por todas aquellas zonas oscuras
de nuestro ser que hasta ahora estaban ocultas. Solo conociendo la sombra y
trascendiéndola es posible vislumbrar la esencia. Lo real en nosotros no puede
ser conocido directamente, únicamente conociendo primero aquello que es falso
uno puede conocer la verdad que guarda en su interior.
Es por este motivo que
en mi opinión el ego no debería ser considerado como algo a eliminar de nuestra
persona, sino que debería concebirse como una estrategia que nos ha permitido
relacionarnos y vivir en sociedad, como un paso previo a un conocimiento de
nosotros más profundo y auténtico a la vez. El trabajo de crecimiento personal comporta por tanto dos direcciones, una ascendente hacía lo espiritual, pero
también una de descendente hacía lo material y mundano; como mayor sea el
trabajo de base, el reconocimiento y desidentificación con nuestras máscaras,
mayor será el acercamiento a nuestro espíritu. Jung definía muy acertadamente
este proceso en esta frase: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando
sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”.
Es en este camino de
auto conocimiento que la terapia juega un papel fundamental, siendo una
herramienta de gran apoyo en el propio proceso de crecimiento personal.
Leslie Beebe
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