Mens sana in corpore sano; estrés y hormonas




La cita “Mens sana in corpore sano” tiene su origen en la Grecia clásica, de hecho su sentido original era la necesidad de orar para disponer de un espíritu equilibrado. Actualmente la utilizamos como una expresión relativa a la necesidad del equilibrio entre cuerpo y mente, para así llevar una vida saludable. Si partimos de una visión holística del individuo, nuestro bienestar se encontraría condicionado por hallar un equilibrio entre nuestros tres centros; el centro mental, el emocional y el instintivo. Quizás la pregunta fundamental a hacernos sería como alcanzar este equilibrio, dentro de la realidad demandante en la que vivimos.

Nuestra rutina diaria nos impone un ritmo de vida acelerado y exigente. Todo debe ser hecho al instante, sin demora. Las múltiples obligaciones, las prisas, la conexión permanente que nos ha traído las nuevas tecnologías… todo ello afecta a cómo vivimos y cómo nos sentimos. Si nos dejamos llevar por este ritmo caótico, y hacemos de ello una forma de vida, podemos encontrarnos viviendo en una realidad dominada por el estrés.

Pero ¿qué es el estrés?, pese a que se lo juzga como algo negativo o perjudicial, el estrés es una reacción normal del organismo ante una situación de alerta, y por tanto indispensable para la supervivencia. En su momento y dosis justa, es el mecanismo que nos permite lidiar con aquellas situaciones que son susceptibles de poner en peligro nuestra integridad física. Por ejemplo si un león entrase en la habitación en la que nos encontramos, el estrés seria el mecanismo que nos permitiría activar la energía necesaria en nuestro cuerpo para huir e intentar salvar la vida. No obstante cuando la percepción de peligro no se desactiva y se prolonga en el tiempo, es cuando el estrés puede pasar de ser un mecanismo de supervivencia, a ser un obstáculo para nuestro bienestar personal.

La amígdala, una estructura del cerebro que procesa y se encarga de almacenar nuestras reacciones emocionales, es la responsable de lidiar con las situaciones que percibimos como peligrosas. A nivel físico, como respuesta al estrés generado por estas situaciones, las glándulas suprarrenales descargan una dosis de hormonas, principalmente cortisol y adrenalina. El objetivo es que el organismo disponga de toda la energía posible para hacer frente al peligro que le amenaza. Esta descarga tiene las siguientes repercusiones en el cuerpo; un aumento del azúcar en sangre, una aceleración del corazón, la inyección de una gran cantidad de oxígeno en los músculos, todo ello producido en breves instantes. 

Cuando la situación de estrés es puntual, y una vez superada la situación de amenaza, los niveles hormonales y los procesos biológicos vuelven a su ritmo de funcionamiento habitual. No obstante, debido a nuestro ritmo acelerado de vida y a la presión diaria a la que nos vemos sometidos, el cuerpo empieza a percibir que las situaciones de amenazan se generalizan y perduran en el tiempo.



Al cuerpo no le da tiempo de recuperarse de una situación de alerta, cuando ya surge otra de emergente que demanda una nueva movilización energética para hacerle frente. Ante esta situación el cuerpo sufre un gran desgaste energético y entra en una situación de desequilibrio metabólico. 

Cuando los niveles elevados de cortisol y adrenalina generados por situaciones de estrés perduran en el tiempo, pueden favorecer la aparición de trastornos y enfermedades en nuestro organismo. Aquí os menciono algunos de ellos: disminución de la respuesta inmunológica, por lo que somos más vulnerables a coger infecciones o enfermedades, hipertensión, trastornos digestivos, contracturas musculares, cansancio generalizado, perturbación del sueño, aumento de peso… A largo plazo estos trastornos pueden derivar en enfermedades más graves como la diabetes, enfermedades coronarias, aparición de alergias, incluso algunos estudios han relacionado los niveles altos de cortisol y adrenalina, mantenidos en el tiempo, como un factor de riesgo que contribuye al desarrollo de enfermedades cancerígenas.

Ante esta situación surge la duda de cómo evitar vivir con este estrés permanente, y en consecuencia, reducir los niveles de cortisol y adrenalina. Pues como dice el dicho el cuerpo es sabio, por lo que es el propio cuerpo el que genera un inhibidor de la segregación de cortisol denominado como oxitocina

La oxitocina (también llamada popularmente como la hormona del amor) es una hormona que se libera en grandes cantidades durante el parto. La oxitocina facilita la contracción uterina durante el parto, para así facilitar la salida del bebé. Posteriormente al parto y al empezar la lactancia es una hormona que se genera como respuesta a la estimulación del pezón por la succión del bebé, por lo que facilita la lactancia y fortalece la vinculación madre-hijo en estas primeras etapas de la vida del bebé. Según diversos estudios, la oxitocina también juega un papel importante como neurotransmisor, es decir facilita la comunicación neuronal y tiene efectos beneficiosos en nuestro sistema nervioso central, favoreciendo comportamientos relacionados con la confianza, el altruismo, la generosidad, la formación de vínculos, la empatía e incluso la fidelidad.

Después de conocer los beneficios de la oxitocina, sería interesante preguntarnos cómo aumentar la liberación de esta hormona en el cuerpo. Aquí os dejo un listado de situaciones susceptibles que nuestro organismo produzca mayores niveles de oxitocina, inhibiendo de esta forma la generación de cortisol.

En todas las relaciones humanas, por lo que sería beneficioso quedar con gente, charlar, realizar actividades lúdicas con amigos…

Mantener relaciones sexuales. Se ha comprobado que durante el orgasmo los niveles de oxitocina se incrementan considerablemente.

Las muestras de afecto y contacto físico; abrazarse, besarse, una sesión de masaje, todas ellas favorecen la producción de esta hormona.

El contacto con una mascota. La sensación placentera que se produce al acariciar a una mascota favorece la subida de los niveles de oxitocina. Se ha comprobado que las personas que viven con animales domésticos en casa tienen más hormonas de este tipo.

El ejercicio físico y la práctica de la relajación. El yoga, la meditación, el ejercicio físico en general (siempre este último realizado según las posibilidades de cada uno), contribuyen a crear una sensación de bienestar, la cual va asociada a una mayor producción de oxitocina.


Es importante estar atentos y no dejarnos llevar por el ritmo frenético, derivado de nuestra rutina diaria. Es normal pasar por momentos de tensión y estrés en nuestra vida, pero también es aconsejable ser capaz de desconectar de ellos y volver a un estado de relajación. Es aconsejable adoptar una actitud de oposición si sentimos que nuestro estado de estrés se mantiene en el tiempo y por tanto nos cuesta desconectar. Debemos evitar no dejarnos llevar por la presión, que seamos nosotros quienes conduzcamos nuestra vida, y no el estrés

Por este motivo es importante expresar nuestra rebeldía ante estas situaciones de tensión, una forma es reservando momentos durante el día para disfrutar de aquello que nos gusta. No es necesario que sea mucho tiempo, lo importante es sentir que esos momentos son nuestros y que los dedicamos a aquello que queremos hacer, y no lo que debemos hacer. Es recomendable dar espacio en nuestra rutina diaria a actividades lúdicas y placenteras, que nos ayuden a desconectar de las obligaciones y debeísmos de nuestra vida, y de paso aumentar así nuestros niveles de oxitocina, con el beneficio que esto puede aportar a nuestro bienestar.

Si sientes que te cuesta desconectar de tus obligaciones y del estrés derivado de ellas, la terapia puede ser una solución para recuperar tu equilibrio.

Leslie Beebe





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