El proceso de duelo
Cuando escuchamos la
palabra duelo, a la mayoría de nosotros nos viene a la mente el fallecimiento
de un ser querido. Sin embargo la palabra duelo, cuyo significado es dolor, es
extensible a cualquier proceso derivado de una pérdida en nuestra vida, ya sea
la muerte de un ser querido, una ruptura de pareja, el fallecimiento de una
mascota, o incluso la separación de un objeto al cual nos sentimos
emocionalmente apegados como una casa. En este artículo voy a focalizarme en el
duelo derivado de una ruptura sentimental.
Una separación es una
experiencia emocionalmente traumática, y por este motivo es necesario que las
partes involucradas pasen un proceso de duelo. El objetivo del duelo es
asimilar el impacto emocional de la ruptura, sanar la herida emocional y
adaptarse a la nueva vida sin la persona amada. Aunque soy contrario a
establecer normas respecto a la duración de un duelo, pues es un aspecto que
varía según cada persona, se estima que un
duelo causado por una separación de pareja puede prolongarse entre seis
meses y un año.
Todos en algún momento
de nuestras vidas pasamos por una ruptura sentimental, ya sea porque nosotros
decidimos tomar la iniciativa y dejar la relación, o bien porqué un día nos
levantamos y nuestra pareja nos anuncia que nos deja. Cada ruptura es
diferente, según la persona y las circunstancias que la rodean, pues influyen
multitud de factores. Por ejemplo no es lo mismo que una de las partes se
levante un día y anuncie de forma inesperada que deja a la pareja, que si se
trata de una decisión tomada de forma conjunta por una convivencia deteriorada,
o bien porque existen terceras personas en la relación. Tampoco la vivencia de
la ruptura es igual si se produce a los 20 que a los 50, ni tampoco es igual el
efecto para cada una de las partes, siendo la parte dejada la más afectada en
un primer momento por el impacto de la noticia.
El proceso del duelo se
caracteriza por una serie de fases por las que la persona va a ir transitando
durante este periodo. No obstante, al igual que lo comentado respecto a la
duración del duelo, estas fases pueden variar también en orden y alternarse,
dependiendo del carácter de cada persona y de las circunstancias del entorno, y
por tanto no se puede generalizar. Sin embargo podemos enumerar unas etapas que
suelen ser comunes en todo proceso de duelo:
1.Impacto Inicial. Cuando nuestra pareja nos anuncia su deseo de separación, se produce en nosotros una primera reacción de incredulidad e irrealidad, un impacto ante el cual nos quedamos paralizados y nos sentimos incapaces de reaccionar.
2. Negación. Esta etapa se caracteriza porque no queremos aceptar que la relación ha terminado. Intentamos negar lo ocurrido y vivimos con la esperanza de recuperar la pareja. Es habitual en esta etapa estar pendiente de lo que hace la otra persona, idealizando la relación. Todo ello como un intento de no contactar con el dolor que nos produce la ruptura. En ocasiones es común en esta etapa no informar a familiares y amigos sobre la ruptura, como una forma de auto convencernos que la ruptura será algo pasajero y todo volverá a la “normalidad pasada”. Nos cerramos pues a sentir lo que estamos viviendo.
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3.Tristeza/Rabia. Esta fase se caracteriza por la alternancia de dos estados; uno, podemos conectar con un sentimiento de tristeza, o dos, podemos contactar con el enfado y la rabia. Una suele preceder a la otra y a la inversa. En caso que conectemos con la tristeza, es característico durante este estado que nos encontremos deprimidos, apáticos, sin energías y nostálgicos por aquello que fue y que ya no volverá. Aparece una sensación de vacío y pensamientos de desvalorización y falta de confianza en uno mismo del tipo; “nunca voy a recuperarme de esto”, “Para qué levantarme y hacer cosas”, “Yo no sirvo para estar en pareja”, “No me voy a volver a enamorar”, etc…. En el supuesto que la emoción que emerja sea la rabia, contactamos con el enfado de la situación vivida. Por lo general esta rabia se proyecta en el otro, responsabilizándole y culpándole por lo sucedido. Frases del tipo; “todo es culpa tuya”, “me has hecho daño y te odio”, “Por tu forma de ser todo ha ido mal”… Es habitual que en esta etapa aparezcan sentimientos de resentimiento y rencor hacía la pareja. En ocasiones esta rabia puede dirigirse hacia nosotros mismos, culpándonos de lo sucedido y por no haberlo “sabido hacer bien”.
4.Dolor. En esta etapa nos abrimos al dolor de la perdida. Aparecen emociones como el dolor, la angustia, así como sentimientos de vacío y soledad. En esta etapa es importante no reprimir estas emociones, permitirnos sentir y expresar, tratando de no enjuiciar aquello que sentimos.
5.Aceptación. Poco a poco el dolor va a ir remitiendo para dejar paso a una progresiva aceptación de la ruptura. En esta etapa damos un espacio a la experiencia vivida, podemos tomar una distancia del trauma emocional, por tanto es posible percibir la experiencia con una mayor objetividad, así como aceptar que lo que pasó no fue todo culpa del otro, para de esta forma aceptar nuestra responsabilidad en la ruptura. Es una etapa en que también es posible tomar conciencia de todo aquello que hemos aprendido de dicha experiencia. La aceptación no supone renunciar o negar la relación pasada, sino encontrar un lugar adecuado para esta experiencia en nuestra vida emocional.
Como he comentado anteriormente estas fases y su duración son variables según cada caso. No obstante si percibimos que el proceso de duelo se estanca y no hay avance, si sentimos que cada vez estamos más tristes y desesperanzados, entonces podemos estar hablando de lo que se denomina como duelo patológico, el cual si se prolonga en el tiempo puede acabar provocando un trastorno de ansiedad o un trastorno depresivo. En estos casos es aconsejable que pidamos ayuda profesional para que nos acompañe en el proceso y así poder superar la ruptura.
Leslie Beebe
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