Terapia Gestalt y Tristeza


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En mis sesiones de Terapia Gestalt me encuentro habitualmente con la tristeza, una de las cuatro emociones básicas.Todos en algún momento de nuestra vida pasamos por una época de tristeza. La tristeza es una emoción que la mayoría calificamos como desagradable, no obstante opino que el motivo de ello no es exclusivamente por lo que nos hace sentir, sino por el juicio respecto a ella que hacemos ya desde una edad muy temprana.

¿Recordáis vuestra infancia?, seguro que muchos de vosotros vivíais la tristeza de forma clandestina, escondiéndola del resto de los mayores, pues el simple hecho de mostrarse triste, e incluso de llegar a expresar esa tristeza, no era bien recibido por el mundo de los adultos.

Como niños, los mayores siempre nos animaban a estar alegres, a no poner cara triste ni menos aún romper a llorar. Nuestra tristeza no era en la mayoría de ocasiones bien recibida por los adultos. Siendo niños sentíamos que hacíamos algo mal si nos permitíamos expresar el llanto, (aquí no me estoy refiriendo al llanto como instrumento de manipulación del niño hacía el adulto, que también existe, sino al simple contacto del niño con un hecho o situación que le genera tristeza). Cuantas veces habíamos oído frases del tipo: “Esto es una tontería, no hay motivo para llorar”, “no debes estar triste, pon buena cara”, “Los niños no lloran”, “Eres un llorica”, “Sólo las niñas lloran”… y tantas otras frases desvalorizadoras respecto a una emoción tan humana como es la tristeza. Ante estas frases demoledoras nosotros como niños poco podíamos hacer, nos encontrábamos ante una situación límite; entendíamos que sentir y expresar libremente nuestra tristeza, comportaba asimismo poner en riesgo el amor que recibíamos de nuestros padres.

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En la madurez entendemos que el reinado de alegría permanente que nos querían hacer vivir los adultos, es solo una fantasía. Por el camino hasta llegar a este punto, seguro que habremos reprimido nuestra tristeza en más de una ocasión, en favor de que nuestra autoimagen no se viese perjudicada, y así no poner en riesgo el amor y la aceptación del entorno. Primero con los padres, después en la escuela con los maestros, también en la adolescencia con los propios compañeros, posteriormente en el trabajo con nuestro jefe e incluso puede ser que en el presente con nuestra pareja.

Es importante recordar que socialmente la tristeza no ha tenido nunca buena prensa, no obstante junto con otras emociones más aceptadas como la alegría, cumplen todas ellas una función en nuestra vida. Ante situaciones de pérdida, desamparo y decepción por las que atravesamos, es natural y humano sentir que la tristeza nos invade.  La tristeza nos lleva a contactar con el dolor de la pérdida, entrando en un estado de introspección y reflexión. Contactar con la tristeza nos permite prepararnos para los cambios que va a suponer para nosotros seguir viviendo en una nueva realidad. En la medida que vamos aceptando la situación por la pérdida, la tristeza dejará paso a otras emociones, para de esta forma ir sanando nuestra herida.

Si no damos espacio a aquellas emociones que juzgamos como desagradables; por ejemplo miedo y tristeza, lo único que conseguimos es que la represión sea cada vez mayor. Si esta represión perdura en el tiempo, más pronto o más tarde la emoción encontrará otra vía de salida, menos saludable para nosotros. Trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, úlceras de estómago,  jaquecas, y tantos otros síntomas pueden aparecer como señales de esta represión y generarnos malestar.

En las sesiones de Terapia Gestalt, el objetivo es que progresivamente vayamos aceptando la tristeza, como algo necesario y natural en determinados momentos de nuestra vida, sin juzgar esta emoción, ni juzgarnos a nosotros por sentirla, dándonos permiso para expresarla, sin temor a la opinión de otros,  Únicamente a partir de la aceptación, podremos vivir la tristeza de una forma saludable.

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Por este motivo, la próxima vez que os encontréis ante el llanto de un niño, preguntaros que os incomoda de esta situación, seguramente estará relacionado con el espacio que habéis dado a la tristeza en vuestras vidas. Acompañar al niño en su dolor, no juzgar su emoción, no recriminarle ni reprenderle por ello, es la mejor forma de enseñar a nuestros niños a vivir las emociones de una forma sanadora, muy diferente a como muchos de nosotros las vivimos en nuestra infancia.

Si quieres saber más sobre gestión emocional y Terapia Gestalt, aquí te dejo otro de mis artículos:

como gestionar mis emociones

Leslie Beebe


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