Dependencia Emocional y Terapia

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“La mayoría de miedos de ser rechazado descansan en el deseo de ser aprobados por otras personas. No bases tu autoestima en sus opiniones”. Harvey Mackay

En la vida existen multitud de relaciones de pareja, cada una de ellas definida por unos aspectos personales, y también según otros aspectos derivados de la dinámica funcional de la pareja. Por tanto, ante tal variedad, es difícil generalizar qué criterios debería cumplir una pareja para mantener una relación saludable y duradera en el tiempo. En mi opinión, existe uno de principal, que es la necesidad de que cada individuo mantenga su centro personal en la relación, es decir que ambos miembros disponga de una identidad propia y claramente definida. Cuando esto no sucede, podemos encontrarnos con dinámicas relacionales tóxicas, susceptibles de que aparezca la dependencia hacía el otro. En casos de dependencia emocional, la relación se resiente, pues el deseo hacía el otro, propio de la relación, se transforma en un estado de necesidad versus la pareja; donde el dependiente únicamente se valora y ama a través del otro. En estos casos, se vive la relación desde la total confluencia con la pareja, una fusión en la que el Yo propio no tiene la fuerza suficiente para poner límites y sostenerse por sí mismo.

Los motivos por los que una persona desarrolla dependencia emocional hacía su pareja son múltiples, sin embargo suele estar directamente relacionado con el tipo de apego que la persona haya experimentado en su infancia y adolescencia. Entornos en que los padres se muestran inconsistentes con sus hijos, es decir situaciones donde los padres tanto se pueden mostrar cálidos y atender a las peticiones del niño, como mostrarse fríos e ignorar las demandas de su hijo, pueden ser el inicio de la futura dependencia.

Esta reacción parental inconsistente, puede llevar al niño a sentir inseguridad en la relación con su figura de apego. De esta forma el niño aprende a no confiar en esta figura, pues se siente inseguro sobre si esa persona atenderá a sus necesidades.

Este tipo de apego vivido en la infancia, condicionará la búsqueda de apego en la edad adulta. Cuando el apego no fue seguro en los primeros años de vida, el niño no puede consolidar unos vínculos afectivos firmes con los demás, pues aspectos como la seguridad, la autoestima o la capacidad para afrontar situaciones nuevas, no se encuentran firmemente desarrolladas. En estos casos la sensación de soledad, de desconfianza hacia el otro, así como la sensación de fragilidad y la falta de confianza en uno mismo se amplifican. El dependiente reproduce este tipo de apego vivido en los primeros años en la edad adulta, buscando que la pareja le llene el vacío de amor que reside en su interior. Una causa perdida, pues nadie va a poderle dar el amor que no se tiene hacía sí mismo.

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A continuación os presento algunos de los síntomas más comunes de la dependencia emocional:

Baja autoestima: la autoestima es el amor y la valoración hacía uno mismo. La persona que sufre de dependencia tiene una pobre percepción de sí mismo, se valora poco y busca que el amor de la pareja subsane esta carencia que siente en su interior. Como en toda relación saludable debe existir un equilibrio entre dar y recibir. En estos casos el dependiente difícilmente lo puede cumplir, principalmente por dos motivos; el primero porque suele confundir el amor recibido con el amor hacía sí mismo. El segundo motivo es porque difícilmente va a poder dar un amor a su pareja del cual actualmente no es consciente.

Terror al abandono: el dependiente se aferra a la pareja como una fuente de valoración y amor hacía sí mismo; “Valgo según el otro me aporte”. Por este motivo son personas que tienen pánico a ser dejados por la pareja,  pues eso les llevaría a conectar con el vacío de amor que sienten en su interior.  Relacionado con este gran miedo es común que la persona desarrolle una dependencia hacía el otro, como una droga, apareciendo el síndrome de abstinencia cuando considera que la pareja se aleja o no le está dando toda la atención que él considera necesaria. Esta conducta dependiente suele derivar en ideas obsesivas, así como en un estado de ansiedad generalizado y síntomas depresivos, los cuáles dificultan el día a día de la persona.

Miedo a la soledad: relacionado con el punto anterior, el dependiente no soporta estar a solas consigo mismo, pues esta situación le genera ansiedad. La soledad es percibida como que nadie está por ellos, que nadie les quiere, derivando en pensamientos obsesivos y de desvalorización personal. Si la persona no toma conciencia de su patrón relacional, puede estar encadenando relaciones de este tipo, una tras otra, con el único objetivo de no quedarse solo y así evitar sentir el vacío.

Idealización de la pareja: el dependiente suele enamorarse fácilmente, pues existe una necesidad imperiosa de ser visto y apreciado por el otro, para de esta forma sentirse bien consigo mismo. Suelen ser personas con una gran capacidad para proyectar en el otro aquello que buscan, dejando de lado a la persona que tienen delante. La pareja se convierte en un  ídolo, alguien a quien adorar. No obstante esta proyección en el otro, al no ser real, pronto se desmorona, pues siempre surge algún punto de duda que hace que el dependiente empiece a desconfiar de su pareja. En estos casos el dependiente se suele posicionar como la víctima, con frases del tipo “todos/as sois iguales”, “siempre me fallan”, “yo que lo he dado todo”… en definitiva culpan al otro de su situación y se niegan a responsabilizarse de su papel en la relación.

Priorización de la pareja: la idealización, anteriormente comentada, deriva en que el dependiente priorice por encima de todo a su pareja. Su mundo únicamente se centra en la otra persona, dejando de lado el resto de aspectos en su vida. Esta actitud puede provocar que la persona se aísle de su familia, de sus amigos, e incluso que pueda llegar a dejar su trabajo si considera que éste le supone un obstáculo en la relación.

Generalización de actitudes de chantaje emocional: relacionado con el punto anterior, el dependiente concibe como una traición que la pareja no esté por él las 24 horas del día. No concibe que la otra persona pueda tener una vida, con sus amigos, sus intereses, su trabajo, etc… Por lo que el dependiente suele reaccionar desde la víctima, utilizando algún tipo de chantaje emocional, con la intención de generar culpa en el otro, son comunes frases del tipo; “con todo lo que yo hago por ti”, “yo me sacrifico por ti y tu mira como respondes”, “yo te doy todo y tú no me das nada”, “no estás por mi”…

Angustia emocional: cuando el dependiente percibe que no recibe lo que necesita, vuelca su inseguridad y su angustia en el otro. Si el dependiente recibe atención, por ejemplo cuando recibe un mensaje de teléfono se siente calmado, pero es una sensación poco duradera, como una droga, en que cada vez la necesidad de que el otro le confirme su amor y su valía va en aumento. Se entra así en un bucle generador de ansiedad, en que no solo sufre el dependiente, sino también la pareja, pues esta última se siente agobiada ante tal nivel de exigencia y de presión.

Si te sientes identificado con alguno de los puntos anteriormente citados, quizás estés viviendo tu relación de pareja desde la dependencia. En este caso es importante que tomes cartas en el asunto lo más pronto posible y busques ayuda terapéutica. La dependencia emocional genera un gran sufrimiento para aquel que la vive, difícil de entender para aquellas personas que no hayan pasado por una experiencia similar.

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La terapia puede ayudarte a eliminar la dependencia emocional, para que así aprendas a vivir tus relaciones de una forma saludable. Es importante entender que la dependencia no tiene que ver con la pareja, sino con nosotros mismos. La terapia es un trabajo personal que permite ganar autoestima y confianza en uno mismo, las cuales son la base para una relación estable y satisfactoria con el otro. Únicamente partiendo de la estima y valoración propias, podremos ofrecer un amor sano y desinteresado a nuestra pareja.

Leslie Beebe


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