El sentimiento de culpa
El sentimiento de culpa es el resultado de nuestra capacidad,
como seres humanos, de tomar conciencia de nuestras acciones y de sus
resultados, apareciendo éste cuando sentimos que hemos transgredido alguna
norma. Sin embargo debemos distinguir entre una culpa sanadora y otra de
tóxica. La culpa sanadora es aquella derivada del malestar que sentimos cuando
hemos obrado de forma contraria a nuestros valores o principios. En su forma saludable nos permite empatizar
con el otro, ver en qué medida nos hemos equivocado, así como el daño que hemos
podido provocar con nuestra acción. De esta culpa se deriva un aprendizaje, una
responsabilización y una voluntad de enmendar dicho daño, en la medida de lo
posible; ya sea a partir de una disculpa, o bien a través de algún tipo de
compensación. En su forma saludable este tipo de culpa nos permite analizar
nuestras conductas, aceptándolas y aprendiendo de ellas, favoreciendo de esta forma nuestro crecimiento personal. Ya se sabe que sin equivocación el
aprendizaje no es posible.
La culpa tóxica es improductiva, pues nos mantiene apegados
al pasado, inmovilizando nuestro presente. Este tipo de culpa se origina en la comparación
que surge entre la imagen que sentimos debemos mostrar al mundo y nuestra
verdadera forma de ser. Este tipo de culpa nos acusa y exige que seamos
castigados de alguna forma u otra por no cumplir con esa imagen de perfección que debemos mostrar al mundo. Irónicamente ni este castigo va a servir para enmendar el posible daño
provocado, ni tampoco nos va a permitir pasar página, aprendiendo del error. Este
tipo de culpa está basada en expectativas y normas poco realistas, más próximas
a nuestras exigencias de como deberíamos ser y comportarnos ante los otros, para
así ser queridos y aceptados, que no de aquello que somos realmente. La mayoría
de nosotros nos centramos en una imagen idealizada de cómo debemos mostrarnos ante
el mundo en los diferentes roles que adoptamos en nuestra vida; como padres,
como hijos, como trabajadores, como amigos, etc…
Sin embargo, esta imagen que buscamos mostrar, pocas veces tiene que ver con nuestras verdaderas necesidades y motivaciones, sino más bien con nuestra idea de aquello que los otros esperan de mí. En esta búsqueda de perfección empezamos a comparar estas imágenes idealizadas con nuestro yo genuino. Como estos estándares de perfección no son realistas ni auténticos, tomamos conciencia de que no los vamos a poder alcanzar. En este momento es cuando emerge el sentimiento de culpa, una idea que de alguna forma somos inadecuados, insuficientes para enfrentarnos al mundo que nos rodea. La culpa tóxica nos pone en una situación de comparación continua, de inseguridad, por lo que la autoestima y la confianza en nosotros mismos resulta dañada.
La mayoría de los ideales que buscamos cumplir en la vida se
fundamentan en principios y creencias que tienen su origen en la infancia; por norma general en nuestros
padres y figuras de autoridad con las que convivimos los primeros años de
vida. Estas normas son como leyes que de
pequeños aprendemos y a partir de ese momento nos aplicamos con rigidez, aunque
sean exageradas o injustas. Seguramente la mayoría de ellas ya han quedado
obsoletas hoy en día; no obstante nosotros las seguimos cumpliendo de
adultos, a pesar de que ya no son funcionales. Un ejemplo sería
aquella norma con la que algunos niños crecen de que la familia debe permanecer
unida, pase lo que pase. En la edad adulta quizás ese niño deberá enfrentarse
a la situación de una ruptura matrimonial. La posibilidad de la separación le
conectará con ese mandato familiar, haciendo que surja en su interior el
sentimiento de culpa.
A veces el sentimiento de culpa está muy arraigado en
nosotros, pues es posible que fuese utilizado como herramienta de manipulación
por parte de nuestros padres cuando éramos niños, para así mantener la
autoridad familiar. Algunos padres utilizan la culpa con la intención de que los
niños se comporten o hagan lo que ellos desean. El niño acepta el mandato
familiar, por el miedo a perder el amor de sus padres, aunque esto signifique
renunciar a una parte de sí mismo. La culpa tóxica presenta múltiples
expresiones, todas ellas igualmente dañinas y negativas, pues nos mantienen en
un bucle castigador que cada vez se vuelve más rígido. Algunas de estas
expresiones son:
- Aquellas personas que se sienten culpables de todo lo que
les pasa a su alrededor, incluso si no es su responsabilidad.
- Aquellas personas que culpan al mundo o al resto de
personas de todo lo que les pasa, para no aceptar su responsabilidad personal.
- Aquellas personas con una baja autoestima, que no se creen
merecedoras de lo bueno que les pasa en la vida, culpándose y castigándose a sí
mismas.
- Aquellas personas muy perfeccionistas para las cuales los
errores no son una oportunidad de aprendizaje, sino una fuente de culpa,
reprochándose y castigándose constantemente.
En todas sus formas, la culpa tóxica nos conduce a un
callejón sin salida, el cual nos encierra en un estado de inmovilismo y
sufrimiento. En estos casos es importante rastrear en los primeros años de
vida, para detectar cual es el mandato que rige nuestra culpa. Seguramente al
hacerlo nos daremos cuenta que la culpa que sentimos es fruto de alguna
creencia limitante y obsoleta de nuestro pasado. A
partir de esta toma de conciencia, podremos tomar la responsabilidad personal
de si queremos que esta creencia siga vigente en nosotros, o bien deseamos
cambiarla por otra más flexible, y a la vez más saludable.
“Hay una
culpa que es un autocastigo, y hay una culpa que es el reconocimiento que uno
fue un idota” Claudio Naranjo
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Asimismo es importante saber repartir las responsabilidades en situaciones susceptibles de generar culpa. Por ejemplo cuando una pareja se separa, es común que la persona que abandona la pareja se sienta muy culpable. En estos momentos debemos asumir que la responsabilidad en la pareja es compartida, y que por tanto únicamente debemos asumir la cuota que nos corresponde, pero no más allá.
Por último, la próxima vez que sientas que el sentimiento de
culpa aparece, puede serte útil hacerte estas preguntas:
“¿Esta culpa que siento está tratando de enseñarme
algo razonable y útil acerca de mi conducta?”
“¿Esta culpa tiene que ver con expectivas
realistas y propias, o bien está relacionado con cumplir unas expectivas que no
son mías, únicamente para mostrar una imagen ante el resto?”
La respuesta a estas
preguntas será un primer paso para ayudarte a enfrentar mejor tu sentimiento de
culpa.
Leslie Beebe
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