Como Aprender a Decir No

Como aprender a decir no. A la mayoría de nosotros nos cuesta dar un no como respuesta. Por este motivo en múltiples ocasiones sucumbimos a las peticiones de los otros, aunque esto signifique hacer algo que realmente no deseamos hacer.


como aprender a decir no

¿Por qué no sentimos tan mal cuando hemos de decir no al otro?. Obviamente la respuesta varía según cada individuo, sin embargo en mi opinión existe un denominador común, que es el miedo a las consecuencias que tendrá para nosotros  decir no a la otra persona. Ante estos temores aparece el sentimiento de culpa y derivado de ello una sensación de sentirnos en la obligación de tener que decir sí a todo aquello que se nos pide.

Son múltiples los miedos que aparecen en cada uno de nosotros al rechazar una petición; miedo a ser abandonados, miedo a no ser queridos, miedo a las críticas, miedo a perder el trabajo, y tantos otros miedos que nos impulsan a tomar una decisión que en la mayoría de ocasiones va en contra de nuestras necesidades y deseos.

Cuando aceptamos con un sí, cuando realmente deseamos decir no, estamos traicionándonos a nosotros mismos, pues no estamos siendo fieles a lo que sentimos. Esta actitud afecta de forma negativa a nuestra autoestima y a la confianza que tenemos en nuestra persona. Asimismo esta actitud genera en nosotros un enfado que va a ir en aumento de forma progresiva, a medida que nos vamos traicionando. Este enfado seguramente lo proyectaremos en nuestro entorno o bien en contra de nosotros mismos, generando un estado de malestar en nuestra vida.
Con el objetivo de aprender a decir no, a continuación os dejo una serie de recomendaciones para ser consecuentes con nuestras necesidades y con aquello que sentimos.

1. Ser asertivo sin ser agresivo.
Definimos como asertividad la habilidad para ser claros, directos y sinceros, diciendo lo que  queremos decir, sin herir los sentimientos de los demás, ni menospreciar la valía que el otro tiene como persona. La asertividad tiene como base nuestra libertad de decisión ante la petición que hace el otro;  es decir que tanto derecho tiene el otro a pedirnos un favor como nosotros a decir que no; en consecuencia no deberíamos tener que justificarnos ni sentirnos mal por dar una respuesta negativa.
Asimismo no debemos confundir la asertividad con la agresividad, de hecho la asertividad es el punto medio entre la agresividad y la pasividad. Se trata de decir no de forma clara, calmada y sin gritos.

2. Aceptar la ansiedad como parte del proceso y no sentirnos presionados a responder.
Es normal que nos pongamos nerviosos y nos sintamos incómodos cuando damos un no al otro. Sin embargo debemos esforzarnos por sostener ese momento de incomodidad y no sucumbir al malestar que nos provoca la situación respondiendo con un sí.  Asimismo cuando alguien nos pide un favor, debemos evitar actuar por impulso diciendo sí de forma automática. En estos casos es aconsejable darnos un tiempo para ver cómo nos sentimos ante esa petición, evitando así responder de forma reactiva. En estas situaciones podemos utilizar frases del tipo; “lo pensaré”, “miraré mi agenda y te digo algo”, “debo revisar mis horarios”, y otras de este estilo que nos permitirán darnos tiempo para responder de forma sincera. No obstante, en casos en que sentimos desde el primer momento que nuestra respuesta es un no, debemos evitar utilizar este tipo de frases como una fórmula para procrastinar aquello que ya sabemos, con el único objetivo de posponer el difícil momento de expresar nuestro no al otro.

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3. Ser empáticos  pero no simpáticos
Ser empático significa escuchar a la otra persona, dándonos el espacio y el tiempo para sentir como nos llega el mensaje del otro, intentando a su vez comprender la situación que está viviendo. Es un estado de no juicio en que no se busca dar respuesta o solución a la otra persona.
Contrariamente el ser simpático nos obliga a tener que responder al otro. Una respuesta que suele ir dirigida a obtener la aprobación y la simpatía del otro, y por tanto a sentirnos en la obligación de decir sí, cuando en realidad queremos decir no.

4. Evitar las justificaciones
Es importante no extendernos ni sentirnos obligados a dar multitud de justificaciones, más allá de las estrictamente necesarias según cada situación. Un breve “no, lo siento, no lo puedo hacer”, debería bastar en la mayoría de ocasiones. Si nos justificamos con expresiones del tipo; “es que”, “porqué”, “no sé, “pero”, lo único que conseguimos es que nuestra respuesta pierda fuerza, mostrando inseguridad y duda en la decisión tomada.

5. Perder nuestro miedo a decir que no y no sentirnos coaccionados
Seguramente si analizamos las situaciones en que hemos dado un no a la otra persona, las consecuencias no llegaron a ser tan desastrosas como nos habíamos imaginado previamente. Por esta razón debemos tener claro que nuestra idea catastrófica está únicamente en nuestro pensamiento, y no suele basarse en ninguna experiencia previa. Aunque no podemos evitar que surjan los miedos ante la posibilidad de decir no al otro, sí que podemos reaccionar de una forma diferente a aquello que nos dice el pensamiento, no dejándonos llevar por su mensaje catastrófico. Si sostenemos el difícil momento de decir no al otro y nos mantenemos firmes en nuestra decisión, veremos los beneficios que aporta esta actitud en nuestro bienestar. Asimismo cuando somos sinceros con aquello que sentimos, también contribuimos a que nuestros niveles de autoestima y autoconfianza aumenten. Debemos ser conscientes que como más practiquemos el decir no a la otra persona, menos difícil se va hacer para nosotros hacerlo en situaciones futuras.

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Como ya hemos comentado anteriormente aceptar hacer un favor al otro debe ser un acto totalmente voluntario. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la persona que desea que hagamos algo por él va a utilizar todo una serie de estrategias para conseguirlo; como pueden ser el victimismo, la queja o la coacción (directa o indirecta). Ante estas presiones debemos mantenernos firmes en nuestra decisión; recordemos que lo más importante no es lo que el otro hace o dice, sino como nosotros lo recibimos. Nosotros decidimos en que grado permitimos que nos afecte la actitud del otro. Si nos posicionamos en el rol de salvador de la otra persona, o nos dejamos llevar por la culpa que puedan despertar sus palabras en nosotros, estamos cayendo en su trampa, traicionando nuestra esencia.

Por último comentar que nuestra incapacidad para decir no nos puede llevar a vivir una vida que no hemos elegido. Al decir a todo que sí desplazamos nuestras necesidades a un segundo plano, pues dedicamos nuestros esfuerzos en satisfacer los deseos ajenos. Por este motivo es importante que establezcamos nuestras prioridades, siendo conscientes que la ayuda que podemos ofrecer al otro debe ser una decisión tomada libremente, y no por miedo o coacción. Debemos ser conscientes que podemos ayudar al resto de personas sin tener que decirles a todo que sí; de esta forma establecemos nuestros límites, respetamos nuestras necesidades y nos hacemos respetar por el otro.

Leslie Beebe

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