Como Ser Menos Autoexigente
Como ser menos autoexigente. En mi opinión cuando hablamos de autoexigencia podemos
diferenciar dos tipos. El primer tipo es el que denominamos como autoexigencia
saludable.
La autoexigencia saludable es aquella que nos ayuda a
alcanzar nuestros objetivos, nos incentiva a superarnos, así como a aprender de nuestros errores. Es una
exigencia que nos impulsa para avanzar y crecer en la vida, no solo
profesionalmente, sino también como personas. En su forma saludable la autoexigencia es la que nos saca del punto
donde nos encontramos ahora, y nos acompaña para alcanzar los objetivos que nos
hemos propuesto en nuestra vida.
Sin embargo, cuando las metas que nos fijamos son
inalcanzables, o únicamente pueden conseguirse pagando un elevado precio por
ellas, entonces estaríamos hablando del segundo tipo de autoexigencia, el que
denominamos como autoexigencia dañina.
La autoexigencia dañina como su nombre indica perjudica
nuestra salud física y emocional, pues afecta negativamente a nuestra
autoestima y a la confianza que tenemos depositada en nuestra persona. Este
tipo de autoexigencia se encuentra relacionada con la búsqueda del perfeccionismo,
por este motivo la vivimos desde un estado de ansiedad, frustración permanente
y miedo desproporcionado.
Definimos como perfeccionismo una excesiva presión para
rendir y obtener resultados, así como una nula tolerancia a ser frustrados por
la vida. El perfeccionismo también nos conduce a negar la posibilidad de
podernos equivocar, y por tanto nos cierra la oportunidad de aprender del error
cometido.
Una de las principales causas porqué el perfeccionismo nos
perjudica es por la asociación que hacemos entre resultados obtenidos y
autoestima; es decir, creemos que una vez cumplamos con nuestro ideal de
perfección, mayor será la valoración de nosotros mismos y mejor considerados
estaremos por el resto de personas.
Con frecuencia el perfeccionismo nos lleva a focalizarnos
únicamente en nuestros fallos y defectos, mientras olvidamos nuestras virtudes
y puntos fuertes. Asimismo el querer ser perfectos nos impulsa a perseguir un
ideal que únicamente se encuentra en nuestras mentes, pero no en la vida real.
El perfeccionismo deriva también en un afán por querer controlar todos los
aspectos de nuestra vida, por lo que nuestros niveles de ansiedad van a ir en
aumento. Entramos así en un bucle de exigencia , culpabilización y castigo hacía
nosotros mismos del cual es difícil salir si no tomamos conciencia de ello.
“La perfección es un
ideal del ser humano que nunca llegará a alcanzar, porque el mismo es
imperfecto” Ismael Díaz Lázaro
No obstante, ¿Por qué
el ideal de perfección está tan presente en la mayoría de nosotros?. Una de
las principales explicaciones se encuentra en nuestros primeros años de vida.
Como niños recibimos mucha información procedente de los
adultos y del entorno en el que crecemos; patrones de conducta, valores, creencias
y normas, entre otras. En esos momentos de nuestra vida, como niños, no
cuestionamos lo aprendido, pues hacerlo significaría poner en peligro el amor
de nuestros padres, y por tanto arriesgarnos a ser abandonados, rechazados o no
queridos por ellos. Por este motivo aceptamos de forma incuestionable aquello
que se nos enseña.
No obstante llegados a la edad adulta seguimos aceptando lo
aprendido sin cuestionarlo ni actualizarlo a las necesidades o a las circunstancias
del presente, aunque esto suponga un daño hacía nuestra persona. De esta forma
hacemos grandes esfuerzos para vivir nuestra vida desde los debeísmos heredados
de la infancia, olvidándonos de nuestras necesidades o deseos presentes.
Asimismo cuando pensamos que hemos traicionado algunas de estas leyes
aprendidas, entonces nos sentimos culpables, al no haber cumplido con aquello
que se esperaba de nosotros, y nos enfadamos con nosotros mismos por haber
fallado.
Aunque ya no somos aquellos niños a los que nuestros padres
educaban, los mandatos familiares siguen muy presentes en nuestro interior,
como una voz que nos recuerda imperativos de aquel tiempo como: “debo escoger siempre la mejor opción”, “no
puedo fallar” “tengo que hacerlo bien”, “debo ser fuerte”, “no debo tener miedo”…
Frases que nos presionan para conseguir una quimera, la
perfección. Una autoexigencia que en vez de llevarnos a la libertad de ser nos conduce a la autotortura. No conseguir el
ideal deseado nos conecta con la idea que nunca somos suficiente. No hemos
cambiado mucho respecto aquellos niños que fuimos en el pasado y que buscábamos
obtener de nuestros padres el amor incondicional y perfecto; de alguna forma lo
seguimos haciendo ahora, buscando la aprobación permanente en el resto de
personas.
En la búsqueda de esta perfección nos olvidamos de algo muy
importante, nuestras necesidades, lo que nos conduce a un estado de estrés e
insatisfacción con nuestra persona.
Si sientes que eres demasiado perfeccionista y eso te hace sufrir, la terapia puede ayudarte. Contacta conmigo en el teléfono 645 368 714 llamada o Whatsapp, o bien rellena el formulario de contacto.
Para salir de este bucle ansioso es necesario empezar a
relacionarnos con nosotros mismos de forma diferente, tomando conciencia de cuáles son nuestros valores, así como escuchando nuestras necesidades. En definitiva tomar un camino que
nos conduzca a tratarnos con autocompasión,
amor y tolerancia. En definitiva se trata de entender que no es cuestión de ser
perfectos, sino de dejarnos la libertad
para ser y para mostrarnos tal y como somos, con nuestras virtudes y defectos.
Para conseguir ser más humanos, y menos perfectos, aquí os
dejo algunas recomendaciones al respecto:
1. Debemos tratarnos con cariño y con respeto. Cuando
fallamos o cometemos algún error no debemos culpabilizarnos y autocastigarnos
con mensajes desvalorizadores y despectivos del tipo; “no sirvo para nada”, “no valgo”, “soy un inútil”… En estos casos
debemos tomar conciencia de nuestros errores y tomarlos como un aprendizaje. Es
importante entender que los errores forman parte de nuestro proceso de
crecimiento, sin error no hay aprendizaje, por este motivo sería aconsejable
cambiar los mensajes anteriores por los siguientes:
“aprenderé de este
error para mejorar”, “pondré más atención la próxima vez y lo haré mejor”, “me
he equivocado pero no pasa nada, lo haré mejor la próxima vez”, “el error es
necesario para seguir aprendiendo”.
2. Tendríamos que escuchar nuestras auténticas necesidades y
nuestros deseos más genuinos. Cuando en nuestra mente surge algún debeísmo
tenemos que preguntarnos si dicha obligación parte de una necesidad propia, o
por el contrario tiene su origen en querer contentar al resto de personas, para
así mantener una determinada imagen ante ellos.
3. Es necesario responsabilizarnos de nuestra existencia, es decir
de nuestra vida, eso significa responsabilizarnos de nuestros pensamientos,
palabras y acciones. Quizás actualmente vivimos aún sometidos a unas normas
pasadas, que ya quedaron obsoletas y que seguramente no nos pertenecen en el
presente. No obstante muchas veces
utilizamos el estar ligados a ellas como una excusa, culpando a nuestros padres
o a nuestro pasado de nuestra situación actual, sumiéndonos así en un rol de
víctima, y utilizando este hecho como una justificación para no pasar a la
acción y cambiar las cosas.
4. Es importante empezar a tomar conciencia de nuestros
logros y de nuestras virtudes. Muchas veces no prestamos atención a lo positivo
y menospreciamos aquello que hemos logrado. Tenemos tendencia a centrarnos
únicamente en lo negativo, y no solo eso, sino que a menudo magnificamos un
simple error para tirar por tierra todo lo conseguido hasta el momento.
Desde esa negatividad
nos hablamos de una forma muy crítica y a la vez destructiva, provocando
que nos sintamos realmente mal con nosotros mismos. Ante esta situación debemos reaccionar y valorar aquello que hacemos bien, así como trabajar para potenciar nuestras habilidades. De igual forma debemos adoptar una actitud abierta
emocionalmente hablando, para así dejarnos llegar los halagos y felicitaciones
que otras personas puedan hacer de nuestros talentos y virtudes.
5. Es aconsejable distinguir entre automotivación y
autoexigencia. La automotivación se origina en el deseo y nos incita a querer
superarnos. Es una actitud que trae consigo la voluntad de aprender y de llevar
a cabo nuevos proyectos; de hecho es muy beneficiosa para traer cambios a nuestra vida y evolucionar. La autoexigencia en cambio se origina en la presión
y en la obligación por tener que hacer, así como en la amenaza de que si no
conseguimos aquello que nos hemos propuesto, esto afectará negativamente a la
valoración que hacemos de nuestra persona. Por este motivo es importante
cambiar nuestro vocabulario de “tengo
que” y “debo” por otras
expresiones menos demandantes como “me
gustaría” y “quiero”.
6. Es importante aprender a sostener la frustración y tomar
conciencia que nosotros no podemos controlar todo aquello que sucede a nuestro
alrededor. En ocasiones la vida no sale como habíamos previsto, no por
inaptitud o falta de conocimiento , sino simplemente porque existen multitud de
variables de nuestra vida que no controlamos. Por este motivo es importante que
conectemos con la serenidad, con la aceptación que la realidad no siempre se
adecúa al plan que teníamos previsto en nuestra mente, y no por ello somos
peores personas.
7. Debemos fijarnos unas expectativas y unas metas realistas,
según nuestras posibilidades, y no focalizarnos en ideales de perfección. Vivir
en un ideal de que todo debe ser perfecto únicamente nos conduce a la desmotivación
y a la frustración. En esta línea es aconsejable fijarnos unos objetivos que
nos supongan una cierta dificultad, que nos permitan estar motivados y no
aburrirnos, pero sin llegar a ser objetivos inalcanzables que nos lleven a
desmoralizarnos. En un gran número de situaciones no conseguimos aquello que
deseamos, no por falta de aptitudes, o por no haberlo hecho bien, simplemente
porque el objetivo que nos habíamos propuesto no era realista desde un primer
momento.
8. Tenemos que ser justos y ecuánimes con nosotros mismos. Para sacar lo mejor de nosotros mismos debemos valorar nuestras aptitudes y nuestros puntos fuertes, perfeccionado nuestros talentos. Para ello es importante conocer nuestros límites, así como también nuestras carencias.
9. Es recomendable evitar la comparación con otras personas. La comparación
siempre nos lleva a sentirnos defraudados y desilusionados. Podemos inspirarnos
en aquellas personas que admiramos para ir creando nuestro propio camino, como
un proceso de aprendizaje, pero no con el objetivo de llegar a ser como la persona
admirada. No olvidemos que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles.
10. Por último decir que sería aconsejable dar más
importancia al proceso y no tanto a las metas. En múltiples ocasiones nos
enfocamos exclusivamente en conseguir una determinada meta, centrándonos en el
futuro, mientras olvidamos lo que podemos aprender durante el camino, en el
presente. El poeta griego Constantino Cavafis nos lo recuerda en un fragmento
de su poema “Viaje a Itaca”
“Ten siempre
a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.”
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.”
Leslie Beebe
Terapia y Coaching en Barcelonawww.ansiedad.barcelona
https://www.facebook.com/TerapiaBcn/
Comentarios