Como Vivir con Menos Estrés (pasos para conseguirlo)
Como vivir con menos estrés. En nuestra sociedad actual vivimos a un ritmo trepidante y
muy competitivo. Vivir a un ritmo acelerado tiene sus repercusiones en nuestra
salud, pues nos conduce a padecer de estrés y a sufrir de agotamiento físico y
mental. Por este motivo es importante no dejarnos llevar por el estrés y que
seamos nosotros quien lo controlemos.
La mayoría de nosotros estamos inmersos en lo que parece una
prisa por vivir, una actitud que nos programa para estar siempre enfocados en
el siguiente paso que debemos dar, la próxima meta a alcanzar, mientras que
pocas veces disfrutamos del camino y del momento presente. Adoptando esta
actitud ante la vida, es normal que muchos de nosotros digamos que vivimos
estresados, pues estamos más pendientes de planificar el futuro que está por venir,
que no de vivir la realidad presente.
¿Cúal es la motivación
de estar siempre planeando?, en mi opinión uno de los motivos es la idea que se nos ha inculcado
desde pequeños que aquello que más anhelamos se encuentra fuera de nosotros y
que algún día, cuando se den las condiciones adecuadas, lo alcanzaremos. Como
terapeuta me encuentro con diferentes definiciones de aquello que sería el
nirvana personal para cada uno de nosotros, entre ellas destacan: "aquella situación en que conseguiré
sentirme pleno", "un lugar donde encontraré la paz y el equilibrio interior", "un estado
donde me sentiré seguro y completo". Aunque la forma puede variar, el fondo no,
pues en la mayoría de casos siempre existe una creencia común, que más o menos podríamos resumir en:
“Cuando consiga esto o
aquello en la vida seré feliz”.
Casualmente ese momento idílico nunca coincide con nuestro
presente, pues siempre nos falta algo externo que nos ayude a conseguirlo; depende
del momento de la vida pueden ser unos estudios, una familia, una pareja, un nuevo
trabajo, un hijo, una casa, etc…
Paradójicamente la vida nos ha enseñado que esto no funciona
así; recuerda sino hace unos años los planteamientos de futuro que tenías. Seguramente
creías que si alcanzabas unas metas determinadas la paz y la felicidad llegarían
a tu vida. Probablemente ahora ya has conseguido muchos de los propósitos que
te planteaste en el pasado, sin embargo ¿Eso
significa que ahora sientes la paz y la felicidad en tu interior?, seguramente
no.
Según mi parecer vivir anhelando es uno de los principales
factores por los que el estrés y la ansiedad están tan de actualidad en nuestra
sociedad. El psiquiatra Fritz Perls describe de forma muy acertada este estado como angustia. Perls define la angustia como aquel estado que se encuentra entre el presente y el futuro, en
el cual muchos de nosotros nos quedamos atrapados con frecuencia:
“La angustia es la
brecha que se abre entre el "ahora" y el "después". Fritz
Perls
Si sientes que el estrés y la ansiedad controlan tu vida, la terapia puede ayudarte. LLama o Whatsapp al 645 368 714 o bien rellena el formulario de contacto y te informaré sin compromiso.
Volviendo al tema del estrés, también es cierto que no
debemos demonizarlo, pues como tal tiene su razón de existir, siempre que sea
en su justa medida y en el momento adecuado. El estrés nos permite un mayor
rendimiento en situaciones que así lo requieren, como puede ser una punta de
trabajo, un examen o una competición deportiva. En todos estos casos el estrés nos
aporta la energía adicional para superar estos momentos. Sin embargo si la
dosis de estrés es excesiva, lo que produce es un bloqueo; por ejemplo este es el caso
del pánico escénico. Asimismo si este estrés se prolonga en el tiempo se
convierte en dañino, pues puede ocasionar problemas de salud más graves como alguno de los denominados trastornos de ansiedad.
El ser humano, en su larga historia, ha utilizado el estrés
como un mecanismo de supervivencia, para de esta forma enfrentarse a los
peligros que le amenazaban. Sin el estrés seguramente no habríamos podido
evolucionar como especie hasta el presente. Pongamos como ejemplo el hombre
prehistórico, el cual vivía en las cavernas. En esa época el estrés era un mecanismo
que utilizaba la persona en momentos puntuales de su existencia; por ejemplo
cuando salía a cazar. En esas situaciones de estrés el peligro era grande, pues
su vida corría peligro, sin embargo el hombre vivía el resto del tiempo en una
situación relajada.
Actualmente, aunque es verdad que nuestra existencia no
peligra, nuestro estado de alerta es prácticamente continuo. El ritmo acelerado
en el que vivimos, así como la progresiva integración de las nuevas tecnologías
en nuestra vida, han provocado que seamos más proclives a sufrir de problemas
de estrés y ansiedad. Estar disponibles a todas horas se ha vuelto una necesidad para la mayoría de nosotros; ya sea esperando noticias del
móvil, conectados con el ordenador o bien con la tableta. Esta total disponibilidad nos conduce a vivir bajo un estado de alerta que no se desactiva.
Nuestro cerebro es un eficaz detector de amenazas, sin
embargo no ha evolucionado lo suficiente para ser capaz de distinguir si la
amenaza viene de una llamada de nuestro jefe, o bien de un depredador que nos
quiere devorar. La facultad de raciocinio del ser humano nos ha permitido destacar por encima de otras
especies, sin embargo también tiene su sombra, que es nuestra capacidad para
poder anticipar e imaginar peligros en nuestra vida, cuando estos no existen en la realidad presente. De esta forma llenamos nuestra mente de futurizaciones catastrofistas que nos hacen sentir como si nos encontrásemos ante
un peligro real, cuando en realidad el peligro se encuentra tan solo en
nuestra fantasía.
Vivir en un estado de estrés crónico es muy perjudicial para
nuestra salud. Un estado de alerta constante supone un mayor envejecimiento
celular, y por tanto un envejecimiento prematuro de nuestro cuerpo. Asimismo el
estrés está considerado como un factor de riesgo en multitud de enfermedades,
como las enfermedades coronarias.
Cuando el estrés se vuelve el protagonista de nuestra vida
podemos acabar sufriendo trastornos de salud más graves, por este motivo, y
para no llegar a estos extremos, es importante aprender unas pautas que nos
permitan gestionar mejor nuestros niveles de estrés. A continuación voy a
comentarte algunas de estas pautas:
1. Racionaliza tus
pensamientos
Debes tomar conciencia de tus pensamientos. Centenares de
pensamientos pasan por tu cabeza a lo largo del día, y muchos de ellos son
pensamientos negativos y limitantes. Si
te paras a analizarlos verás que existe una gran diversidad: pensamientos
catastrofistas, autocríticas destructivas, miedos, preocupaciones constantes y pensamientos pesimistas, entre otros.
Es importante que te des cuenta de aquello que te dices y de
la forma como te lo dices, pues muchas veces a parte de ser pensamientos con un
contenido tóxico y perjudicial, también son dichos de una forma arrogante y
despreciativa hacía tu persona. Una vez tomes conciencia de tus pensamientos también serás capaz de
cuestionarte si realmente tiene sentido decirte todo lo que te dices y en la
forma como te lo dices. Pregúntate qué utilidad tienen los pensamientos y si quieres
seguir sintiéndote mal por todo lo que te dices. Una vez los conozcas, mira de
cambiarlos por otros más productivos y saludables para tu persona.
2. Cuestiona a tu juez
interno
Todos tenemos aquella voz interior que funciona como un juez
y que nos dice aquello que debemos hacer y lo que no, aquello que está bien y
lo que está mal. Por lo general se dirige a nosotros desde una posición
autoritaria, amenazante e incluso en
ocasiones déspota. Se expresa con frases del tipo: “Tienes que”, “Debes”, “No
deberías” y cuando no cumplimos con sus mandatos nos hace sentir mal, con
sentimientos de culpa o vergüenza por no haberle hecho caso. Es importante que
tomes conciencia de todos tus deberías y los cuestiones, para ello puedes
hacerte preguntas del siguiente tipo:
¿Qué es lo peor que me puede pasar si no lo hago?, ¿Realmente quiero
hacerlo?, ¿Para qué lo hago, es para mí o es para satisfacer a alguien más?,
¿Tiene algún sentido para mí hacerlo?...
En este sentido también puedes cambiar tu discurso
interno, sustituyendo expresiones como “debo
hacer”, por otras del tipo “voy a
hacer” o “me gustaría hacer”, que
te generen una menor presión.
3. Acepta la
frustración
Es importante que entiendas que a veces las cosas no salen
como a ti te gustaría o como habías planeado, no por mala suerte o justicia
kármica, simplemente porque la realidad
no siempre es como tú deseas que sea. Lo mismo nos pasa con las personas; a
veces queremos que sean y actúen de una determinada forma y cuando no lo hacen nos enfadamos.
Sostener y aceptar la realidad en estos casos es la clave. Querer cambiar la
forma de ser y proceder de otras personas es agotador y únicamente te conducirá
a sentirte más estresado y frustrado con la vida y con el resto de personas.
Quedarte enganchado con situaciones pasadas o actuaciones de otras personas
únicamente te conducirá a vivir en un bucle de malestar y estrés donde surgiran sentimientos como la ira, el rencor, la culpabilización y la desvalorización personal
Si algo ha pasado en tu vida debes analizar cómo has llegado
a vivir esa situación; puedes preguntarte qué ha tenido que ver lo sucedido
contigo y si realmente ahora estás en disposición de cambiar algo al respecto.
Si está en tu mano cambiar algo, házlo, si no lo único que puedes hacer es
aprender de la experiencia vivida para así actuar de forma diferente en el
futuro.
4. Organiza tu agenda
Es importante que planifiques y organices las actividades,
para así no saturarte con tareas y obligaciones. En este sentido puedes actuar
de la siguiente forma:
Diferencia las tareas importantes de las triviales o menos
importantes, posponiendo si es necesario.
Diferencia las tareas que solo tú puedes hacer y las que
pueden hacer otros. En este sentido es importante que aprendas a delegar para
no saturarte.
No asumas responsabilidades o actividades que no te
correspondan. A veces nos saturamos porque no sabemos poner límites y decir que
no a las demandas que nos hacen otros.
Distribuye tu tiempo, lo que significa que no dediques todo
tu tiempo al trabajo. Sobre todo al llegar a casa evita seguir conectado con el
trabajo y reserva tiempo para tus aficiones o para estar con tu familia.
5. Practica ejercicio
físico , lleva una buena alimentación y asegúrate un buen descanso.
Es importante que te mantengas activo y que realices actividad
física. En este sentido no sólo hablamos
del ejercicio físico programado, como
puede ser practicar algún deporte o acudir al gimnasio regularmente, que sin
lugar a dudas nos aporta múltiples beneficios, sino también incorporar la
actividad física a tu vida diaria; por ejemplo
adoptando actitudes como subir escaleras siempre que tengas oportunidad,
o priorizar el caminar a coger el coche cuando te
desplaces por la ciudad. En caso de que te decidas a hacer algún ejercicio
físico escoge alguno que te guste, y preferiblemente hazlo con alguien, pues
siempre es más divertido y te reforzará el compromiso de llevarlo a cabo.
Es imprescindible que lleves una dieta variada y equilibrada.
Es importante que bases tu alimentación en alimentos naturales, evitando los
alimentos procesados, las grasas y los azúcares. Para el tema del estrés es importante que
evites el consumo de café y otras bebidas excitantes, regulando también el
consumo de alcohol.
Por último es muy recomendable que duermas las horas necesarias y que sigas una rutina en lo que respecta a la higiene del sueño. La higiene del sueño comprende todas aquellas pautas de comportamiento y conductuales que te pueden ayudar a conciliar el sueño. Entre ellas destacan; seguir unos horarios regulares, evitar las comidas copiosas y las bebidas excitantes por la noche, asegurar un ambiente facilitador del sueño (temperatura de la habitación agradable, dormitorio sin ruido, una cama confortable…), desconectar del trabajo al llegar a casa, evitar conectarse a internet o al correo después de cenar y evitar siestas que dificulten tener sueño por la noche.
6. Busca tu pasión
En esta rutina acelerada en la que vivimos es importante que
dediques un tiempo a aquello que te gusta hacer, y no lo que tienes que hacer.
En este sentido hablamos de actividades que te hagan sentir pleno, que
disfrutes haciendo y que realices sin ningún objetivo en especial. Si aún no
tienes ninguna actividad de este tipo, piensa en alguna que te haga gracia y
lánzate a probarla; puede ser la música, el baile, las artes plásticas… hay
multitud!. Estar conectados con el trabajo, o con las obligaciones personales y
familiares todo el tiempo no es saludable pues contribuye a aumentar nuestros
niveles estrés.
7. Practica la
relajación y la meditación
Un gran antídoto contra el estrés son las múltiples prácticas
relacionadas con la meditación y la relajación. Puedes probar con relajaciones
guiadas, meditación individual o en grupo y ejercicios de atención plena
(Mindfulness). Todas ellas te ayudaran a centrar tu mente y tu cuerpo en el
presente, reduciendo así tus niveles de estrés y ansiedad. Focalizar la atención en el presente es la forma ideal de no permitir que tu mente se quede futurizando sobre ideas que te generan estrés.
8. Ríe y comparte
momentos
Reír es un antídoto frente al estrés. Tomarte la vida con
humor, te ayudará a desdramatizar y a mirar la vida con un mayor optimismo.
Asimismo busca actividades sociales que te ayuden a abrirte y a compartir, para así charlar y reir con otros. Los encuentros sociales con amigos son un
gran antídoto frente al estrés.
Estos son algunas pautas que puedes seguir para aliviar tus
niveles de estrés, sin embargo si sientes que el estrés domina tu vida,
deberías buscar ayuda terapéutica para analizar más en profundidad los motivos
que provocan tu malestar.
Leslie Beebe
Terapia y Coaching Personal en Barcelona
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