¿Tristeza o Depresión?
¿Tristeza o depresión?. La depresión, junto con la ansiedad, se han convertido en dos
de los temas de consulta más habituales en los centros médicos y de
psicoterapia. Según datos de 2015 procedentes de la OMS (Organización Mundial
de la Salud), 2,4 millones de personas sufren de depresión en España, es decir aproximadamente
un 5,2% de la población. Asimismo, el consumo de fármacos para tratar la
depresión se ha triplicado en los últimos 10 años, según cifras de la Agencia Española de Medicamentos y Productos
Sanitarios (AEMPS).
Antes estas cifras nos podemos preguntar qué ha pasado últimamente
para que se haya producido este aumento tan significativo. En parte el motivo se
explica por la crisis que hemos vivido en los últimos años, la cual ha
provocado una situación económica crítica para muchas familias. Sin embargo no
creo que ésta sea la única explicación.
Aunque pueden influir múltiples factores dependiendo de las
circunstancias de cada persona, en mi opinión existe otro motivo para haber
llegado a esta situación; la inmadurez emocional que presenta un gran porcentaje
de la población. Un ejemplo de esta inmadurez emocional lo encontramos en la
forma como a veces oímos hablar de la depresión. Es frecuente escuchar frases
del tipo; “estoy depre”, “tengo una
depresión”… cuando realmente lo que sucede es que la persona es incapaz de
gestionar de forma saludable su tristeza. Estar triste, o pasar una época de
apatía y baja energía, no debería
confundirse con estar sufriendo de un trastorno depresivo. Es muy
importante tener en cuenta que el trastorno depresivo es una psicopatología, y
que por tanto no debe ser banalizado ni tomado a la ligera, como a veces hacemos.
En mi opinión la falta de habilidades en la gestión de
nuestras emociones, este analfabetismo emocional presente en nuestra sociedad, procede
de dos fuentes; la primera es un sistema educativo que hasta el momento ha
dedicado muy pocos recursos a la formación emocional de los niños, pues se ha
centrado únicamente en el campo intelectual.
La segunda de las fuentes es una sociedad
que nos vende la idea que debemos estar siempre contentos y felices, viviendo en
un estado donde emociones atribuidas como desagradables, como el miedo y la
tristeza, no son toleradas ni aceptadas. La sociedad de consumo nos alecciona
para que seamos “compradores de felicidad”,
nos enseña que como más bienes materiales tengamos, mayor felicidad
obtendremos, y en consecuencia menos tristes y asustados estaremos.
Desde pequeños se nos enseña que emociones como la tristeza y
el miedo no son bien recibidas por el mundo que nos rodea. Cuando de niños
expresamos nuestra tristeza y nuestro miedo, la respuesta del mundo adulto es que
no les debemos dar mucha importancia. Se nos intenta aliviar con frases del
tipo: “pasará rápido”, o “no es nada”,
para que no le concedamos mayor relevancia al tema, y de esta forma acabamos
reprimiendo nuestras emociones. En otras ocasiones se nos censura por sentirlas;
quien no ha escuchado frases como; “llorar
es de niñas” o “mamá no te va a
querer si lloras”, y otras por el estilo.
En esta línea la sociedad en la
que vivimos también contribuye a nuestra desconexión emocional, al intentar vendernos
a todas horas productos para estar distraídos, y así alejarnos de lo que estamos
sintiendo en el aquí y ahora. Una sociedad que nos empuja a un hacer constante,
a vivir de forma frenética y que por tanto nos dificulta el contacto con
nosotros mismos.
Por todos estos motivos, al llegar a la edad adulta nos sentimos
con una gran torpeza emocional, pues disponemos de muy pocos recursos para
lidiar con este tipo de emociones. Cuando el miedo o la tristeza emergen en
nuestra vida nuestra reacción suele ser de negación y rechazo. Como tenemos la
convicción que son emociones inaceptables, la forma como las gestionamos es a
través de la distracción. Si nos abstraemos con elementos como la comida, la televisión,
o el móvil, entre otros, dejaremos en un segundo plano esa emoción emergente.
Sin embargo esa emoción quedará latente, y más pronto o más tarde acabará
manifestándose, y no siempre de una forma agradable para nosotros.
Cuando aparecen los típicos dolores psicosomáticos derivados de esta represión emocional, la persona acude al médico, para que así le dé una medicación que le quite ese malestar, cuando realmente lo necesario sería que aprendiese a gestionar sus emociones de una forma saludable; es lo que denominamos como desarrollar la inteligencia emocional. Esta ineficiente gestión emocional es una de las principales explicaciones del aumento de cifras al que nos referíamos al principio.
Cuando aparecen los típicos dolores psicosomáticos derivados de esta represión emocional, la persona acude al médico, para que así le dé una medicación que le quite ese malestar, cuando realmente lo necesario sería que aprendiese a gestionar sus emociones de una forma saludable; es lo que denominamos como desarrollar la inteligencia emocional. Esta ineficiente gestión emocional es una de las principales explicaciones del aumento de cifras al que nos referíamos al principio.
Una de las vías para desarrollar nuestra inteligencia emocional, siendo más conscientes de aquello que nos pasa, y de cómo
gestionarlo es empezar un proceso terapéutico.
A continuación, y para acabar de aclarar conceptos, os voy a
comentar algunas de las diferencias básicas entre una emoción como es la
tristeza y una psicopatología como es el trastorno depresivo.
1. La principal diferencia entre la tristeza y la depresión es que la tristeza es una emoción momentánea y transitoria. La tristeza surge
ante situaciones de pérdida o de decepción en nuestra vida, como una forma de
recogimiento y elaboración de la pérdida. La tristeza permite retirarnos,
reflexionar y aceptar los posibles cambios que se hayan producido en nuestra
vida. La depresión en cambio es un trastorno que perdura en el tiempo, el cual
se manifiesta a partir de diversos síntomas como son: la pérdida o el aumento de
apetito, la fatiga, el insomnio o el sueño excesivo, la falta de disfrute con
actividades que nos gustan, los sentimientos de desvalorización personal, etc… Podemos
decir que la tristeza como tal sería una sintomatología de la depresión, pero
no la única.
Para conocer
más en detalle los síntomas a partir de los cuales se puede diagnosticar un trastorno depresivo,
aquí os dejo un enlace:
2. Por norma general podemos asociar la tristeza con algún
hecho o situación determinada; como la ruptura de una relación de amistad, la
muerte de un amigo, la pérdida del trabajo, etc… En cambio detectar el origen
de un trastorno depresivo puede ser más difícil, pues aparte de los aspectos
emocionales, también pueden influir otro tipo de factores, como factores genéticos,
ambientales y neurobiológicos.
3. Una de las sintomatologías propias de la depresión es la
abulia. La abulia se caracteriza por la falta de voluntad e iniciativa para
enfrentarse a la vida diaria. Esto significa que tareas rutinarias como salir a
comprar, ir al trabajo o hacer cualquier tipo de gestión se convierten en
obstáculos muy difíciles de superar para la persona depresiva. Aunque la abulia
puede aparecer en estados de tristeza, en la depresión se intensifica y perdura
en el tiempo.
4. Un estado de tristeza es pasajero y no reviste de una
mayor importancia. Simplemente con el apoyo de amigos y familiares, y adoptando
una actitud positiva, la persona suele salir de ese estado, recuperando así la
ilusión por su vida y sus proyectos. Sin embargo la depresión es un trastorno
serio, que requiere de ayuda profesional, pues afecta y limita de forma
significativa la vida de la persona. En muchos casos también es necesaria la
toma de medicación como complemento de la terapia para superar la depresión.
5. La depresión tiene un carácter expansivo, y por tanto llega a
afectar a todos los ámbitos de la persona; el familiar, el personal, el social
y el laboral. La persona que sufre de depresión vive su día a día con una gran
pesadumbre y un malestar generalizado en todas las áreas de su vida. La
tristeza en cambio puede estar ubicada en un único ámbito, no limitando de
forma significativa el resto de ellos.
6. Los niveles de seratonina son más bajos en las personas
que sufren de depresión. La seratonina es una sustancia que funciona como un
neurotransmisor, afectando el funcionamiento de la mayoría de las células del cerebro.
Una de sus principales funciones es la de mantener el equilibrio en nuestro
estado de ánimo. Las personas que sufren de un estado de tristeza no tienen
alterados los niveles de seratonina.
Por último recordaros que si os habéis sentido identificados
con los síntomas vinculados a la depresión, os aconsejo que en primer lugar
vayáis al médico para que realice el diagnóstico oportuno. Como he comentado
anteriormente, la depresión es un trastorno expansivo, que poco a poco va a ir afectando a más áreas de la vida, por lo que como más se tarde en abordar el
problema, más difícil y más tiempo se necesitará para recuperar el bienestar
perdido.
Si quieres conocer más sobre la depresión y la tristeza, aquí te dejo otros de mis artículos sobre estos temas:
Leslie Beebe
Terapia y Coaching Personal
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