Emociones (III) La Rabia
Emociones (III). La Rabia. Seguimos con el ciclo de artículos
dedicado a las emociones, hoy nos toca la rabia. Al igual que la alegría, la
rabia es una emoción explosiva, pues supone una liberación de energía al
exterior. Sin embargo mientras que la alegría nos mueve a compartir, la rabia
nos impulsa a apartar aquello que nos molesta.
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Corporalmente la rabia activa nuestro
organismo y nos prepara para el enfrentamiento; los músculos de nuestras extremidades se activan, el pulso se acelera y nuestra mandíbula y rostro se tensan.
Generalmente sentimos rabia ante dos tipos de situaciones; la
primera es cuando nos damos cuenta que algo o alguien no ha cumplido con
nuestras expectativas. La segunda es una reacción de defensa cuando sentimos
que no somos respetados. En este sentido la rabia nos ayuda a decir no, a poner
límites y a defensar nuestros derechos e intereses ante el resto de personas.
En general existe una gran dificultad en poder gestionar la
rabia de una forma saludable. En mi opinión el principal motivo de esta
dificultad se origina en el miedo de muchas personas ante los efectos
que puede producir la rabia una vez expresada. Estas personas tienen miedo a manifestar su rabia por la relación
que establecen con el descontrol emocional; asocian sentir rabia con su miedo a
hacer daño al otro, a hacerse daño a sí mismos, o a al juicio que puede
despertar la expresión de dicha emoción.
Respecto al juicio no debemos olvidar que la rabia es una de
las emociones más rechazadas a nivel social, pues en general no está bien visto
enfadarse. Uno de los principales motivos de este rechazo es que relacionamos
la rabia con la agresividad o la violencia, cuando realmente no siempre es así. Dentro
de la rabia existen múltiples formas de expresión, siendo la agresividad un polo extremo, pero no el único. Debemos entender que podemos manifestar
nuestra rabia desde otros niveles no tan extremos, como son la asertividad y la
firmeza, por tanto sin tener que llegar a la agresión verbal, ni mucho menos a
la física. Sentirse enfadado no significa comportarse agresivamente.
El miedo a la rabia es lo que nos conduce a reprimirla, o
bien a sustituirla por otra emoción más bien vista, como puede ser la tristeza.
Sea cual sea el caso, no gestionamos correctamente la emoción, por lo que el
malestar se va acumulando en nuestra "mochila emocional". Cuando esta carga se
vuelve muy pesada, entonces es cuando es más susceptible que perdamos nuestro
control emocional, y en consecuencia que la rabia se manifieste de forma dañina,
tanto para nosotros como para el resto de personas.
La rabia sin control nos aleja de satisfacer nuestra verdadera
necesidad; por ejemplo la rabia puede
surgir ante una situación en que sentimos que nuestra libertad es vulnerada por
otra persona, en este caso nuestra necesidad es poner un límite claro y hacernos
respetar ante el otro. Si nos dejamos llevar por la rabia, puede ser que
acabemos insultando o faltando al respeto a la otra persona. Cuando este
descontrol se produce nos quedamos con un mal sabor de boca, sintiéndonos
culpables, al habernos dejado llevar por la emoción y sin haber satisfecho
nuestra necesidad original.
La rabia también es una de las emociones más reprimidas a
nivel cultural, sobretodo en determinadas sociedades, como la anglosajona. Cuando
ejercemos una fuerte represión sobre una emoción lo que provocamos es que su
sombra sea muy alargada, y por tanto que se acabe manifestando de la forma más
dañina posible. Un claro ejemplo de ello lo tenemos en las visitas que realizan
grupos de personas procedentes de estas culturas a nuestro país. Estos individuos,
inhibidos por el alcohol, se dedican a provocar disturbios violentos,
manifestando su rabia de la forma más dañina posible.
Otra manifestación no saludable de esta emoción es cuando revertimos
el sentido original de la rabia; es decir cuando la rabia pasa de ser una
fuerza expansiva dirigida al exterior, a ser una fuerza retraída dirigida a
nuestro interior. Un claro ejemplo de ello es cuando por miedo a expresar la
rabia, lo que hacemos es tragárnosla y dañarnos a nosotros mismos, ya sea a
través de pensamientos de desvalorización y falta de autoestima, o bien a
partir de situaciones extremas en que podamos llegar a autolesionarnos.
Para una correcta gestión de la rabia el primer paso es
darnos la libertad y el derecho para manifestar nuestro enfado. Debemos entender
que como más reprimamos y censuremos nuestra rabia, más susceptible será que
llegado el momento de manifestarla lo hagamos de una forma descontrolada y
dañina.
El segundo paso es romper con la creencia que la rabia es
sinónimo de agresividad. Debemos entender que es factible demostrar enfado sin
tener que recurrir a ningún tipo de agresión.
El tercer paso para una correcta gestión emocional es reconocer
la herida que se encuentra detrás de la rabia. En la mayoría de ocasiones el
malestar originado por el enfado no reside tanto en aquello que otras personas
pueden hacer o decir, sino en cómo nosotros lo percibimos y procesamos. En este
sentido el motivo original del enfado lo podemos encontrar en un dolor o frustración
procedente de una herida del pasado, la cual aún no hemos sanado. Reconocer y
sanar el dolor que acompaña a nuestro enfado, nos puede ayudar a relacionarnos
con nuestra rabia de una forma mucho más saludable.
"Todo lo que nos irrita de otros nos lleva al entendimiento de nosotros mismos" Carl Jung
Si quieres conocer más sobre la rabia, aquí te dejo un artículo de mi compañera terapeuta, Sandra Valent:
Como te llevas con la rabia
Si quieres conocer más sobre tus emociones, no dejes de leer los siguientes artículos:
El miedo.
La alegría.
La tristeza
Leslie Beebe
www.ansiedad.barcelonaComo te llevas con la rabia
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