La Gestión del Miedo
La gestión del miedo. El miedo es una emoción universal que conocemos desde los
primeros momentos de nuestra vida, sin embargo es una de las emociones más
difíciles de gestionar. A nivel social y cultural el analfabetismo emocional y
el juicio que impera sobre el miedo han convertido esta emoción en algo indigno
y negativo, que necesitamos eliminar de nuestro ser. Por este motivo nos autosugestionamos
para no sentir miedo, enviándonos mensajes del tipo; “yo soy valiente, no tengo miedo”, “no voy a dejar que el miedo me
domine”, “no hay motivo para sentir miedo”, “solo los cobardes tienen miedo”,
etc…
Como consecuencia de este concepto que tenemos sobre el
miedo, nuestra reacción ante él suele ser principalmente de dos tipos; o bien luchar
contra el miedo para anularlo, o bien intentar esconderlo no dándole
importancia. Ambas técnicas raramente
nos llegan a funcionar, resultando en una mayor angustia y en un bloqueo
emocional.
A continuación voy a comentar algunas estrategias que podemos
adoptar para aprender a relacionarnos con nuestro miedo:
1. Si nos permitimos salir de nuestro juicio, veremos que el
miedo es simplemente una señal que nos indica que existe un peligro que nos
amenaza. Esta sensación de amenaza surge de nuestra percepción que existe una
desproporción entre la magnitud de la amenaza y los recursos que disponemos
para enfrentarla. En ocasiones puede ser que esta percepción de peligro sea
objetiva y real, por ejemplo si alguien nos amenaza con un arma, o bien puede
ser que la amenaza sea subjetiva, originada en nuestra mente, por ejemplo el
miedo al juicio cuando tenemos que hablar en público. Si la circunstancia tiene
que ver con una percepción subjetiva, entonces debemos revisar nuestras
creencias al respecto y ponerlas en duda. En referencia al miedo citado anteriormente de hablar en público, podríamos formularnos preguntas que nos ayuden a
racionalizar nuestro miedo, y en consecuencia reducirlo, como por
ejemplo:
¿Qué pensamientos tengo
al respecto?, ¿Qué utilidad tienen estos pensamientos y en qué me benefician?, ¿Tengo
una experiencia previa que me confirme mis pensamientos?, si es así ¿Qué puedo
hacer yo de diferente ahora para cambiarlo?, ¿Cuánto de realidad hay en mis
pensamientos?, ¿Qué es lo peor que puede pasarme?, y lo mejor?,¿Qué es más
probable que suceda?. Si algún amigo tuviese que enfrentarse a este tipo de
amenaza, ¿Qué le diría?.
2. La tendencia más frecuente ante el miedo es convertir una
señal de amenaza en un problema. Si atendemos al miedo como una señal, y no
como un problema, podremos llegar a aceptarlo y gestionarlo de una forma más
saludable. Una metáfora que ayuda a entender este punto es la que menciona el
psicoterapeuta Norberto Levy, el cual equipara el miedo, a la luz que se
enciende en el tablero de un coche indicándonos que nos quedamos sin gasolina.
En este sentido la luz roja no es el problema, sino que es el indicador que nos
informa que debemos pasar por una gasolinera lo antes posible. Sería absurdo
que nos enfadásemos con la luz, maldiciéndola y entrando en conflicto con ella,
como hacemos nosotros con nuestros miedos, pues el resultado sería inútil, ya
que acabaríamos con el coche parado por falta de gasolina. Debemos concebir el
miedo no como un problema, sino como una señal que nos informa sobre aquellos recursos
que necesitamos desarrollar para poder superar una amenaza.
3. Anteriormente he planteado el miedo como aquella
percepción que surge cuando una amenaza sobrepasa nuestros recursos; en este
sentido es erróneo pensar que alguien es cobarde por no enfrentarse a sus
miedos, simplemente es que no dispone de los recursos necesarios para hacerlo.
Por este motivo si ante circunstancias de la vida te dices a ti mismo que eres
cobarde, plantéate cuáles son los recursos que necesitarías obtener para
enfrentarte a ese miedo, así como la forma de conseguirlos. Seguramente te
darás cuenta de que los recursos que buscas están relacionados con aspectos de ti mismo; como la autoestima, la capacidad de estar abierto al aprendizaje, el
autoconcepto que tienes sobre ti mismo, tus valores y creencias, etc… De nada te
servirá adoptar una actitud de víctima ante el miedo, culpabilizándote y
castigándote a ti mismo por sentir esa emoción.
4. Es aconsejable que cambies el tipo de relación que
mantienes con tus miedos; en vez de luchar contra ellos para suprimirlos, o
bien ignorarlos para no querer enfrentarte a ellos, lo que debes hacer es
aprender a escucharlos y asistir a sus demandas. Si escuchamos los mensajes de
nuestros miedos, y los aceptamos como una señal de alarma, teniendo en cuenta
aquello que nos dicen, podremos empezar a vivir nuestros miedos de una forma
diferente, encontrando aquellos recursos que nos permitan enfrentarlos. A este
tipo de miedo lo llamamos miedo funcional.
5. Es importante no dejarse llevar por el miedo. Cuando el
miedo genera angustia, nos paraliza y bloquea para avanzar, anulando así la
posibilidad de aprendizaje, entonces estamos hablando del miedo disfuncional.
Para que un miedo no se transforme en disfuncional debemos evitar alimentarlo
con pensamientos tóxicos. Muchas veces cuando sentimos miedo ante una circunstancia
nuestra actitud es de oposición ante ese miedo; queremos luchar y acabar con él
para quitárnoslo de encima lo antes posible. Paralelamente a esta actitud, lo
que hacemos es disparar nuestro pensamiento con ideas catastrofistas de aquello
que llegará a pasar por culpa del miedo. Estas fantasías lo que provocan es que
el miedo se agrave, entrando en un bucle de miedo al miedo del que es difícil
salir.
6. El miedo es una emoción que genera en nosotros toda una
serie de reacciones internas, la mayoría de ellas desagradables. Existen
diferentes, dependiendo de cada persona, por ejemplo reacciones de vergüenza,
humillación, enfado, impotencia… Estas reacciones provocarán que ante el primer
indicio de miedo, nos cerremos a él; esto significa que en vez de aceptarlo y
expresarlo, lo que vamos a hacer es reprimirlo y evitarlo. Con el tiempo este
miedo no asistido se acabará manifestando a partir de otros síntomas como dolor
muscular, tensión, jaquecas… hasta el punto que si a largo plazo nos negamos a
atender a nuestro miedo, podemos acabar sufriendo de un trastorno de salud más
grave como las crisis de ansiedad.
7. Con el fin de evitar que el miedo se convierta en nuestra
peor pesadilla, la actitud recomendable es cuando aparezca dejárnoslo sentir en el cuerpo, sin luchar ni resistirnos, aceptando que está allí y
escuchando su mensaje. Si a esta actitud le añadimos la toma de conciencia
corporal en el presente, es decir que en el momento que aparezcan pensamientos
sobre un futuro catastrófico nos centremos en la respiración y en el cuerpo, en
el aquí y ahora, veremos como al cabo de unos minutos ese miedo que tanto
temíamos habrá reducido su intensidad.
A continuación te dejo un video del psicoterapeuta Norberto
Levy que habla sobre esta temática:
Si quieres conocer más sobre el miedo y formas saludables de
gestionarlo, aquí te dejo otros de mis artículos sobre el tema:
Leslie Beebe
www.ansiedad.barcelonahttps://www.facebook.com/TerapiaBcn/
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