Como Enfrentarse al Duelo


Como enfrentarse al duelo. Una de las situaciones más dolorosas que tenemos que enfrentar en nuestra vida es la pérdida de un ser querido. Cuando perdemos a alguien las reacciones ante esa situación son diversas según cada persona, no obstante existe un denominador común que es el dolor por la ausencia. Ese dolor es el síntoma que indica el inicio de un proceso denominado como duelo, de hecho, la palabra duelo significa dolor en latín.

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El proceso de duelo tiene como finalidad reconocer y asimilar la pérdida del ser querido, así como aprender a vivir sin ésa persona, lo que permite adaptarnos a una nueva realidad. Durante el duelo pasaremos por diferentes etapas, las cuáles variarán en intensidad y duración según cada persona. No son etapas lineales, lo que significa que las iremos visitando a lo largo del  proceso de duelo. Las principales etapas del duelo son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Vamos a verlas con más detalle:

La negación es una primera etapa de desconcierto ante la pérdida. Durante esta fase la persona es incapaz de aceptar la realidad, negándose a la evidencia. En estos momentos hay personas que reaccionan ante la noticia como si nada hubiese pasado, intentando aparentar ante otros y ante sí mismos que todo continúa igual. La negación es una fase necesaria en el duelo, pues nos permite integrar la información recibida de forma progresiva, amortiguando el shock por la pérdida.

La segunda etapa es la ira. La ira es una de las emociones más presentes en el proceso de duelo, sin embargo en esta etapa es cuando aparece con más intensidad. La frustración y la impotencia ante la pérdida provocan que la persona busque culpables externos o causas que expliquen racionalmente el suceso traumático. A veces esta etapa se vive desde el resentimiento hacia el ser fallecido por el dolor que nos ha causado su muerte. Este resentimiento con la persona fallecida se vive con culpa, lo que provoca que los niveles de enfado aún aumenten más. En esta etapa la persona se hace preguntas relacionadas con la búsqueda de justicia, del tipo; “¿Por qué yo?”, “No es justo”, “¿Por qué me ha sucedido esto a mí?”.

La tercera etapa es la denominada como negociación, en la cual la persona busca alguna estrategia o solución que le permita revertir lo ocurrido. Aunque una parte de nosotros sabe que el ser querido ya no volverá, existe otra que aún siente la necesidad de retornar a la vida pasada, antes del fallecimiento. En esta etapa aparece la intención de retroceder en el tiempo, para así evitar de una forma u otra el hecho traumático. Es frecuente en esta etapa frases del tipo: “Si yo hubiese…”, “Qué hubiese pasado si…”, “Y si…” Aparece así una voluntad de quedarnos fijados en el pasado para intentar curar el dolor que estamos sintiendo, a la vez que fantaseamos con una vida alternativa en la que el fallecido aún se encuentra entre nosotros.

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La cuarta etapa es la depresión. En esta etapa la persona toma conciencia de lo irreversible de la situación y contacta con el vacío y el dolor que el fallecimiento ha provocado en su vida. En esta etapa son frecuentes los estados de tristeza y melancolía, así como la sensación que no vamos a poder tirar adelante con nuestra vida sin la persona fallecida. La frase característica de esta etapa sería; “Si ya no está para qué seguir?” . Aunque esta etapa puede presentar síntomas como la necesidad de aislarse socialmente o los estados depresivos, si percibimos que éstos perduran en el tiempo, sería aconsejable consultar con un profesional de la terapia para que nos ayude en el proceso.

La quinta y última etapa es la aceptación. En esta fase la persona acepta la pérdida, dándose la oportunidad de una nueva vida sin el ser querido. Es una etapa de reflexión y toma de conciencia donde podemos reflexionar sobre el sentido de la vida y aquello que esperamos de ella. La frase que resume esta etapa sería: “Todo va a ir bien (incluso sin esa persona)”. En esta etapa la persona comprende que la muerte no es un castigo, sino parte de la vida misma. Las emociones de culpabilidad y rencor por lo ocurrido se transforman en aceptación y aprendizaje de la experiencia vivida.

Si actualmente estás atravesando por un duelo, o conoces de alguna persona que se encuentre en esa circunstancia, a continuación voy a comentar algunas estrategias que pueden ayudarte en la transición del proceso.

1. Acepta el proceso de duelo. El duelo es un proceso necesario que nos permite curar la herida que se produce por la pérdida de algo o alguien en nuestra vida. Por este motivo, aunque pasemos por momentos de profunda tristeza e ira (emociones típicamente desagradables que no nos gusta sentir), debemos tener claro que transitarlas es el único camino para alcanzar la sanación emocional. En este sentido no es aconsejable adoptar estrategias para reprimir o desviar las emociones asociadas al duelo, algunas de las más características son; ocupar el día con multitud de actividades para no estar en contacto con nosotros mismos, o bien insensibilizarnos y decirnos que somos fuertes, que no pasa nada y que todo está bien. Este tipo de actitudes son contraproducentes, pues provocarán que el duelo se alargue en el tiempo y corremos el peligro de que se quede enquistado, manteniendo de esta forma la herida abierta.

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2. Acepta tus sentimientos. No todo el mundo reacciona igual ante una pérdida; hay personas que tienen facilidad para identificar y expresar sus emociones, mientras que otras tienen más dificultad para ello. Asimismo hay personas que les cuesta lidiar más con un tipo de emoción que con otra. Independientemente del tipo de relación que mantengas con tus emociones, lo importante es que las aceptes cuando aparezcan, sin juzgarlas ni culpabilizarte por ellas. Tampoco creas que existe un manual que té explica cómo vivir el duelo y cómo debes sentirte en cada momento; el duelo es un proceso muy personal y diferente según cada persona y situación.  Aunque antes he comentado las fases del duelo, debes tener claro que es simplemente una orientación, un mapa del proceso, y por tanto no debe ser tomado como un manual de instrucciones.

3. No descuides tu persona. Ante un proceso de duelo, debes priorizar tu bienestar. Esto significa respetarte y estar atento a cuáles son tus necesidades en cada momento, dejando de lado exigencias propias y ajenas. Debes tener claro que en estos momentos lo más importante es tu recuperación emocional, por este motivo evita hacer las cosas porque te sientas en la obligación o para quedar bien con el resto de personas. En este sentido también es importante que cuides de tu salud física; es recomendable que mantengas unos horarios regulares en las comidas, cuides tu alimentación, practiques ejercicio y duermas las horas necesarias. Estos hábitos saludables contribuyen positivamente en el proceso de duelo.

4. Expresa lo que sientes. Es importante que te permitas expresar tus emociones, sobretodo la tristeza, y que no sientas vergüenza por compartirla con el resto de personas. No hace falta que comuniques lo que te pasa a todo el mundo, pero sí a una o dos personas de tu confianza, con las que te sientas a gusto y que te puedan aportar el apoyo y comprensión que necesitas. Debes evitar esconder tu dolor, no sientas miedo ni vergüenza por ello, es natural y a la vez sanador expresarlo. En este sentido date permiso para llorar, el llanto es la expresión directa de la tristeza, es un mecanismo liberador y sanador a la vez. Reprimir el llanto para mostrarte fuerte solo te conducirá a estar más triste y ansioso.

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5. Normaliza la muerte. Existen casos en que una vez producido el fallecimiento, la familia firma un pacto de silencio para no hablar del difunto ni de los recuerdos asociados a él. Esta actitud es nociva para la familia, pues lo único que se consigue es reprimir y esconder el dolor que todos los familiares sienten por la pérdida. Lo aconsejable en estos casos es poder hablar libremente sobre la persona fallecida y compartir historias y anécdotas. Esta actitud es un  bálsamo reparador que ayudará a todos los familiares a lidiar con la muerte, fomentando elementos como el amor, la empatía y la comprensión en el ámbito familiar.

6. No te deshagas de los objetos que te recuerdan a la persona fallecida. Durante el proceso de duelo, cuando nos sentimos extremadamente vulnerables, no es el mejor momento para tomar decisiones importantes. En este sentido es aconsejable que no te deshagas de aquellos objetos que te recuerdan a la persona fallecida. Aunque en un primer momento pueda parecerte una buena idea, seguramente acabarás arrepintiéndote por ello. No es necesario, ni aconsejable, tener todos los objetos a la vista, pero sí guardarlos en una caja o en un lugar que no esté a la vista, y de aquí un tiempo, una vez superado el duelo, decidir qué hacer con ellos. Siguiendo esta premisa, el duelo tampoco es un buen momento para tomar decisiones importantes como cambios de domicilio, de trabajo, etc... en estos casos la inestabilidad emocional nos puede impulsar a tomar decisiones precipitadas que después podemos lamentar.

7. Despídete del ser querido. En ocasiones cuando alguien fallece no tenemos la oportunidad de despedirnos, o bien nos vemos obligados a hacerlo de forma rápida e imprevista. Por este motivo es importante que te des la oportunidad de despedirte de tu ser querido, aunque esta persona ya no esté presente. Una de las opciones es escribir una carta de despedida, expresando todo aquello que necesitas decirle y que no tuviste oportunidad de comunicar en vida. Si es posible puedes visitar el cementerio donde esté esa persona y leérsela una vez finalizada. Otra opción es escribir durante el proceso de duelo un diario donde vayas expresando tus emociones, sensaciones y pensamientos. Un última opción es crear un “espacio de recuerdos” (por ejemplo un álbum o una caja), donde depositar aquellas fotos y objetos que te recuerden  a esa persona. Cuando lo consideres oportuno puedes revivir esos momentos y situaciones. Esta última opción la suelo recomendar a mis clientes una vez el duelo está encarrilado, pues en caso contrario puede tener los efectos contrarios a los buscados, aumentando los estados de tristeza y melancolía.

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8. No seas exigente contigo mismo. El duelo es un proceso lento pero progresivo, y como tal dura un tiempo, aproximadamente entre 1,5 y 2 años. Por este motivo no quieras correr, sé paciente y toma conciencia que no es un proceso lineal, lo que significa que un día puedes sentirte muy animado y alegre, y al día siguiente volver a conectar con el llanto y la tristeza. Piensa que es absolutamente normal, y no significa de ninguna manera un retroceso en el proceso. No te castigues ni culpabilices por ello.

Se considera que se ha llegado al final del duelo cuando somos capaces de recolocar emocionalmente a nuestro ser querido, aceptando que aunque esa persona ya no está presente, una parte de ella sigue viviendo en nosotros. Esta aceptación de la nueva realidad nos permite seguir nuestro camino, aprendiendo de lo vivido junto a esa persona y aceptando que la vida ha cambiado, lo que nos lleva a abrirnos a nuevas experiencias y relaciones.

Por último es importante que tengas en cuenta que a medida que pase el tiempo debes ir sintiéndote mejor respecto a la pérdida. Aunque al inicio del proceso de duelo la mayoría de tus pensamientos estarán focalizados en el hecho traumático, a medida que pasen los días, otros aspectos como el ámbito social, laboral y familiar irán ocupando el sitio que les corresponde en tu vida. Si no es así, y sientes que tu dolor y las emociones derivadas de la pérdida ocupan la mayor parte de tus energías y de tu tiempo, entonces sería aconsejable que buscases ayuda profesional para elaborar el duelo de una forma saludable. 

Leslie Beebe

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