La libertad de ser


La libertad de ser. Uno de los principales motivos para acudir a terapia es el sufrimiento, el cual adopta multitud de formas y manifestaciones. Es inherente a la vida que todos atravesemos por momentos de dolor como puede ser la muerte de un familiar, una separación de pareja o la pérdida de trabajo, sin embargo estos son momentos puntuales en nuestra vida. Si nos fijamos en nuestro día a día, veremos que existe otro tipo de sufrimiento, que está vinculado a la forma como nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, y que tiene que ver con la forma cómo nos impedimos dejarnos ser.

LA LIBERTAD DE SER

Desde pequeños se nos enseña a ser y a actuar de una forma determinada, la cual es producto de toda una serie de mandatos sociales, familiares y culturales. Con los años nos damos cuenta qué aunque la educación recibida nos ha ayudado a encajar en el mundo, también nos ha separado de nuestra esencia. La esencia nos da la libertad para ser y mostrarnos tal y como somos ante nosotros mismos, y ante el resto del mundo.

El psiquiatra Carl Jung en su teoría sobre el proceso de individuación, mencionaba dos grandes fases en el desarrollo humano. La primera sería una fase Yang, más activa, que tendría que ver con los primeros años de vida, en la cual obtenemos el conocimiento del exterior, a través de los mandatos familiares y sociales ya comentados, y que culmina con la formación de una personalidad que nos permite interactuar y sobrevivir en el mundo. Posteriormente, a medida que nos acercamos a la mediana edad, tendríamos una segunda fase más Ying o receptiva, donde la energía cambia de dirección hacia un estado de interiorización, análisis y autoevaluación de lo vivido. Esta fase conduce a una conexión con una parte más sincera y auténtica en nosotros mismos, denominada como esencia.

Cuando hablamos de esencia hacemos referencia a contactar con aspectos tan importantes en el ser humano como aceptarnos tal y como somos, o bien sentir la libertad para dejarnos ser. La psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir consideraba que todo ser humano debía manifestar su esencia desde 5 libertades fundamentales. Según Satir la expresión de estas libertades era fundamental para el desarrollo de una sana autoestima.

1. La libertad de ser

“La libertad para ser lo que soy ahora, de ver y oír lo que hay, en vez de lo que fue, lo que será o lo que debería ser”.

La libertad de ser tiene que ver con la libertad de vivir el momento presente, en el aquí y ahora. Todo lo que se da en el momento actual y como nosotros somos ahora está bien. No necesitamos ser diferentes para ser felices. Quedarnos en la melancolía del pasado, o bien en la ansiedad del futuro nos aísla del momento presente, y nos conduce a sufrir frustración y malestar.

2. La libertad de sentir

“La libertad para sentir lo que siento, en lugar de sentir lo que creo que debería sentir, lo que se supone que debería sentir”.

Las emociones nos aportan información de nuestro entorno que nos ayudan a tomar decisiones. No obstante a veces censuramos o reprimimos nuestras emociones por miedo al juicio externo, o simplemente porque en nuestro interior existe una voz que nos dice que no son emociones adecuadas. 

De esta forma muchas veces falseamos, reprimimos y sustituimos nuestras emociones más sinceras, por otras que consideramos más adecuadas. Seguramente de pequeños se nos enseñó que había emociones más tolerables y que era lícito expresar, como la alegría, y otras más penalizadas que era necesario esconder, como la tristeza o el miedo. En la actualidad, como adultos responsables, debemos tener la libertad de sentir, reconocer y expresar nuestras emociones, sin miedo a ser juzgados por ello, ni tampoco culpabilizarnos por aquello que sentimos.

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3. La libertad de decir

“La libertad para decir lo que siento y pienso, en vez de decir lo que se supone que debería sentir y pensar”.

Debemos tener la libertad de expresarnos y mostrarnos tal y como somos. No debemos compararnos con otras personas, ni desvalorizarnos, aceptando que como todo ser humano tenemos nuestras potencialidades, pero también nuestros defectos. De esta forma debemos aceptar una verdad universal, y es que no vamos a gustar a todo el mundo.

Como he comentado anteriormente, en ocasiones falseamos nuestras verdaderas emociones, remplazándolas por otras que consideramos más aceptables. Aunque somos conscientes de aquello que sentimos, es habitual que nos traicionemos a nosotros mismos, comunicando algo diferente con la finalidad de contentar al resto de personas, intentando así manipular la opinión externa. El objetivo de falsearnos es evitar miedos tan básicos como el miedo a no ser querido o el miedo al abandono.

Es también habitual que callemos nuestras emociones y sentimientos, por multitud de creencias limitantes y miedos, como que aquello que deseamos expresar no es interesante para el resto de personas, que puedo molestar a otros con mis comentarios, o bien que voy a ser rechazado si me doy la libertad de expresar lo que siento. De esta forma lo que conseguimos es invalidarnos, creando una imagen muy pobre sobre nosotros mismos y perjudicando nuestra autoestima.

Cuando falseamos nuestras emociones y sentimientos no solo estamos mintiendo al resto de personas, sino lo más importante, a nosotros mismos.

4. La libertad de pedir

“La libertad para pedir lo que quiero, en lugar de esperar el consentimiento ajeno”.

Debemos ser libres para reconocer nuestras necesidades y deseos, y en consecuencia, pedir lo que queremos. En esta línea debemos tomar conciencia que no todo aquello que pidamos se nos va a dar, por tanto es importante saber tolerar y gestionar la frustración, así como también el hecho de no tomarnos de forma personal la negativa del otro.

Otro aspecto importante a la hora de pedir es que debemos ser nosotros quien así lo expresemos, de una forma clara y asertiva. En ocasiones esperamos la aprobación externa antes de pedir, o bien creemos que la otra persona adivinará nuestros deseos sin necesidad de que tener que comunicar nuestra necesidad. Estas conductas erróneas conducen a limitar la expresión de nuestra necesidad más genuina.

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5. La libertad de arriesgarse

“La libertad de correr mis propios riesgos, en vez de conformarme con la seguridad y no perturbar la tranquilidad”.

Muchas veces el miedo a lo que los otros vayan a pensar de mí, el miedo al fracaso, o el miedo a ser rechazado limitan la ejecución de nuestras acciones. Sin embargo si no somos capaces de arriesgarnos, difícilmente llegaremos a conseguir aquello que deseamos. Muchas veces nos apegamos a lo que consideramos seguro por temor a fracasar, a perder lo que tenemos, o a sentir dolor; en definitiva tenemos un gran miedo a lo desconocido.

Para superar nuestros miedos es necesario arriesgarse a salir de nuestra zona de confort, solo así podremos crecer y avanzar. En este sentido debemos lidiar con aspectos que a la mayoría de nosotros nos resultan incómodos como la incertidumbre futura, o el no control de la situación.

Una vez nos aventuramos a tomar riesgos conectamos con nuestro poder personal, aumentando nuestra autoestima y la confianza en nuestras posibilidades.

Integrar estas libertades nos conecta con nuestra esencia personal, nos empodera y eleva nuestra autoestima. A la vez, nos permite ser auténticos y congruentes con nosotros mismos; es decir que aquello que pensamos, las palabras que decimos y la forma como actuamos mantienen una coherencia.

La mejor forma de conectar con nuestra esencia personal, con lo auténtico en nosotros, es realizar un proceso de autoconocimiento. En esta línea la terapia es el acompañamiento más adecuado para transitar este camino.

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Leslie Beebe
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