¿Por qué somos infieles?

 ¿Por qué somos infieles? Una mirada psicológica a la infidelidad

No es fácil describir los motivos que hacen que una persona sea infiel a su pareja. Múltiples factores influyen en el hecho de tomar la decisión de romper el pacto que nos vincula como pareja, haciéndolo de una forma deshonesta e irrespetuosa hacia la otra persona.

Por Qué Somos Infieles


En este artículo haré un repaso sobre lo que yo creo son las principales causas que motivan una infidelidad, aunque estoy seguro que me dejo alguna, pues como he comentado, las causas que pueden originarla son muy variadas.

En primer lugar deberíamos definir qué entendemos como infidelidad. Ser infiel significa llevar a cabo una acción que rompe el pacto de confianza con nuestra pareja. La infidelidad se fundamenta en aspectos como la deslealtad y la mentira hacia nuestra pareja. Para determinar aquello que se considera como infidelidad, es básico conocer los términos y normas que nos vinculan con la otra persona. Por ejemplo hay parejas abiertas, que no conciben como infidelidad el acto sexual con una persona externa a la relación; mientras que otras parejas consideran la exclusividad en las relaciones sexuales, como un principio fundamental del acuerdo que les une. En este sentido, es una conversación que deberíamos tener con nuestra pareja, para así fijar los términos que regulan la relación, estableciendo aquellas prácticas que son consideradas como infidelidad, y cuáles no.

Cuando se produce una infidelidad, ya sea porque hemos sido nosotros los causantes, o bien porque hemos sido víctimas de ella, deberíamos entender la situación como una luz roja que nos alerta de algún aspecto que no acaba de funcionar en nuestra vida, ya sea respecto a nuestra relación de pareja, o bien a nivel personal.

En relación a la pareja, las causas que pueden motivar esta alerta roja son diversas, aunque en la mayoría de ocasiones son el resultado de una comunicación ineficiente, o incluso ausente, con nuestra pareja. Algunas de las situaciones que pueden motivar una infidelidad son:

Falta de ilusión con el proyecto de pareja. En un gran número de ocasiones cuando se produce una infidelidad no es por falta de amor, sino por falta de ilusión con el proyecto que mantenemos con la pareja. La rutina diaria, la ausencia de relaciones sexuales o el distanciamiento emocional, suelen ser algunas de las principales justificaciones que las personas manifiestan para ser infieles.

Cambios en los objetivos comunes con la pareja. La relación de pareja no es un estado inmutable, sino que va cambiando y desarrollándose con el tiempo. Si las personas que conforman la pareja evolucionan de forma diferente, es decir que con el tiempo los objetivos y sueños de cada uno cambian, distanciándose del proyecto en común, esto puede ser un factor que también motive la infidelidad.

Sensación de no obtener aquello que se necesita en la relación de pareja. En ocasiones uno de los miembros de la pareja siente que no obtiene del otro aquello que desearía, o al menos no en la medida que a él o a ella le gustaría, por ejemplo: tiempo compartido, escucha, comprensión, ternura, sexo...Ante esa desatención, la persona busca satisfacer su necesidad fuera de la pareja. En otras ocasiones, la infidelidad se produce porque la persona toma conciencia de que no puede crecer más en esa relación. El miedo a hacer daño al otro si expone sus sentimientos, o la incertidumbre respecto aquello que le depara el futuro, puede hacer que se reaccione buscando una salida a través de la infidelidad.

La utilización de la infidelidad como una forma de gestionar el enfado con el otro. En estos casos la persona se siente por algún motivo resentida o enfadada con su pareja, por lo que canaliza esa ira a través del acto infiel.

Ninguna de las circunstancias que acabamos de comentar justifica ser infiel con nuestra pareja. La solución a todas ellas pasa por ser sinceros con nosotros mismos y con nuestra pareja, atreviéndonos a expresar como nos sentimos y manifestando aquello que necesitamos del otro. En resumen, una comunicación abierta y sincera con la pareja. Lamentablemente, la comunicación suele ser un factor deficiente en un elevado porcentaje de las parejas, siendo esta ausencia la responsable de un gran número de problemas dentro de la relación. Al no existir una comunicación fluida en la pareja, muchas veces se opta por gestionar el malestar de una forma totalmente errónea, como es cometiendo una infidelidad.

Respecto a las circunstancias relacionadas con la psicología de cada individuo, y que suelen estar relacionadas con el acto infiel, destacaría las siguientes:

Una baja autoestima. Cuando depositamos el amor hacia nosotros mismos en manos de nuestra pareja, favorecemos una autoestima frágil y una relación dependiente. En las sesiones de terapia personas que llevan años en pareja, me comentan que con el tiempo sienten que han dejado de ser ellos mismos. Me dicen que se han mimetizado tanto con su pareja, que ya no son conscientes de cuáles son sus necesidades y deseos. Una pérdida de identidad que más de una persona me ha comentado recuperó al tener una aventura. En este sentido, más que buscar a otra pareja, lo que se deseaba era un reencuentro consigo mismo. En estos casos sería recomendable acudir a terapia para conocer los motivos que provocaron el olvido sobre si mismo, y la desatención a las necesidades propias.

En otras ocasiones, las relaciones de pareja se cimentan en inseguridades y miedos, en vez de basarse en el amor y la confianza propias de una relación saludable. Algunos de los testimonios de este tipo que me he encontrado en terapia son los siguientes;

Personas que mantienen creencias limitantes sobre sí mismas, como la idea de no ser suficiente para estar con la pareja que realmente desean.

Mujeres que pasados los 40 sienten que su reloj biológico les apremia a encontrar un padre para sus hijos.

Personas que presentan un intenso miedo a estar solas.

Este tipo de situaciones que acabo de comentar llevan a la persona a vincularse con su pareja desde el miedo y la inseguridad, por lo que es común que sean fuente de relaciones de apego tóxicas. El malestar propio de este tipo de relaciones puede favorecer a que se tome la decisión de ser infiel a la pareja, pues internamente no se está satisfecho/a con la relación que se mantiene en el presente.

Una crisis personal. Las crisis personales, como puede ser la crisis de mediana edad, son momentos de una profunda removida emocional, pues la persona entra en contacto con emociones muy intensas como el vacío existencial, o la sensación de falta de sentido de la vida. Ante ese malestar, algunas personas optan por recurrir a la infidelidad como una salida a su sufrimiento.

En estos casos de crisis existencial, buscarse lo que llamamos una aventura puede hacer que la persona se crea más joven, al sentirse deseada de nuevo. La recuperación de la intensidad y la pasión propias de la fase de enamoramiento, la novedad por conocer a alguien nuevo y desconocido, los elevados niveles de adrenalina que eso conlleva, así como el morbo que puede despertar estar haciendo algo que va en contra de las reglas establecidas, pueden conducir a la persona infiel a creer que ha recuperado la energía de tiempos pasados. Pasado un tiempo, la persona infiel suele darse cuenta del espejismo vivido.

Inseguridad personal y miedo a la soledad. En ocasiones, en vez de enfrentar el hecho de que ya no deseamos seguir con nuestra relación, el impulso nos lleva a buscar a alguien para evitar quedarnos solos cuando se comunique la noticia a la pareja. En terapia me he encontrado en más de una ocasión con estos casos. El profundo miedo que sienten estas personas al hecho de verse solas, les lleva a encontrar a un sustituto que reemplace a su pareja actual, incluso antes de que se produzca la ruptura. Muchas veces esta decisión se hace de una forma inconsciente, y no es hasta que la persona puede revisar en terapia lo sucedido, que toma conciencia de los motivos que le llevaron a actuar así.

No hace falta decir, que la estrategia “a rey muerto, rey puesto” resulta ser una de las peores decisiones que se pueden tomar, al no realizar el proceso de duelo pertinente por la relación terminada.

Expectativas irracionales sobre la relación de pareja. La idea de amor romántico que nos venden las películas y los cuentos infantiles, así como términos como la media naranja, han provocado que un gran número de nosotros hayamos crecido con ideas nada realistas sobre lo que significa estar en una relación de pareja.

El ideal de amor romántico Hollywoodiense nos muestra la relación de pareja como una meta a conseguir, un sueño que se alcanza una vez encontramos a esa persona que nos completa y llena nuestro vacío. A partir de ese encuentro, supuestamente viviremos felices para siempre. Este ideal de relación se fundamenta en un estado de enamoramiento perpetuo, donde nada puede salir mal.

Durante los primeros meses de relación, cuando se produce la fase de enamoramiento, mostramos la mejor versión de nosotros mismos, o mejor dicho, mostramos a la pareja lo que creemos que el otro desea ver en nosotros. Asimismo, nosotros vemos en la otra persona aquellas aptitudes que valoramos en una pareja, focalizando nuestra atención en esos puntos fuertes, mientras obviamos ver aquello que no nos gusta de la otra persona.

Cuando la proyección en el otro desaparece, emerge la realidad de que estamos ante una persona con sus aptitudes y sus flaquezas como todo ser humano. Este despertar a la realidad, aunque necesario, puede generar una gran frustración en la persona. Como consecuencia de la baja tolerancia a la frustración que demuestra la sociedad actual, es habitual que muchas personas gestionen esa decepción a través de la infidelidad. 

La historia personal y las experiencias vividas en el pasado son también otros factores que puede favorecer la infidelidad. Personas que han vivido un apego inseguro en la infancia, o bien individuos que han pasado por una, o varias experiencias traumáticas con sus ex parejas, pueden ser casos más proclives a cometer una infidelidad, aunque no son factores determinantes.

En terapia me encuentro con mujeres que afirman haber sufrido mucho en una relación pasada, y aunque actualmente mantienen una relación de pareja, siguen abiertas a intimar con otras personas. Me comentan que tomar esa decisión les hace sentir libres, al creer que controlan el grado de vinculación con su pareja. De esta manera dicen plantar una barrera que supuestamente les protege de una futura decepción con el otro. La idea que me manifiestan es: “si al final la relación termina, la caída no será tan dura y no sufriré tanto”. En estos casos el problema es que se vive la relación desde el miedo, la mentira y la desconfianza, y no desde el amor y la sinceridad, por lo que este tipo de relaciones suele tener un final anunciado.

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Por último, me gustaría destacar otro factor que creo tiene incidencia en la infidelidad, como es el tipo de sociedad en la que vivimos actualmente. La sociedad actual se caracteriza por incentivar valores como la felicidad, la inmediatez, la libertad, el no sufrimiento, y el individualismo. Valores que llevados al extremo son incompatibles con mantener una relación de pareja tradicional.

Todos los que hemos estado en pareja, sabemos que aunque la relación con el otro nos brinda momentos de gran belleza y felicidad, también es verdad que no siempre es así. Durante la relación de pareja se atraviesan momentos complicados, donde valores como la escucha, la flexibilidad y el apoyo mutuo son necesarios para superar las dificultades que se nos presentan.

Así mismo, mantener un vínculo con una pareja significa un acuerdo mutuo. Como en un contrato, se van a establecer unas pautas que regularan esa relación, por lo que nuestra libertad personal quedará limitada.

Respecto a la relación amor-sociedad, me parece interesante el término "amor líquido" que acuñó el sociólogo polaco Zygman Bauman, para describir un tipo de amor que va cogiendo fuerza en nuestra sociedad actual.

El término líquido define un amor caracterizado por una falta de solidez, un amor superficial y fugaz en el tiempo. Este tipo de amor deriva en una falta de compromiso personal con las relaciones de pareja. En esta línea, la tendencia al individualismo provoca que la idea de relación de pareja suponga un peligro para los valores de la autonomía personal, apareciendo un miedo al compromiso bastante generalizado.

En mis sesiones de terapia me encuentro habitualmente con personas que tienen verdadero terror a vincularse con posibles parejas. Estas personas me comentan que sienten mucho miedo a perder su libertad individual si deciden estar en pareja. Relacionado con este miedo, mis pacientes me dicen que también sienten pavor al sufrimiento que puede derivarse de esa relación.

Personalmente, opino que el problema radica en la idea de sociedad utópica e indolora que se nos ha querido vender en las últimas décadas, donde las cosas deben darse como nosotros esperamos, y donde la tolerancia al dolor es mínima; una sociedad ciertamente algodonada.

“No es justo”, “¿Por qué a mí?”, “Éste lo consigue y yo no, con lo que yo me esfuerzo”, “No me lo merezco”…. son algunas frases típicas que emanan de ese ideal.

Desde esta creencia que la vida debería ser generosa con nosotros, dándonos aquello que le pedimos y cuando se lo pedimos, emerge un amor basado en la búsqueda del beneficio personal y el individualismo, por encima de otros valores como la generosidad y la empatía con el otro.

Los tiempos actuales se caracterizan por la rapidez, el deseo de satisfacción inmediata y la impaciencia, y en consecuencia también la dificultad para sostener los momentos de frustración, cuando uno no consigue lo que quiere en la relación con el otro. 

Siguiendo esta tendencia social hacia la individualidad, es común que veamos a la pareja de forma egóica, como alguien que debe satisfacer nuestros deseos, en vez de percibirlo como un ser diferente, que nos puede hacer de espejo de aquellos temas irresueltos en nuestra persona, y que en consecuencia deberíamos trabajar.

Desde esta visión narcisista que parece abundar en la sociedad actual, las relaciones de pareja, o mejor dicho, los obstáculos derivados de la vida en común, se hacen insostenibles para muchas personas, por lo que al mínimo contratiempo con la pareja la reacción más habitual suele ser tirar la toalla y abandonar la relación.

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Una vez finiquitada la relación, ya estamos de nuevo en el mercado para conocer a un nuevo candidato o candidata, para así entrar de nuevo en el mundo de la idealización amorosa. De esta forma, volvemos a caer en la trampa de entender las relaciones como un enamoramiento perpetuo, lleno de exaltación y adrenalina, y que curiosamente coincide con el tipo de vida que se nos quiere vender en la sociedad actual; una existencia con un ritmo frenético, lleno de estímulos y excitación, bajo el mandato de tener que exprimir la vida al máximo.

No digo que todas las relaciones de pareja que se forman actualmente sigan este perfil, pues hay personas que se esfuerzan y trabajan individual, y conjuntamente con la pareja para gozar de una relación saludable. Sin embargo, la tendencia al individualismo y la baja tolerancia a la frustración parece que van ganado terreno en el mundo de la pareja. Estos valores contribuyen a formalizar relaciones de pareja cada vez más fugaces y volátiles.

Las nuevas tecnologías es otra influencia a destacar cuando hablamos de infidelidad. Las nuevas tecnologías y la facilidad que éstas nos habilitan para obtener aquello que deseamos de forma inmediata, también favorecen a que las personas que deciden ser infieles cuenten con una oferta muy amplia para serlo. Aunque considero que aplicaciones como Tinder o Meetic no son responsables de la infidelidad, la realidad es que facilitan el camino de la persona que toma esa decisión.

Respecto a estas aplicaciones para encontrar pareja, una clienta asidua a ellas me comentaba lo siguiente; me decía que una vez empezaba a chatear con alguien le surgían dudas si ese hombre era para ella, pues se decía a sí misma que seguramente había candidatos “mejores” allí fuera, esperando a ser conocidos, y que por tanto no quería perderse esas oportunidades. De esta forma, evitaba establecer vínculos estables, y es que vincularse en una relación exige unos valores que personalmente opino que se encuentran en horas bajas en nuestra sociedad. Dentro de estos valores destacaría; paciencia, constancia, empatía, respeto, compromiso, comunicación, flexibilidad, apoyo mutuo y generosidad, entre algunos de los más destacables.

Otro de los efectos de las nuevas tecnologías en las relaciones humanas ha sido su contribución a la desconexión con nosotros mismos, y con el mundo real. Un ejemplo de ello lo tenemos en la forma como ahora buscamos pareja, utilizando más el mundo virtual que el real. Aunque las aplicaciones de internet nos permiten conocer a una gran variedad de personas, también es verdad que muchos de estos contactos acaban siendo poco estables y ciertamente volátiles. Los motivos para esta fragilidad en las relaciones son diversos, sin embargo yo destacaría la dificultad para vincularnos procedente de nuestro individualismo, y el miedo a sufrir en la relación. En consecuencia es habitual encontrarse con personas que se retiran del contacto virtual cuando son conscientes de que esa relación tiene posibilidades de ir a más, o cuando llega el momento de conocerse en persona.

Relacionado con esta tendencia, me gustaría destacar el fenómeno del ghosting, el cual se ha ido popularizando en las redes sociales en los últimos tiempos.

El término ghosting es habitual en las aplicaciones para encontrar pareja que circulan por internet. El término proviene de la palabra “ghost”, que significa fantasma en inglés. Que te hagan un ghosting significa que una persona con la que se había establecido un vínculo, por ejemplo haber mantenido conversaciones on line durante un tiempo determinado, desaparece sin dejar rastro. Si se toma la iniciativa de contactar con ella, no contesta, e incluso podemos llegar a ser bloqueados en las redes sociales por la persona que nos ha hecho ghosting.



A parte de mostrarnos un individualismo creciente, el ghosting es un claro síntoma de la dificultad para enfrentar la adversidad de la que hablábamos anteriormente. Romper la relación con otra persona, tener que decirle No a alguien, admitir que no vemos a esa persona como pareja, o el propio miedo al compromiso cuando sentimos que la relación tiene posibilidades de afianzarse…son todas ellas situaciones que nos ponen en una difícil tesitura.

Tener que enfrentarnos a estas dificultades nos genera miedos, incertidumbre, culpa...; antes esas sensaciones desagradables, reaccionamos evitando dar la cara. Por consiguiente, antes que enfrentar la dificultad, lo que hacemos es huir de nuestra responsabilidad, adoptando mecanismos de evitación como el ghosting.

Si te has sentido identificado/a con alguna de las situaciones expuestas en este artículo, estás atravesando una crisis de pareja, o bien has experimentado alguna vivencia relacionada con la infidelidad, la terapia puede ser la solución. Ya sea en formato individual, o bien en pareja, la terapia te ayudará a recuperar tu bienestar.

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Leslie Beebe

Acompañamiento terapéutico y emocional

Terapia Gestalt Barcelona

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