El miedo al fracaso
El miedo a fracaso. Una de las principales dificultades que nos encontramos los seres humanos es la gestión eficiente de nuestras emociones. Esta dificultad parte de la prácticamente nula formación emocional que recibimos desde pequeños. Suele ser ya en la edad adulta, y cuando este desconocimiento deriva en sufrimiento, que buscamos aprender a manejar nuestras emociones de una forma saludable.
Por mi vivencia personal, y desde mi experiencia como psicoterapeuta, me doy cuenta que uno de los principales efectos de esta pobre
educación emocional es el desconocimiento sobre cómo lidiar con aquellas
emociones que tradicionalmente han sido consideradas como negativas, como el
miedo o la tristeza.
En este artículo nos centraremos en la emoción del miedo, y
en particular en el miedo al fracaso. La
mayoría de nosotros vivimos con multitud de miedos en nuestra mente; el miedo
al fracaso, el miedo a no estar a la altura, el miedo al conflicto, el miedo al
rechazo, el miedo al abandono….son algunos de ellos. No es nada raro que estos
miedos convivan con nosotros, pues nuestro cerebro está diseñado para asegurar nuestra supervivencia, convirtiéndose en un eficiente detector de amenazas. Si embargo,
en una realidad como la nuestra, la mayoría de peligros ante los cuales se
activa el miedo han pasado de ser reales, como enfrentarse a un animal
salvaje, a ser proyecciones futuras de nuestra mente; por ejemplo cuando recibimos una llamada de nuestro jefe, e imaginamos que vamos a ser amonestados.
Dejar que estos miedos nos controlen supone una seria
limitación en nuestra vida, así como un perjuicio para nuestra autoestima.
Muchos de estos miedos parten de creencias erróneas y limitantes sobre nosotros mismos y sobre
nuestras capacidades, las cuales toman forma a través de nuestro juez interno.
El juez interno es aquella voz interior que nos persigue a todas horas diciéndonos que no somos adecuados, o que no somos lo suficientemente buenos
para alcanzar nuestras metas. Para el
juez interno nada de lo que hacemos parece suficiente, pues su actuación se fundamenta en un ideal del yo que a la práctica nadie puede alcanzar. Este juez emite un juicio implacable y sin
piedad sobre nosotros, que sin duda perjudica nuestra autoestima sino sabemos como manejarlo.
Uno de los miedos que con frecuencia aparece en las sesiones
de terapia es el miedo al fracaso. En este miedo, el principal temor es el de
decepcionar las expectativas personales. Este miedo suele manifestarse de forma
dual; por un lado a partir de la incertidumbre sobre si seremos capaces de
alcanzar una determinada meta. Por otro lado, en muchos casos también resulta complicado
definir esa meta y la forma como alcanzarla.
El origen del miedo al fracaso también difiere según cada persona.
En ocasiones el miedo proviene de la infancia y de un entorno familiar muy
estricto. En estos ambientes el niño recibía el mensaje que nunca estaba a
la altura de las expectativas parentales. A veces estas expectativas
estaban claramente definidas, sin embargo en otros casos el niño simplemente
sentía que no era suficiente a ojos de sus padres, sin saber dónde tenía que
llegar y como hacerlo, para lograr el tan ansiado reconocimiento parental.
En otras ocasiones el miedo al fracaso surge a raíz de un
acontecimiento traumático en la vida de la persona, como puede ser un despido laboral
o un abandono de pareja. A partir de esta vivencia traumática la persona adopta
la creencia de que no es suficiente, o bien que hay algo inadecuado en sí misma
que ha provocado esa situación. Un ejemplo de lo que acabamos de comentar es culpabilizarse
por haber sido abandonos por la pareja. A partir de ese abandono, la persona mantiene la creencia que como consecuencia de sus imperfecciones, le va a ser imposible
encontrar una nueva pareja. En estos casos el miedo a fracasar en la relación, se consolida mediante múltiples mecanismos reactivos ante la idea de tener
pareja de nuevo. Un ejemplo de ello son aquellas personas que siempre encuentran defectos en los posibles pretendientes a ser pareja, justificando así su soltería.
Por último nos encontramos con la creencia errónea que muchas personas mantienen que el mundo debe ser justo. El término justicia varia de una persona a otra, pero el autoengaño parte de la creencia de no concebir que otras personas puedan mantener valores y creencias diferentes a los nuestros. Asimismo ese autoengaño surge de la creencia que podemos controlar todo aquello que nos sucede, cuando en realidad siempre existen factores externos que escapan de nuestro control, pero que indudablemente condicionan nuestra vida.
Cuando la realidad nos enseña que el mundo sí puede ser injusto con nosotros, la respuesta suele ser culpabilizarnos por no haber hecho las cosas mejor. Un ejemplo de ello es aquella persona que ante un despido laboral empieza a darle vueltas a todas las cosas que cree que ha hecho mal, culpabilizándose por el despido. Estas personas vinculan erróneamente su capacidad y aptitudes personales con el despido, cuando en la mayoría de ocasiones no es así.
En palabras de una paciente mía que había sido despedida de su trabajo; “me han despedido porque soy una inútil, no valgo para nada”. En este caso mi paciente cuestionaba su valor como persona y su identidad personal, en relación a la experiencia traumática que había vivido, cuando en realidad esa relación de causa-efecto que ella establecía solo existía en su mente.
El despido no solo generaba en mi paciente un dolor por lo que ella consideraba un fracaso, sino también por la aparición del temor a volver a fallar en su próximo trabajo. Esta creencia puede llegar a convertirse en una autoprofecia que se acaba cumpliendo, si la persona se deja llevar por el mensaje de su miedo.
Las principales acciones que toma la persona que vive
sometida al miedo al fracaso suelen ser las siguientes:
1)
Mantener
una actitud pasiva y de evitación. La persona se siente muy poco válida y con
escasos recursos personales, por lo que limita seriamente sus expectativas y metas, pues no se cree capaz de alcanzarlas. La evitación suele ser un mecanismo
utilizado por estas personas. Aunque en un primer momento la evitación puede
generar cierto alivio en la persona, la realidad es que se convierte en una autotrampa. Esta trampa resulta en
que a medida que pasa el tiempo, el número de situaciones y circunstancias a
evitar son cada vez mayores, pues la persona no se siente capaz de salir
triunfadora de ellas. La evitación mantenida en el tiempo perjudica seriamente la
autoestima y la autoconfianza.
2)
Pedir
ayuda y delegar tareas. Como el individuo se siente incapaz de alcanzar sus metas, y ante el miedo a fracasar, la persona reacciona pidiendo ayuda a alguien para que actúe en su lugar. Como en la evitación, esta actitud alimenta la creencia
de inaptitud propia y en consecuencia aumenta el miedo al fracaso.
3)
Renunciar.
Ante la creencia errónea de fracaso, la cual llega a vivenciarse como una certeza
indiscutible, la persona acaba renunciando a muchas de sus ambiciones. De esta forma, el individuo deja de luchar para alcanzar sus metas. Dicha renuncia puede empezar en un área determinada de la persona, y con el
tiempo extenderse al resto de sectores de su vida.
4)
Sobrecompensación.
El miedo al fracaso puede llevar a la persona a desarrollar una actitud contrafóbica, a partir de la cual el individuo se sobreesfuerza para evitar aquello que más teme. Un ejemplo lo
tenemos en aquel trabajador que por miedo a fracasar, empieza a obsesionarse con su trabajo, abandonando el resto de áreas de su vida y
descuidando su salud. Curiosamente, la actitud contrafóbica que toma la persona, en vez de alejarla de la probabilidad que su peor fantasía se haga realidad, lo que acaba provocando es todo lo contrario.
"Es imposible
vivir sin fracasar en algo, a menos que vivas tan cuidadosamente que dé lo
mismo que estés viviendo. Y en ese caso habrás fracasado por defecto".
J.K. Rowling
Si te sientes identificado/a con el miedo al fracaso y las
limitaciones que este miedo genera, la terapia es un recurso ideal que te
permitirá superar este miedo y aprender a gestionar tus emociones de una forma
saludable.
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sesiones de terapia sin compromiso alguno.
Leslie Beebe
Acompañamiento terapéutico y emocional
Terapia Gestalt Barcelona
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