Como lidiar con la frustración

Como lidiar con la Frustración. Cuantas veces en la vida nos hemos creado unas expectativas, y al final no se han acabado cumpliendo. En estos momentos es cuando aparece la frustración. Según la RAE, la frustración es “un sentimiento de insatisfacción o fracaso”.

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La frustración emerge cuando tomamos conciencia que la realidad no se corresponde con la expectativa que nos habíamos formado previamente sobre ella.

La frustración es una reacción emocional complicada de gestionar; la primera manifestación ante la frustración suele ser la ira, y en algunos casos llega hasta la rabia. En otras situaciones, puede manifestarse la tristeza, sobre todo en aquellas situaciones en que la persona mantiene la ira como una emoción reprimida. A partir de esta primera reacción, los estados emocionales pueden variar; en algunos casos la persona permanece en un estado de enfado (ya sea hacia sí mismo, o hacia otras personas), y en otros casos la persona queda sumida en una profunda apatía, emergiendo la tristeza melancólica.

Las respuestas ante la frustración también son distintas; hay personas que reaccionan ante ella mediante la impulsividad, y otros utilizando la huida o la paralización.

Todos en algún momento u otro de la vida nos vamos a sentir frustrados, sin embargo, la frustración pasa a ser un problema cuando no sabemos gestionarla adecuadamente, y en consecuencia nos genera sufrimiento. Los motivos de esta ineficiente gestión emocional son varios, y las causas son distintas entre una persona y otra, aunque suelen existir denominadores comunes. Entre los principales motivos por los que nos cuesta gestionar la frustración, encontramos los siguientes:

En primer lugar vivimos en una sociedad caracterizada por una falta de educación emocional en los primeros años de vida, época fundamental en la formación de nuestro carácter.

Es una realidad que no se nos educa en las emociones, y tampoco en la forma como gestionarlas de forma apropiada; un ejemplo de ello es el sufrimiento que sentimos al tener que enfrentarnos a emociones que percibimos como desagradables, como el miedo, la tristeza o la propia frustración.

Durante nuestros primeros años de vida, aún no hemos desarrollado todas nuestras capacidades cognitivas; esto significa que desconocemos la necesidad de tener que esperar para conseguir aquello que deseamos, pues lo queremos de forma inmediata. Como niños, este desconocimiento nos lleva a ser impulsivos e impacientes, y cuando no obtenemos aquello que queremos, reaccionamos mediante lloros y rabietas, para que así los adultos acaben accediendo a nuestros deseos.

Como padres es básico educar a los hijos en la frustración, enseñándoles que no siempre pueden cumplirse todos sus deseos.  Es importante que los niños comprendan la relevancia que tiene para ellos valores como la perseverancia, la paciencia y el esfuerzo en la vida, para así alcanzar sus metas; así como la posibilidad que a veces las cosas no salen como nosotros queremos, y no porque no dispongamos de los recursos o aptitudes necesarios, sino porque no controlamos totalmente nuestra vida.

Es recomendable que como padres dejemos que los niños vivan la frustración, para que así experimenten y aprendan sobre los recursos que les han de permitir enfrentarse la vida. Cuando como padres sobreprotegemos a los hijos, el mensaje que les enviamos es doble; por un lado que les amamos y por eso hacemos cosas por ellos, y por otro que actuamos así porque no creemos en sus capacidades.

La sobreprotección provoca que el niño vaya formando un autoconcepto de impotencia, a partir del cual necesita de sus padres, o de otros adultos para alcanzar sus objetivos. Asimismo, cuando desde la sobreprotección, damos a los niños todo lo que nos piden, sin ningún tipo de límite por nuestra parte, lo que favorecemos es que nuestros hijos no aprendan el valor de lo que cuesta obtener las cosas, ni tampoco la necesidad de tener que renunciar a sus deseos en determinados momentos de la vida.

Cuando como padres no marcamos límites a nuestros hijos, éstos crecen creyendo que siempre pueden obtener lo que quieren del mundo. Éste es un aspecto peligroso, pues cuando estos niños crezcan, se convertirán en adultos que no se pondrán límites a sí mismos, a la vez que no sabrán lidiar con la frustración cuando la vida les ponga límites. No haber aprendido a frustrarse en la infancia, sin duda aumentará los problemas para lidiar con la frustración en la adolescencia y en la edad adulta.

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Como acabo de comentar, si como niños no se nos educó en aceptar la frustración, es muy probable qué de adultos, nuestra tolerancia ante ella sea baja, molestándonos y enfadándonos a la mínima que las cosas no salen como deseamos. Cuando eso ocurre, nos irritamos y castigamos por no haber sido lo suficiente buenos para haber podido satisfacer nuestros deseos. De esta forma se alimenta el bucle psíquico que el psiquiatra Fritz Perls denominaba como “auto tortura neurótica”; caracterizada por un juez interno implacable que nos exige que debemos ser capaces de obtener todo aquello que deseamos, y un boicoteador interno que nos dice que no somos lo suficiente aptos, o capaces para alcanzarlo.

Si no sabes cómo lidiar con la frustración, tranquilo/a, pues siempre estamos a tiempo de modificar esa actitud y trabajar para aumentar nuestra tolerancia a la frustración.

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El segundo de los motivos por los que llevamos tan mal con la frustración, es la baja autoestima. Cuando no confiamos en nuestras posibilidades, no nos respetamos, ni tampoco nos damos el valor que nos merecemos, es habitual que relacionemos el fracaso de nuestras expectativas con nuestras habilidades personales. Desde esta relación que establecemos, nos decimos que nos hemos sido capaces de cumplir con nuestros deseos por culpa de nuestra falta de recursos.

En tercer lugar, caracteres perfeccionistas y controladores, son más susceptibles de llevar peor la frustración, pues no entienden la idea qué en la vida las cosas no siempre salen como ellos quieren.

Ante un estado de frustración, se nos abren dos caminos; el primero es quedarnos en el rol de víctima, manteniendo un pensamiento negativo, que en muchos casos nos lleva a culpabilizarnos por no haber sido capaces de satisfacer nuestras expectativas. El segundo de los caminos es aceptar que en esta ocasión, no vamos a obtener lo que queremos, y en consecuencia deberemos replantear nuestras metas. Es fundamental aprender a renunciar, y entender que este acto no significa que se terminen nuestras posibilidades en la vida, ni que tampoco seamos menos valiosos por ello.

Si te cuesta gestionar la frustración, a continuación te expongo algunas pautas que pueden ayudarte:

Establece expectativas realistas. Toma conciencia de aquellas expectativas que te marcas, y si éstas son objetivamente alcanzables. No es realista pensar que vamos a obtener todo lo que nos propongamos, sin tener que enfrentar algún tipo de adversidad en el camino.

Reconoce y acepta la frustración como un aspecto más de la vida. Cuando sientas que la frustración aparece, ábrete a la posibilidad de redefinir tus metas, pero también a la idea de que quizás debas renunciar a aquello que tanto deseabas, y no por ello se acaba el mundo.

No respondas a la frustración con actitudes reactivas. Cuando te sientas frustrado/a, date un tiempo para analizar la situación y pensar en las posibilidades de las que dispones en el presente. Actuar desde la rabia y la impulsividad pueden llevarte ahora a tomar decisiones, que en el futuro puedes lamentar.

No te culpabilices. Cuando algo no sale como esperabas, procura no culpabilizarte, ni tampoco te castigues por ello. No lo tomes como un fracaso personal, sino como una experiencia que te ha de permitir crecer. Pregúntate si aquella expectativa no cumplidas es de vital importancia para tu vida, pues en la mayoría de casos no lo es.

Aumenta tu flexibilidad y deja de querer controlarlo todo. Aunque todos tenemos metas y sueños que nos gustaría cumplir, la verdad es que a veces la realidad cambia con el paso del tiempo. Si eso sucede, nosotros también deberíamos ser capaces de adaptarnos a esos cambios. Si las circunstancias varían, evita quedarte rígido, obcecado en querer que las cosas sean como tú quieres, pues eso solo te provocará más frustración y enfado. Es importante que entiendas que no puedes controlar todo aquello que va a suceder en tu vida.  

Acepta y confía. Acepta que vivimos en un mundo cambiante, y esto significa que pocas veces las cosas acaban saliendo exactamente como tú habías previsto. Te voy a poner un ejemplo: mira a tú Yo de hace 20 años, seguro que los planes y proyectos que tenías entonces, han acabado siendo muy diferentes con el paso de los años. Sin embargo, date cuenta que has sido capaz de llegar hasta aquí, y has podido lidiar con los obstáculos que se te han planteado a lo largo del camino.

Por este motivo, confía que saldrás adelante; en última instancia, tú tienes el poder sobre como reaccionas ante los sucesos de la vida, por lo tanto no eres una víctima de las circunstancias. Date cuenta que a veces nos vemos obligados a pasar por situaciones frustrantes, sin embargo con el paso del tiempo, y en más ocasiones de las esperadas, acabamos entendiendo que aquella experiencia desagradable del pasado, fue necesaria para llegar donde estamos ahora. Es importante que comprendas que a veces se requiere ser paciente, y adoptar una actitud receptiva ante la vida.  

Sé compasivo/a contigo mismo/a. Cuando sientas que aparece la frustración, evita culpabilizarte y castigarte por ello. A veces el enfado que emerge ante la frustración, no es proporcional a no haber obtenido aquello que esperabas. Si éste es tu caso, pregúntate qué supone para ti que las cosas no hayan salido como tú querías, pues seguramente esa reacción emocional desproporcionada, tiene que ver con otros aspectos de tú vida, o de tu persona con la que no estás satisfecho/a, y que por tanto deberías atender.

Acepta el error. Debes reconocer que como ser humano, el error es una parte inherente de la vida, sin error, no hay aprendizaje. En consecuencia, evita relacionar el error con tus aptitudes y recursos personales, pues en la mayoría de ocasiones no existe una vinculación directa entre ellas. La relación de causa-efecto que solemos establecer entre el error y nuestras aptitudes suele tener su origen en creencias limitantes y en un pensamiento negativo, los cuales sería importante que revisases.

Si sientes que la frustración te bloquea y te genera malestar, no dudes en pedir ayuda profesional. Si quieres más información, sigue ESTE ENLACE.

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