La Resiliencia


La resiliencia. En mayor o menor medida, todos pasamos por situaciones difíciles en la vida, las cuales nos provocan dolor y malestar. No obstante la forma como lidiamos con estas situaciones, el aprendizaje que obtenemos de ellas, así como el tiempo de recuperación, dependen de cada persona. En este proceso, es determinante un factor denominado como resiliencia.

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La resiliencia se define como la capacidad del ser humano de asumir situaciones límite y de profundo dolor emocional, para así sobreponerse a ellas y salir fortalecido de la experiencia. El término de resiliencia surgió con el trabajo del psicoanalista John Bowlby, y su famosa teoría del apego. Bowlby argumentó que aquellas personas que en la infancia habían establecido un apego seguro con los padres, eran los que presentaban una mayor facilidad para desarrollar capacidades resilientes en el futuro.

Según esta teoría, un apego seguro permite al niño desarrollar unos pilares estables a nivel emocional, lo que favorece a que se sienta con confianza y autonomía para explorar el mundo. Esta actitud contribuye a estimular una sana autoestima y a la formación de un autoconcepto saludable en el niño, lo que beneficiará a que de adulto pueda desarrollar una actitud resiliente ante las circunstancias difíciles de la vida.

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No obstante contar con un apego seguro no es el único aspecto que favorece la resiliencia, existen otros que podemos trabajar en nuestra vida para favorecer dicha capacidad.

1. La capacidad de vivir el momento presente. Las personas resilientes son capaces de vivir en el aquí y en el ahora, desconectando así de la actitud de futurización característica de nuestra sociedad occidental. Las personas resilientes no se quedan enganchadas a culpas del pasado, ni tampoco viven con ansiedad el futuro, simplemente aprenden a disfrutar del momento presente. Una de las formas con las que podemos entrenar la toma de conciencia presente es el denominado Mindfulness.

2. El autoconocimiento. Las personas resilientes conocen sus fortalezas y debilidades, lo que les permite trazar metas objetivas y realistas de conseguir. Así de esta forma evitan grandes frustraciones, pues sus expectativas suelen corresponderse con lo objetivamente alcanzable. También suelen ser personas con un propósito significativo en su vida, y son constantes a la hora de ir a por ello, no obstante no se obsesionan con su meta, ni son inflexibles si en un momento dado deben cambiar de rumbo en su camino. Así mismo son individuos que tienen clara su escala de valores, siendo conscientes de aquello que es importante en su vida.

3. Una red de amistades. Las personas resilientes suelen establecer buenos lazos afectivos, por tanto saben cultivar y valorar sus amistades. También son personas que dan mucha importancia al apoyo de los amigos, por lo que no dudan en pedir ayuda si así lo consideran oportuno; de esta forma suelen mantener una red social que les permite recibir ayuda en los momentos difíciles.

4. Un conocimiento de la inteligencia emocional. Existe una relación directa entre la resiliencia y la inteligencia emocional. Reconocer y comprender las emociones, tanto las propias como las de los demás, es fundamental para desarrollar la resiliencia. Las personas resilientes presentan una óptima regulación emocional, así como una alta capacidad de empatía frente a las emociones de los demás.

5. Tolerancia a la frustración. Mucho del sufrimiento que experimentamos es producto de no aceptar que las cosas y las personas son como son, y no como a nosotros nos gustaría. Aceptar que la realidad no siempre es como nosotros queremos, es fundamental para desarrollar nuestra resiliencia.

6. No obsesionarse con el control.  Otro de los aspectos que más sufrimiento nos genera es nuestro intento de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida, pues no soportamos la incertidumbre de no saber qué nos espera un paso más allá. Este es uno de los motivos por los que la ansiedad se ha convertido en un trastorno tan común en nuestros días, pues focalizamos nuestra mente en querer controlar algo que no está en nuestro presente. Las personas resilientes tienen una mayor facilidad para reducir sus ansias de control, dando un mayor espacio a la incertidumbre en sus vidas.

7. No culpabilizarse. Las personas resilientes entienden que el pasado no puede ser cambiado, por tanto es inútil castigarse por ello. La actitud resiliente lleva consigo la responsabilidad, la aceptación y el perdón; una persona resiliente se enfoca en qué puede aprender de la experiencia pasada, en vez de estar culpabilizándose por los errores cometidos.

8. El sentido del humor. Las personas resilientes suelen gozar de un buen sentido del humor, saben reírse de si mismos y sacar el aprendizaje de una mala experiencia.

9. La autoestima. La resiliencia está directamente relacionada con una autoestima saludable y una confianza en las propias aptitudes personales. Este tipo de personas confían en que sabrán lidiar con el conflicto que se les presente, encontrando la mejor vía posible para solucionar el problema.

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Todos estos aspectos relacionados con la resiliencia, a excepción del originado por el apego, pueden ser desarrollados en nuestro día a día hasta convertirlos en hábitos propios. Estas aptitudes que favorecen la resiliencia pueden trabajarse y desarrollarse en la medida que seamos conscientes y adoptemos una actitud de compromiso con ellas. Si mantenemos el trabajo y la constancia para ir implementando estas aptitudes, en el futuro podremos enfrentarnos a la adversidad con herramientas que favorecerán nuestra capacidad de adaptación y superación ante este tipo de situaciones. En el supuesto que no nos veamos capaces de adoptar este compromiso solos, la terapia puede ser la muleta que nos ayude a desarrollar estas aptitudes, fomentando así nuestra capacidad de resiliencia.

Leslie Beebe
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