Como conseguir sentirse bien


Como conseguir sentirse bien. Ya en el siglo I d.c. el filósofo romano Epicteto dijo una frase que podríamos definir como una de las bases de la psicología moderna: “no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”. En otras palabras podríamos decir que aquello que pensamos afecta directamente a como nos sentimos, y en consecuencia, para estar sanos deberíamos cambiar los hábitos de pensamiento que nos perjudican.

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Existe una controversia en el mundo de la psicología sobre si las emociones afectan a los pensamientos, o si es a la inversa, es decir que los pensamientos son capaces de regular nuestras emociones. Yo personalmente soy más partidario de la segunda opción, es decir que los pensamientos afectan a nuestras emociones, con el matiz que para mí los pensamientos afectan a la forma como nos sentimos, y en ese caso, no siempre estaríamos hablando de emociones, sino también de sentimientos y afectos.

Voy a poner un ejemplo para explicarme. Si en la habitación donde nos encontramos ahora entrase alguien con un cuchillo y nos amenazase, la emoción del miedo dispararía todas las alertas de nuestro organismo, poniéndonos en guardia para huir o enfrentar dicha amenaza. En este caso el pensamiento no está influenciando las emociones, pues no hay tiempo material para que nuestro cerebro procese dicha información. Pongamos otro ejemplo; el miedo que sentimos ante un examen. Seguramente este es un miedo que ya se empieza a gestar horas (o incluso días) antes del examen; por lo que aquí no estaríamos hablando de una emoción del momento como la anterior, sino más bien de un estado de miedo (o estrés) que nos pone en alerta. En este caso todo aquello que pensamos horas antes de la prueba, tendrá una gran repercusión en el nivel de estrés con el que llegamos al examen, es decir que aquí el pensamiento sí afectaría a nuestras emociones.

Como la mayoría de nosotros no vivimos en ambientes donde nuestra vida peligre, podemos decir que la segunda de las opciones suele ser la más común, en consecuencia un gran porcentaje de pensamientos que tenemos durante el día sí que inciden en la forma como nos sentimos.

La clave para poder cambiar nuestros hábitos de pensamiento es lo que en terapia Gestalt se ha denominado el darse cuenta, o en otras palabras la toma de conciencia. Desde que recibimos un estímulo del exterior hasta que reaccionamos, existe un intervalo en el que tenemos la capacidad de decidir la forma como respondemos. Tomar conciencia de aquello que pasa en ese intervalo es fundamental para una correcta gestión emocional. De esta forma evitamos responder de manera impulsiva y reactiva ante las circunstancias, desde el piloto automático al que estamos conectados la mayoría de nosotros, y que muchas veces solo nos conduce a hacernos sentir mal posteriormente.

La toma de conciencia nos permite revisar patrones de funcionamiento, sistema de valores y creencias que son automáticos en nosotros y que puedan estar dañándonos, permitiendo que los sustituyamos por otros de más saludables a través de nuestros pensamientos.

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La mayoría de nosotros mantenemos pensamientos negativos y limitantes, que no hacen más que restringir nuestras posibilidades y alterarnos emocionalmente. A continuación voy a mencionar algunas de las formas más comunes que toman este tipo de pensamientos, para así poder cambiarlos por otros de más saludables.

1. Las quejas. Es habitual quejarse cuando las cosas no salen según nuestras expectativas. No obstante no debemos habituarnos a la queja y quedarnos anclados en la frustración o el resentimiento que ésta produce. Para avanzar es clave centrarse en aquello que está en nuestra mano hacer para salir de la negatividad (si es que podemos hacer algo), así como también preguntarnos qué es necesario mejorar o cambiar para obtener un resultado diferente en el futuro. Ante la queja también es importante valorar aquello que sí tenemos, y que muchas veces no le damos importancia.

2. Los miedos. Uno de los principales limitadores en nuestra vida son los miedos. Aquí no estamos hablando del miedo como una emoción básica que nos advierte de un peligro o amenaza, sino de aquellos miedos autolimitantes que nos paralizan y que habitualmente nacen de frases del tipo: “¿Y si…?”, “no voy a saber”, “no puedo”… Estos miedos nos llevan a la futurización catastrófica, perjudicando nuestra autoestima y limitando nuestras acciones. Es normal que las situaciones nuevas nos generen miedo, sin embargo si optamos por focalizarnos en todo aquello que podemos descubrir y aprender, será más fácil dar el paso.

3. Los juicios. Los juicios, ya sea hacia otras personas o hacia nosotros mismos, nos generan una pesada carga emocional. Es importante trabajar desde la máxima objetividad posible, tanto con nosotros mismos como con el mundo, transformando nuestros juicios en observaciones. Muchas veces nos auto boicoteamos o nos juzgamos muy duramente porque hemos fallado, o no hemos conseguido aquello que queríamos, cuando la realidad es que todas las experiencias nos ayudan a crecer. En la mayoría de casos nuestros errores no son atribuibles a una inaptitud personal, sino que en el proceso de aprendizaje es inherente el hecho de cometer errores. Aceptar esa premisa y no personalizar nuestros errores, manteniendo una actitud objetiva y realista, nos puede alejar de los juicios a través de los cuales nos culpabilizamos y castigamos.

4. Los problemas. Muchas veces las palabras que utilizamos inciden directamente en la forma como nos sentimos; no es lo mismo hablar de problemas que de retos. La palabra problema nos predispone a una actitud negativa, de pasividad ante las circunstancias. En cambio si hablamos de retos conectamos con una energía que nos impulsa a ir hacia delante, para así superar los obstáculos que se nos presentan en el futuro.

5. Las exigencias. Dentro de nuestro dialogo interior tenemos una entidad que es el juez interno, el cual como su nombre indica juzga todos nuestros actos, justificándose en un supuesto código moral y ético que debemos mantener ante el mundo y ante nosotros mismos. Esta entidad se manifiesta a través de frases del tipo; “debes hacer/ser”, “no debes”, “no puedes”, etc…. Es sin duda una entidad muy estricta e inflexible, que basa su poder en mecanismos como la culpa y el autocastigo. 

Personalmente me gusta llamarlo como “El Ojo de Sauron”, en alusión a la película de El Señor de los Anillos”, es decir, aquel que todo lo ve y que no nos deja pasar ni una. Su actitud aparte de controladora es crítica, e incluso déspota con nosotros mismos, haciéndonos ver que no lo hacemos bien, o que no somos suficiente ante el resto del mundo. Cuando nos posicionamos desde esa voz interna nos maltratamos y menospreciamos a nosotros mismos, perjudicando nuestra autoestima y nuestro autoconcepto.
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El juez interno se alimenta de estructuras mentales y creencias que muchas veces no se corresponden con nuestra genuina forma de ser; son herencias de sistemas aprendidos, pero que han dejado de ser funcionales para nosotros, y que se han vuelto tóxicos en la actualidad. No obstante su poder en nosotros es muy grande, y ese es el motivo por el cual estas estructuras suelen ser fuente de problemas de estrés y ansiedad.

El primer paso para liberarnos del poder opresor de nuestro juez interno es poner en duda sus exigencias, planteándonos si realmente estamos de acuerdo con ellas, para así poder contradecir esos mandatos. El segundo paso es cambiar las exigencias (aquello que tengo que hacer), por preferencias (aquello que yo quiero hacer). Cambiar el “tengo que”, por el “quiero” nos habilitará a vivir la experiencia de una forma diferente. En el “quiero” tenemos la facultad de elegir, nos libera y empodera, en cambio en el “tengo que” nos posicionamos bajo una actitud sumisa, estando a merced de nuestro juez interno.

6. La ira. No es fácil lidiar con la ira. Cuando la ira se expresa como emoción básica nos ayuda a posicionarnos y a poner límites. Sin embargo cuando la ira es producto de la frustración porque las cosas no son como nosotros queremos, quedándonos anclados en el rencor y el resentimiento, es cuando esta emoción se convierte en tóxica. En estos casos es fundamental trabajar con el perdón, pues nos aporta liberación al dejar ir ese estado de ira interna.

7. La culpa. Cuando la culpa está enfocada en la mejora personal, podemos hablar de una culpa sanadora o adaptativa. No obstante cuando utilizamos la culpa como un mecanismo de crítica y desvalorización personal, entonces hablamos de una culpa desadaptativa. La culpa nos ayuda en nuestro proceso de aprendizaje, al decirnos aquello que hemos hecho mal y cómo podemos mejorar en un futuro. Sin embargo cuando la culpa nos conduce a mantener un estado de crítica y boicot hacia nuestra persona, es cuando este sentimiento se vuelve insano. Para huir de la culpa desadaptativa no debemos personalizar nuestros errores; es importante preguntarnos aquello que podemos aprender de la experiencia y seguir adelante, diciéndonos a nosotros mismos que pasase lo que pasase en el pasado, ya no lo podemos cambiar. Así mismo es importante no solo focalizarnos en nuestros errores, sino también en los logros conseguidos, que seguramente también están presentes, pero que muchas veces obviamos.

Estas son algunas de las formas más habituales que toman nuestros pensamientos y que afectan a nuestro estado físico y emocional. Aprender a regular este tipo de pensamientos es fundamental para recuperar nuestro bienestar.

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La terapia es una oportunidad única para conocernos y aprender a relacionarnos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea de una forma beneficiosa, aprendiendo así a gestionar nuestros pensamientos y emociones

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