Pautas para ayudar en el acompañamiento a la muerte
Pautas para ayudar en el acompañamiento a la muerte. Acercarse al momento de la muerte es una situación crítica para la persona que lo vive, y sin duda muy difícil de afrontar para los familiares y personas allegadas a ella. Multitud de emociones afloran ante esta expectativa tan terrible para el ser humano. Son sin lugar a duda los momentos más difíciles que el paciente debe enfrentar en su vida.
No obstante, y dependiendo de la actitud del paciente, también
puede ser un momento de claridad mental, una oportunidad para que el individuo
que enfrenta una situación tan crítica, realice una revisión de su vida, y
pueda hacer las paces consigo mismo y con las personas allegadas. Solo desde
esta conexión interior, el paciente puede despedirse de la vida e irse en paz.
Como he comentado anteriormente, acercarnos a la muerte nos
pone a todos en una posición de máxima vulnerabilidad, donde se produce una
intensa actividad emocional. En estos momentos tan difíciles, facilita el
camino contar con el apoyo de un psicoterapeuta o counsellor, que proporcione
al paciente recursos para que sea capaz de gestionar el torrente de emociones
que le invaden de una forma saludable, acompañándole así en este último tramo
de su vida.
Es importante que como acompañantes, ayudemos al paciente, y
a sus personas cercanas a que aprendan a gestionar sus emociones, en estos
momentos tan tristes.
Hablar de la muerte no es un tema fácil en la sociedad actual,
principalmente por la educación que recibimos, la cual trata a la muerte como
un tema tabú. Nos educan con la idea de que debemos aprovechar la vida al
máximo, obviando el momento de la muerte. Desafortunadamente, en la sociedad
occidental actual hemos pasado de venerar y escuchar a nuestros ancianos en
épocas pasadas, a una sociedad donde el anciano es visto como un elemento
caduco y disfuncional dentro de nuestro sistema de valores, por lo que un en
gran número de situaciones de la vida se les margina. Una prueba de nuestra
resistencia a mirar a la muerte, es el cambio en las ceremonias funerarias,
pasando de ceremonias de veneración y respeto, cuando se velaba al difunto en
el pasado, a una realidad presente en que se intenta realizar estos rituales
funerarios de la forma más rápida posible.
Nadie quiere mencionar la muerte, los adultos protegemos a
los niños de su presencia, no deseamos hablar de ella para no sobresaltarles,
haciéndoles creer que viven en un mundo en que no hay dolor, evitando así que
contacten con la fragilidad y la vulnerabilidad propia de esos duros momentos.
Como adultos nos posicionamos ante la muerte desde una
posición infantil, para no reconocer lo obvio, y es que todos tenemos un final.
La sociedad tecnológica y avanzada en la que vivimos nos estimula a no pensar
en la muerte, como si existiese una fórmula para evitarla.
El mercado de consumo nos vende multitud de productos con el
mensaje que lo deseable es vivir eternamente jóvenes. Los valores que parecen
prevalecer en nuestra sociedad actual son la juventud eterna y la inmediatez
para marginar el último periodo de vida.
Esta forma de concebir la muerte, desde el pensamiento de “si
no la miro, ni hablo de ella, la evito” provoca que la resistencia a morir
sea muy intensa en la mayoría de nosotros, al no haber sido normalizada en nuestra
cultura como una parte de nuestra vida; un factor inseparable al hecho de estar
vivos.
Según la psiquiatra Elisabeth Klüber Ross en el proceso de
aceptación de la muerte se pasan por 5 fases: rechazo, rabia, regateo,
depresión y aceptación. Obviamente estas fases son muy personales, y no siguen
el mismo orden para todo el mundo. Sin embargo, independientemente de las
fases, es importante que el paciente cuente con un acompañamiento de sus
familiares y amigos (y si es posible también de un acompañante profesional),
que le ayude a transitar estos momentos tan complicados.
La persona que se enfrenta al momento de morir, aparte de
vivenciar un cúmulo de emociones, muchas veces también se siente muy solo e
incomprendido. Debido al comportamiento de familiares y amigos, es habitual que
el paciente se sienta desplazado por el resto, cuando su deseo es sentirse
escuchado, comprendido y acompañado. Este comportamiento de frialdad y
distanciamiento por parte de los familiares, suele proceder del propio desconocimiento
sobre cómo lidiar con estos duros momentos, no sabiendo qué decir ni cómo
actuar ante el paciente.
Es habitual que debido a esta falta de conocimiento, las actuaciones
de las personas cercanas no resultan las más adecuadas para el enfermo. Algunos
ejemplos de esta falta de gestión emocional son:
Situaciones en que los familiares se niegan a dejar ir y despedirse
del paciente, pues sienten que si aceptan su marcha, eso sería síntoma de que no lo aman suficiente.
Situaciones en que no se acepta la realidad, queriendo restar
importancia a este momento. Ante esta negación de la realidad, los familiares
pueden actuar erróneamente restándole importancia a la situación. Desde esta
negación, la familia intenta animar al paciente a ser positivo, y a darle
falsas esperanzas.
En otras ocasiones, y con la intención de proteger al paciente, los familiares se niegan a decirle la verdad sobre su situación, aunque éste ya intuya que su final está cerca. Actuando así, solo consiguen que el paciente se sienta más solo y menos comprendido por sus seres cercanos.
La primera es que le deben dan permiso para partir en paz, y
en segundo lugar deberían asegurarle que ellos saldrán adelante por sí mismos,
y que en consecuencia, el paciente no debe preocuparse por ellos.
Para asegurar que el paciente pueda alcanzar la paz y la entereza necesaria para morir, también es aconsejable que los familiares garanticen
un entorno tranquilo en el momento de su muerte; morir en casa es preferible a
un hospital, y si no es posible, se puede aclimatar la habitación del hospital
con fotos, dibujos, objetos personales.. para favorecer un clima cálido y
tranquilo para el paciente.
En caso de estar en un hospital, es aconsejable reducir la
medicación y los tratamientos paliativos en los últimos momentos de la vida,
pues eso solo resulta en un estrés mayor para el paciente. Lamentablemente,
muchas veces retirar el tratamiento al paciente no es una opción, al ser
patologías que van acompañadas de un intenso dolor, por lo que la medicación
debe mantenerse hasta el momento final.
En aquellas situaciones que lo consideremos oportuno, y con la finalidad de
que la persona se sienta acompañada, podemos utilizar el contacto físico,
siempre de forma respetuosa y consentida, y si intuimos que es el momento adecuado. Coger la
mano del paciente, depositar nuestra mano en el hombro del paciente, o un
abrazo, pueden ser de gran ayuda para el paciente en determinados momentos,
dándole el calor y el apoyo necesario para que se sienta escuchado y
acompañado.
A continuación voy a exponer los principios que deberían ser la base del acompañamiento a personas que se acercan al momento de la muerte. Estos principios pueden ayudar tanto a los familiares, como a los psicoterapeutas y counsellors que acompañan al paciente en la última fase de su vida.
Autenticidad: debemos mostrarnos al moribundo de una forma
auténtica, manteniendo una comunicación sincera con él. Contrariamente a lo que
creemos, abrirnos emocionalmente al paciente, expresándole nuestros propios miedos,
le ayudarán a vernos como un ser humano más. Cuando nos abrimos al otro desde
esa autenticidad, estamos ayudando al paciente a sentirse en confianza para
abrirse a nosotros, y hablar sobre sus sentimientos y sus emociones.
Sinceridad: la autenticidad con uno mismo conlleva la
sinceridad con el paciente. Esto significa que no se debería engañar al
paciente sobre su estado, explicándole en todo momento su situación de forma
sensible y hábil, aunque la noticia sea poco esperanzadora. De esta forma la
persona tendrá tiempo de preparar su despedida.
No directividad: es
importante dejar que el paciente exprese lo que siente sin censura, como
acompañantes no debemos restar importancia a su discurso, ni tampoco debemos
dirigirle en una dirección determinada. También debemos evitar predicar, querer
influir al paciente con discursos morales, o bien darle consejos espirituales.
Es común que el paciente lleve ya un tiempo enfermo, y esté muy cansado de que otros
le digan qué debe hacer y qué no. Por este motivo, agradecerá recibir nuestro
acompañamiento, desde la autenticidad, simplemente estando a su lado y
atendiendo a sus necesidades.
Escucha: es fundamental mirar a los ojos al paciente,
haciéndole sentir nuestra presencia a su lado desde una actitud de escucha.
También es muy importante no interrumpir al paciente en aquello que dice; no
debemos censurarle, ni tampoco menospreciar la importancia de sus palabras.
Asimismo debemos respetar los silencios, quedándonos callados, para así darle espacio
al paciente para que exprese lo que siente.
No juicio: tenemos que atender al paciente desde una actitud
de no juicio. Es común que en estos momentos tan complicados para la persona,
se produzcan reacciones emocionales por parte del paciente; por ejemplo
dirigiendo la ira o la culpa hacia el acompañante. En estos casos no debemos
tomarnos ninguno de estos ataques de una forma personal.
Sin expectativa: como acompañantes no debemos esperar grandes
cambios, ni tremendos resultados en nuestro acompañamiento. Tampoco deberíamos realizar
el acompañamiento desde la idea de que vamos a salvar al otro, pues esa no es
nuestra tarea, ni tampoco nuestra responsabilidad. Lo importante para el
acompañamiento es estar presente, siendo autentico con uno mismo; desde una
actitud relajada y libre de juicios se ha de ayudar al paciente a transitar esos
duros momentos, adoptando también una postura de respeto y aceptación hacia él.
Sentido del humor: utilizar el sentido del humor, siempre
desde una posición de respeto y haciéndolo con sentido común, es una
herramienta que los acompañantes podemos utilizar para poner en perspectiva el
hecho de morir, aligerando así la seriedad del momento.
Ecuanimidad: no debemos posicionarnos ante el paciente como un
sabio, sino como una persona sencilla, con los mismos problemas y emociones que
cualquier otro ser humano. Esta demostración de naturalidad, mostrándonos tal y
como somos, ayudará al cliente a abrirse a sus emociones.
Empatía: tanto si somos acompañantes como familiares,
deberíamos adoptar una actitud de empatía con el moribundo. En ocasiones
existen tensiones entre familiares, procedentes de una historia familiar
complicada. En estos casos aceptar al otro desde el amor es complicado, al
aparecer emociones como el resentimiento y el rencor que están muy presentes.
Si éste es el caso, podemos dar este ejercicio a los
familiares en disputa. El ejercicio consta de 2 pasos: el primero es mirar al
paciente y pensar que es un ser humano igual que nosotros; con necesidades
similares, con miedos compartidos; como el miedo a la muerte y el miedo a lo
desconocido. Ambos compartiendo un mismo deseo de ir hacia el sosiego y huir
del sufrimiento. El segundo paso es ponerse en el lugar del paciente, y a
partir de aquí hacerse las siguientes preguntas; ¿Qué necesitaría yo en su lugar?, ¿Qué desearía del amigo que viene a
verme?.
Aceptación: Como acompañantes es muy importante asegurar un
entorno en que la persona se sienta enteramente aceptada para expresar
libremente sus emociones; ya sea rabia, tristeza, frustración, miedo,
ansiedad…. El acompañamiento se fundamenta en mantenerse presente junto al
paciente, sin sentirse en la obligación de tener que decir, ni hacer nada en
especial.
Desde esta actitud de aceptación incondicional por parte del
acompañante, deriva una actitud de no juicio ante el otro, sabiendo que si le
dejamos espacio, será la propia persona quien irá encontrando sus respuestas.
Mirar a la muerte: ver al paciente en una situación tan
crítica nos pone a nosotros en la tesitura de tener que enfrentar nuestro
propio miedo a morir. En ese sentido, y para poder realizar el mejor
acompañamiento posible, es importante llegar a aceptar ese miedo en nosotros.
Poder contemplar a la muerte de frente, reflexionar sobre ella y aceptar que la
muerte es parte inherente de estar vivos, son ideas que debemos integrar en
nosotros para atender y acompañar de la mejor forma posible a los pacientes.
Desde la aceptación de nuestro miedo, podremos empatizar mejor con aquello que
está sintiendo el paciente, ayudándolo en su camino de aceptación a la muerte.
El acompañamiento de los pacientes es una tarea muy dura para
el acompañante, al tener que lidiar con situaciones de elevada carga emocional.
Por este motivo es recomendable que como profesionales también recibamos apoyo
terapéutico, por lo que es aconsejable la asistencia a sesiones de supervisión
de casos entre profesionales, y seguir con los procesos de psicoterapia
personal.
Acompañamiento final: las enseñanzas budistas manifiestan la
importancia de morir en paz, lo que significa morir libre de apego y
aferramientos. Siguiendo estos principios, sería importante que el paciente
pudiese cerrar aquellos asuntos que sienta como inacabados en su vida. No
obstante, en la realidad esto no siempre resulta así, pues hay personas que
mueren como han vivido, acompañados de sentimientos como el rencor o la rabia,
sin ningún tipo de toma de conciencia por su parte, y eso como acompañantes,
también debemos respetarlo y aceptarlo.
En nuestra labor de acompañamiento, también podemos aportar
al paciente aquellos recursos que estén en nuestra mano para facilitarle una
despedida en paz, siempre que éste nos lo pida. También sería importante comunicarle
que nunca es tarde para cerrar aquello que considere oportuno, para que su
marcha sea lo más pacífica posible.
A veces como acompañantes, el paciente puede pedirnos si
podemos contactar con alguna persona, con la cual siente que hay un tema
abierto y desearía cerrar antes de marcharse. Aunque podemos acceder a ello, y
encontremos a esa persona, es probable que ésta no desee contactar con el
paciente, y mucho menos hablar de
perdonarlo. En estos casos, lo mejor es comunicar al paciente que no nos ha
sido imposible localizar a esa persona, y no darle la negativa mostrada por la ésta.
Como acompañantes, es importante informar a los familiares
del paciente sobre nuestra labor de acompañamiento. En consecuencia, sería
recomendable mantener una reunión con ellos, no solo para comunicarles en qué
consiste nuestro trabajo, sino también para conocer otros aspectos relacionados
con el entorno familiar, los cuales nos pueden ayudar a entender mejor la
situación del paciente. En estos casos podemos informarnos sobre la situación
de las relaciones familiares, así como averiguar la forma como están lidiando
ellos con estos duros momentos. También es un buen momento para ofrecerles algunas
pautas de actuación, que les ayude a gestionar esta situación.
Lamentablemente, en un gran número de ocasiones, nos
encontramos que una vez se ha marchado el paciente, la familia se resiste a
aceptar la nueva realidad. En estos casos es importante que sean los propios
familiares quienes reciban apoyo terapéutico para transitar el proceso de duelo que se abre a partir la marcha del ser querido.
Leslie Beebe
Psicoterapia
Humanista
Articulo elaborado con la
colaboración del Doctor Ion Corcuera Llorente, discípulo de Carl Rogers y
Natalie Rogers
http://ansiedad-depresion-barcelona.blogspot.com.es/
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https://www.youtube.com/LesliebeebeBlogspot
http://www.slideshare.net/barcelonashoppingguide/terapia-ansiedad-depresion-barcelona
https://es.pinterest.com/barcelonaguide/terapia-ansiedad-depresion-barcelona/
http://www.saludterapia.com/terapeutas/t/f/4685.html
https://terapia-ansiedad-barcelona.blogspot.com/
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