La hipocondría o el miedo a enfermar


La hipocondría o el miedo a enfermar. La hipocondría es uno de los temas que en los últimos tiempos aparece con más frecuencia en las sesiones de terapia. Denominamos hipocondría a la preocupación excesiva por la salud, la cual se manifiesta en un miedo creciente a sufrir una enfermedad grave, con el aliciente que la persona hipocondríaca tiene la absoluta convicción que sufre esa enfermedad que tanto teme.


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El arquetipo del hipocondríaco nace en 1673, con la representación de la obra “El enfermo imaginario” de Molière. En esta obra el propio Molière interpretaba el personaje de un burgués (Monsieur Argan) que siempre creía estar enfermo , actitud con la cual conseguía la atención permanente de su familia, en particular de su esposa.

Cuando Molière representó la obra por cuarta vez, sintió que los síntomas del personaje le estaban llevando a la muerte. En esos momentos la función se canceló y Molière fue llevado a casa, donde murió horas más tarde. En dicha representación Molière vestía de amarillo, por lo que aún existe la superstición en el mundo artístico que vestir ropas amarillas en escena atrae la mala suerte.

Al igual que el papel representado por Molière en su obra, la persona hipocondríaca adopta una actitud de estar pendiente a todas horas de aquello que sucede en su organismo. Cualquier señal que emite su cuerpo, y que la persona juzga como anormal, es valorada de forma tremendista como un síntoma de que está padeciendo una enfermedad grave. De esta forma el hipocondríaco vive bajo un intenso y continuado miedo a estar enfermo.

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"Doctor's visit" de Jan Steen

Ante esta situación de miedo, el hipocondríaco reacciona buscando aquellos indicios que le corroboren su diagnóstico, para ello suele utilizar herramientas como internet. La información masiva que se encuentra en la red y la gran cantidad de valoraciones y opiniones sobre temas médicos facilitan que el hipocondríaco encuentre la confirmación a sus sospechas. Incluso a veces el hipocondríaco puede llegar a obsesionarse  tanto con una enfermedad, que pude llegar a somatizar otros síntomas relacionados con ella.

El trastorno de la hipocondría suele estar relacionado con otro tipo de problemas como estados de ansiedad, problemas obsesivos relacionados con el control, negación de algún tipo de dolor como el derivado de un duelo, o bien puede relacionarse también con una necesidad permanente por recibir atención de los demás. 

Sin embargo el origen de este trastorno suele derivarse de una resistencia a tomar conciencia de aquello que realmente está sucediendo en nuestra vida. Podríamos decir que es una distracción de aquello que es importante para nosotros y que preferimos obviar por algún motivo u otro.
Por ejemplo; quizás no estamos bien con nuestra pareja, con la cual hemos convivido muchos años y tenemos hijos en común. La dificultad para asumir esta realidad y tomar una decisión al respecto, hace que nos enfoquemos en buscar aquello que anda mal en nuestro cuerpo, distrayendo de esta forma nuestra atención del tema principal, en este caso la pareja. Así como más atención le pongo a mi obsesión por estar enfermo, menos me ocupo de lo que realmente me está preocupando.  

Asimismo, la hipocondría nos sirve para llamar la atención de las personas de nuestro entorno; pareja, familia o amigos… De nuevo el objetivo de esta actitud es evitar poner atención en nuestra situación, de esta forma evitamos responsabilizarnos de nuestra persona y de nuestra vida, esperando que sean otros quien lo hagan por nosotros.

El pensamiento obsesivo propio del hipocondríaco no parará hasta encontrar todas las pruebas y justificaciones que expliquen que realmente está padeciendo la enfermedad que él/ella ha elegido. No serán suficientes las pruebas clínicas o el criterio médico para disuadir al hipocondríaco del error en su diagnóstico. Las visitas médicas y los análisis únicamente funcionan como un refuerzo a la hipocondría, pues aunque proporcionan un alivio temporal a la persona, la obsesión vuelve a aparecer al cabo de poco tiempo, volviendo el bucle de pensamiento obsesivo.

Si sientes que puedes estar padeciendo un trastorno como la hipocondría, el primer paso es ir a tu médico de cabecera y explicarle tu situación. El médico te guiará en los siguientes pasos que debes dar y si es necesario te recetará algún tipo de  medicación. Si realmente se confirma el diagnóstico, debes acudir a un psicólogo o terapeuta que te ayude a recuperar tu equilibrio emocional.


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A continuación voy a comentar unas pautas que pueden ayudarte en tu camino de recuperación, aunque como ya he comentado son solo recomendaciones y no soluciones para el problema, el cual debe ser tratado en terapia.

1. Hazte las preguntas adecuadas
Pregúntate que pasaría si realmente sufrieses esa enfermedad incurable que tanto te preocupa. Quizás te des cuenta que estar enfermo te permitiría eludir responsabilidades en un trabajo que no te gusta (pero que no te atreves a dejar) o quizás conseguirías que tu pareja estuviese más por ti (cuando hace tiempo que vivís una crisis que ninguno de los dos queréis enfrentar), o bien que no tendrías que pasar tanto tiempo en casa de tus suegros con los que te llevas fatal (y con los que no te atreves a poner límites).
Hazte esta pregunta y quizás encuentres la respuesta a aquello que realmente necesitas hacer. Plantéate cómo actuar de una forma adulta y responsable, aunque tengas miedo o sea difícil enfrentar aquello que realmente te preocupa, piensa que taparlo con tu obsesión no te solucionará el problema, sino que puede acabar agravándolo.

2. Deja de quejarte
Quejarte significa que tu atención está focalizada en la sintomatología que te causa malestar. Como más focalices tu atención en ella, mayor sufrimiento y ansiedad. Aunque un cierto grado de expresión puede darte alivio en un primer momento, recrearte en ese pensamiento únicamente va a generarte más malestar. Piensa que cuando pones atención en tus síntomas los magnificas. Cuando detectes que estás en la queja constante y repetitiva, focaliza tu atención en otros temas, distráete con actividades de ocio u otros intereses que te permitan estar centrado en el exterior, y no en aquello que le pasa a tu organismo.
Asimismo deja de analizarte, piensa que la mayoría de sensaciones corporales son normales, eres tú que al estar tan pendiente de tu organismo encuentras anomalías donde no las hay. La mayoría de personas no sienten su conciencia corporal como un problema, simplemente no le dan importancia, y siguen con su vida diaria, y ese es el camino que tú también debes tomar.


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3. Abandona las búsquedas por internet
Deja de hacerte el médico buscando explicaciones a tus síntomas. Internet es una herramienta que nos permite acceder a una gran cantidad de información, sin embargo eso es un arma de doble filo. Internet responde a las búsquedas que tu realizas, es decir si buscas: “síntomas de cáncer de pulmón” lo que internet te devolverá será una larga lista de síntomas, que tú relacionarás con aquello que te sucede, generándote aún más ansiedad.  Debes entender que la sintomatología no significa estar padeciendo de ninguna enfermedad, pues aparte de los síntomas, para padecer una enfermedad se deben dar otros factores, que únicamente un profesional médico conoce y por tanto puede diagnosticar.
Un ejercicio que puedes probar la próxima vez que busques en internet es realizar una búsqueda diferente, del tipo “síntomas de una vida saludable”, a ver cuáles son los resultados.

4. Confía en tu cuerpo
El cuerpo humano es un organismo extraordinario, producto de la evolución de millones de años. Su tendencia natural es buscar el equilibrio para así estar sano. No obstante cuando la mente interviene con pensamientos intrusivos y obsesivos este equilibrio puede verse afectado. Por este motivo es muy importante que te enfoques en tu equilibrio mental, en especial en tu gestión emocional, pues seguramente allí está el origen de tus problemas, y no en un mal funcionamiento de tu organismo.
Por desgracia nuestra educación emocional suele ser una asignatura pendiente cuando llegamos a adultos, lo que con el tiempo nos lleva a sufrir alguna crisis personal derivada de este desconocimiento emocional. Para ello es recomendable ponernos manos a la obra, por ejemplo empezando un proceso terapéutico de crecimiento personal y gestión emocional, el cual nos permitirá recuperar nuestro bienestar.

5. Pon atención en tus necesidades
Como hemos dicho anteriormente, la hipocondría suele ser una señal de unas necesidades no satisfechas. Por este motivo es importante que te centres en ti, y no me refiero a que te centres en escuchar qué le pasa a tu organismo, sino en cuidarte y en hacer actividades que te hagan sentir bien y que disfrutes. Además es importante que tomes un tiempo para estar en contacto contigo mismo, para escuchar tus necesidades. Para ello reserva unos minutos al día, con 10 es suficiente, para estar en silencio y en contacto contigo mismo. Puedes hacerlo utilizando la meditación o ejercicios de relajación que te ayuden a centrarte en el aquí y ahora.

6. Revisa tu historial
Enumera cuantas veces has ido al médico en el último año, quizás te sorprendas al ver el resultado. Revisa los motivos que te llevaron a la consulta, y si finalmente tus mayores temores se acabaron cumpliendo. Si actualmente sientes algún dolor o malestar, el primer pensamiento que debes tener es que no te pasa nada, deja que pasen unos días, sin estar pendiente de ello, a ver como evoluciona. La mayoría de males desaparecen cuando nuestra conciencia está ocupada en otros asuntos.
Si quieres prueba a cambiar tu foco de atención, en vez de tomar conciencia de aquello que no funciona bien, anota todo aquello que sí funciona bien en tu organismo, y verás el resultado de ese cambio de actitud.

7. Practica la relajación
En el momento que sientas que tu mente se acelera con pensamientos catastróficos y obsesivos, mira de tumbarte y practicar ejercicios de respiración, como la respiración abdominal (aquí tienes algunos ejercicios que pueden ayudarte).

Puedes practicar un ejercicio que es el siguiente: visualiza en tu mente un gran cielo azul, e imagina tus pensamientos como nubes que van pasando por él. Procura  no quedarte enganchado a ninguno de ellos, simplemente déjalos marchar. Tampoco los valores ni luches contra ellos, acéptalos y admite el hecho que no puedes controlar aquello que piensas, pero sí la forma como reaccionas ante ello. Prueba también a describir las sensaciones que percibes, pero sin enjuiciarlas, por ejemplo: “noto que mi corazón late deprisa”, en vez de “siento taquicardia, algo no va bien”. Realiza estos ejercicios unos minutos al día, y después sigue con tu rutina habitual.

En resumen, la hipocondría  es una fantasía que crea tu mente para distraerte de aquello que realmente necesitas atender. Como más te centres en tus pensamientos obsesivos, mayor será el miedo y la ansiedad, por este motivo es importante que busques aquello que tu obsesión quiere ocultar. Debes focalizarte en descubrir aquellas necesidades que no han sido atendidas, así como aquellas emociones que quizás has reprimido o no gestionado correctamente y que ahora piden ser escuchadas.

"El hombre que tiene miedo sin peligro inventa el peligro para justificar su miedo" Alain

Leslie Beebe

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