El sufrimiento emocional
El sufrimiento emocional. El principal motivo para acudir a terapia es el sufrimiento. Durante la vida todos pasamos por épocas de dolor derivadas de experiencias desagradables que nos suceden; la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, los conflictos familiares y de pareja… éstas y otras situaciones son susceptibles de generarnos dolor y sufrimiento.
Cuando hago referencia a este tema, me gusta recordar las palabras del filósofo griego Epicteto que decía:
“No nos afecta lo que
nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”.
De estas palabras podemos extraer las siguientes conclusiones:
1. Que cada persona percibimos la realidad de una forma
diferente.
2. Que la importancia, o el grado de relevancia que le
otorgamos a las experiencias que vivimos, dependen de una valoración subjetiva
interna.
3. Que partiendo del tipo de valoración que otorguemos a
nuestras experiencias, resultará un estado emocional u otro.
Una vez dicho esto, ahora es el momento de plantearnos otra
pregunta; ¿Qué aspectos influyen en la
forma como percibimos la realidad?.
Cada uno de nosotros vivimos nuestra propia realidad, la cual deriva de distintos factores como la condición biológica y herencia genética, las experiencias vividas desde nuestra concepción, el entorno familiar y social, la educación recibida, y la cultura en la que nos hemos criado… por mencionar los principales.
Esta diversidad de
factores provoca que cada uno de nosotros percibamos la realidad de una forma
singular y única. Nadie experimenta la vida de la misma forma, ni con la
misma intensidad como lo hacemos nosotros.
Como he comentado, la percepción subjetiva y particular sobre
la realidad es distinta para cada individuo, sin embargo existe un denominador
común, y es que nuestro estado emocional depende de la interrelación de tres
elementos básicos; la conducta, las emociones y los pensamientos. Estos
elementos interactúan entre sí, y son clave
a la hora de configurar nuestra salud emocional.
Por ejemplo, si decido encerrarme en casa y no ver a nadie
(conducta) puedo empezar a sentirme triste y melancólico (emoción), lo que puede resultar en mensajes del tipo; “no me
quiere nadie” (pensamiento).
Aquí podríamos iniciar una discusión sobre qué es primero, y
cual de ellos tiene más peso en nuestro equilibrio emocional; conducta, emoción
o pensamiento. Seguramente si nos remitimos a las diferentes orientaciones
psicoterapéuticas, no encontraremos una
respuesta unánime a esta cuestión. Se asemeja
a la clásica y controvertida pregunta de ¿Qué
fue primero el huevo o la gallina?.
Por mi experiencia terapéutica, me parece interesante el planteamiento
que hace la terapia cognitiva al respecto, la cual argumenta que los
pensamientos son los que tienen una mayor influencia en nuestra salud
emocional.
En mi opinión la explicación para ello es la siguiente; primero, porque la mayoría de pensamientos que dañan nuestra salud emocional se basan en creencias irracionales, que mantenemos sin ningún tipo de autocrítica, aunque sean dañinas para nosotros.
Segundo, porque
el bucle de pensamientos en el que entramos, es el principal sustento a nuestro
sufrimiento emocional. El sufrimiento emocional podría asemejarse a un fuego
que vamos alimentando con la leña de nuestros pensamientos.
Tanto la conducta como la emoción asociadas a una determinada experiencia también tendrán su influencia en nuestra condición emocional. Como hemos visto en el ejemplo anterior, nuestro estado emocional partía de una conducta (la voluntad de quedarse encerrado en casa), sin embargo opino que los pensamientos son los mayores protagonistas a la hora de mantener nuestro sufrimiento en el tiempo, pudiendo así acentuar conductas y emociones.
Se calcula que de media pasan unos 60.000 pensamientos diarios por nuestra mente, un gran porcentaje de ellos son negativos y perjudiciales para nuestro estado emocional. La repetición de estos pensamientos, que se manifiesta a través de nuestro diálogo interno, es una de las principales responsables de nuestro estado emocional.
En general nos tratamos bastante mal, fruto de este tipo de pensamientos. Pensamientos del tipo; "no valgo", "soy inútil", "ellos pueden pero yo no", "soy tonto", "me veo horrible"...generan un estado emocional negativo, afectando nuestra autoestima y nuestra salud emocional. Muchos de estos pensamientos parten de lo que en psicología denominamos como creencias irracionales. Las creencias irracionales nos limitan y nos generan sufrimiento, caracterizándose por lo siguiente:
1. Son exageraciones de la realidad. Son creencias que si
tomamos distancia y las racionalizamos, pierden importancia, pues muchas de
ellas son ilógicas e irracionales.
2. Son perjudiciales para nuestro equilibrio emocional. Se
caracterizan por ser creencias que no ayudan a resolver problemas ni a superar
obstáculos.
3. Producen malestar y sufrimiento emocional en nuestra
persona.
4. Los aceptamos sin ningún tipo de criterio propio, sin plantearnos
si son beneficiosos o tóxicos para nosotros.
Existen multitud de creencias irracionales, las cuales se han
ido acumulando en nuestra mochila emocional a lo largo de nuestra experiencia
de vida. Son creencias que quizás tuvieron su función en el pasado,
protegiéndonos emocionalmente ante lo que percibimos como una agresión, sin embargo en el presente han quedado desfasadas y solo nos conducen a
sentirnos mal.
Algunos ejemplos de estas creencias son los siguientes:
“tengo que hacerlo todo
bien”, “si encuentro la pareja ideal /el trabajo ideal/ soy millonario…
entonces seré feliz”, “la cosas me tienen que ser favorables”, “si quiero
atraer a una pareja tengo que cumplir estos requisitos”, “no puedo equivocarme”, “esforzándome
puedo conseguirlo todo”, “las personas con estudios universitarios son más
inteligentes”, “las cosas nunca me salen bien”, "el amor todo lo puede"...
Paralelamente a este enganche a nuestras creencias irracionales, se ha de añadir una
generalizada y pobre educación emocional. Durante nuestros primeros años de
vida, se dedica mucho tiempo y recursos para enseñarnos los máximos
conocimientos intelectuales, pero se dedican muy pocos esfuerzos a cultivar
nuestra inteligencia emocional. Esta ausencia de conocimientos en el campo
emocional nos pasa factura al llegar a la edad adulta, provocándonos
situaciones de sufrimiento, como es no saber lidiar con nuestras creencias
irracionales.
Afortunadamente, siempre estamos a tiempo de revisar y aprender a gestionar este tipo de creencias. En palabras del psicólogo estadounidense Herbert Gerjuoy:
"Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender"
Para conseguir una mejor gestión emocional, la terapia es una herramienta ideal que nos permitirá ir modificando las lentes a través de las cuales percibimos la realidad. La terapia nos ayudará a conseguir una visión más responsable, realista, y a la vez genuina de nuestras experiencias en el mundo.
Si quieres saber más sobre este tema, puedes leer otro de mis artículos:
Autoconcepto y creencias limitantes
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Leslie Beebe
Terapia Gestalt en Barcelona
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