La Fobia Social
La Fobia social. Un gran número de nosotros tenemos dificultad
a la hora de lidiar con las situaciones sociales. Éstos son momentos en los que
aparece nuestra vergüenza, y podemos sentirnos incómodos al tener que interactuar
con otras personas. Esto no es nada raro, sobre todo si nuestro carácter es de
tipo introvertido, no obstante no representa una limitación importante en
nuestra vida.
Sin embargo cuando hablamos de fobia social, o ansiedad
social, estamos hablando de circunstancias en que esa incomodidad se transforma
en pánico, por tanto la persona que la sufre se siente superada por sus miedos,
y en consecuencia totalmente incapaz de enfrentarse a este tipo de situaciones
sociales.
Circunstancias que a todos nos pueden generar cierto miedo, como
hablar en público o conocer a gente nueva, no son las únicas situaciones que
desatan el pánico en las personas que sufren de ansiedad social, sino que
actividades diarias como comer en público, o pedir un café en un bar pueden
despertar en ellas los miedos más profundos.
La fobia social parte de unos principios fundamentales; el
primero es un pensamiento negativo y desvalorizador que las personas que lo
sufren tienen sobre sí mismas. Estos individuos se sienten inhábiles e inferiores al resto de personas, lo que les incapacita para lidiar con un gran
número de situaciones sociales.
El segundo principio es la proyección que estas personas
hacen de su pensamiento negativo en el resto de individuos; es decir adoptan la
creencia que el resto de personas van a juzgarles negativamente por su
inaptitud, aún sin existir ninguna evidencia de ello.
El tercer aspecto importante en la fobia social es que la
persona que la sufre necesita esconder lo que considera deficiencias o
defectos de sí mismo ante el resto de personas, para que así éstas no se den
cuenta de ello, por ejemplo ocultar al resto que se sienten inseguras o ansiosas.
El cuarto y último aspecto es que la persona que sufre de ansiedad
social está en constante búsqueda de posibles signos externos, mostrados por el entorno, que corroboren su creencia de inferioridad o inaptitud. Es
tanto el deseo de encontrar estos signos, que en la mayoría de ocasiones la
persona acaba interpretando gestos, opiniones o actos de otros individuos como
pruebas fehacientes que su pensamiento negativo es correcto. La persona con
fobia social cree que es el centro de atención del mundo externo, focalizándose
como la causa de los actos o actitudes de otras personas; una atribución causal
errónea.
La persona que sufre de fobia social reacciona ante estos
miedos a través de toda una serie de mecanismos. El primero es la inhibición a
través de sustancias como el alcohol o las drogas, para de estar forma sentirse
más segura a la hora de enfrentarse a aquello que más teme. No hace falta decir
que el abuso de este tipo de sustancias puede generar un problema añadido al de
la fobia social, que es el de la dependencia.
El segundo mecanismo, y el más habitual, suele ser la
evitación de aquellas situaciones generadoras de miedo. Esta evitación puede
hacerse desde mecanismos como la huida, ya sea a través de retrasos,
cancelaciones o invención de excusas. Otro método utilizado en la evitación es hacer
que otras personas se enfrenten a este tipo de situaciones por ellos. Sea cual
sea el mecanismo utilizado para la evitación, la realidad es que esta actitud
acaba llevando a la persona a restringir el número de actividades en su vida,
limitando seriamente su libertad personal y su calidad de vida.
Aunque en un primer momento la evitación o huida de la
situación temida genera un cierto alivio para la persona, la verdad es que al
poco tiempo esta sensación se convierte en sentimientos de frustración, culpa y
rabia, pues la persona se da cuenta que es incapaz de enfrentarse a las
situaciones que más teme. Estos sentimientos de incapacidad perjudican
seriamente los niveles de autoestima y autoconfianza, aumentando la percepción
de inutilidad que la persona siente respecto a si misma. En resumen, los
mecanismos de evitación y huida únicamente conducen a magnificar el problema.
Respecto a los síntomas que presenta la ansiedad social destacamos
los siguientes, según sean físicos, cognitivos o de comportamiento. Estos
síntomas pueden aparecer cuando la persona se encuentra en un acontecimiento
social, o incluso con el simple pensamiento anticipatorio de tener que enfrentarse
a este tipo de situaciones.
En los síntomas físicos aparece taquicardia, sudoración,
aumento del ritmo cardíaco, sensación de ahogo, rubor, náuseas, mareos y
tensión muscular, entre los principales.
En los síntomas cognitivos aparece miedo o sensación de
sentirse humillado o avergonzado, o la idea de ser incapaz de tomar parte en
conversaciones. Otros síntomas asociados pueden ser temor a ser juzgado, miedo
a que los otros noten que uno está ansioso o nervioso, y pensamientos de
inferioridad respecto a uno mismo, entre otros.
En lo que respecta al comportamiento, las actitudes que
suelen aparecer es la evitación del contacto social, más allá del contacto con
aquellos familiares más próximos. Esta actitud suele manifestarse en evitar
situaciones tan habituales como coger el transporte público, ir a las tiendas,
hacer un café con amigos o realizar actividades en grupo. Esta actitud de
evitación genera una limitación muy importante en la vida de la persona.
Si sientes que tus miedos te limitan cada vez más en tu vida diaria,
sería aconsejable que consultases con tu médico para que pueda realizar el
diagnóstico correspondiente. Para el tratamiento de la fobia social es muy
aconsejable la terapia, y en ocasiones puede ser necesario algún tratamiento
farmacológico que la acompañe. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) es un tipo de antidepresivo que suele ser prescrito en estos
casos, aunque será el profesional médico quién lo prescriba si lo estima
oportuno.
El origen de la fobia social es diferente según cada
individuo, no obstante es común encontrar traumas del pasado, normalmente
procedentes de la adolescencia por algún episodio en que la persona se sintió
rechazada por el grupo. También es posible que su origen se encuentre en
situaciones traumáticas anteriores, vividas en la infancia y que pueden estar
relacionadas con el tipo de apego vivido con los progenitores.
La terapia permite revisar y entender el origen de estos
miedos, para de esta forma adoptar una serie de estrategias diferentes y más
saludables, las cuales nos permitirán gestionar de forma favorable las
situaciones generadoras de miedo.
A continuación te voy a dar unas pautas breves sobre como
lidiar con estos miedos. Únicamente son recomendaciones, por lo que en ningún
caso sustituyen el diagnóstico médico, ni la terapia necesaria en este tipo de
casos.
1. Plantéate la pregunta de: ¿Qué harías si tu miedo no
te limitase?. Ante situaciones susceptibles de generarnos miedo es
importante fijarse grandes retos. Es importante cambiar nuestro punto de vista,
tomando las situaciones del día a día que nos generan ansiedad, como pruebas a
superar que nos permitirán conseguir aquello que realmente deseo en mi vida. El
objetivo es convertir estas situaciones que nos bloquean, en medios de
aprendizaje, para así hacerlo mejor en un futuro y poder alcanzar nuestra meta.
Por ejemplo un gran reto podría ser terminar esos estudios
que tanto deseo. En esta línea date cuenta cuáles son los obstáculos que te
impiden conseguir tu objetivo; ¿tienen que ver con un obstáculo físico, con
otras personas o únicamente con limitaciones que tú mismo te pones?. A
partir de aquí puedes hacerte preguntas del siguiente tipo:
¿Qué es lo peor que
puede pasarme si al final no consigo lo que quiero?, ¿Qué elementos de la
realidad me confirman mis pensamientos negativos?, ¿Cómo creo que voy a
sentirme posteriormente, si no actúo o bien pospongo el pasar a la acción?.
2. Es importante tener claro que el miedo únicamente se
elimina una vez nos enfrentamos a él, nunca desde la evitación. La evitación
solo nos sirve para posponer y acabar haciendo más evidente nuestra incapacidad
de poder enfrentarnos a aquello que nos da miedo, aumentando la sensación de
miedo al miedo.
3. Debemos desligar los pensamientos que tenemos de nuestra
persona de lo que sucede en la realidad. Es muy importante poner en duda la
certeza de nuestros pensamientos. Por ejemplo es normal que si empezamos un
camino de aprendizaje nos equivoquemos, eso no significa que seamos menos aptos
o hábiles para desempeñar dicho trabajo, pues solo desde el error podemos ganar
experiencia y conocimiento. Date cuenta que tú no eres tus pensamientos, sino
un simple observador de ellos, y por tanto no te definen como persona.
Por lo que respecta a las interpretaciones que tú haces sobre
los gestos o actitudes de otras personas, permite equivocarte. No creas que
todo lo que piensas es correcto, pues en la mayoría de ocasiones no es así,
únicamente es tu fantasía quien te está hablando. Pregúntate; ¿Me están
rechazando los otros, o ya me estoy rechazando yo previamente?, ¿Qué pruebas
reales y explícitas tengo que esas actitudes/gestos de la persona se dirigen hacia
mí?.
4. No debemos aspirar a la perfección, en ese sentido es
importante entender que el resto de personas no están pendientes de nosotros,
somos nosotros quien nos situamos en el centro de atención y creemos que ellos
van a estar observando nuestro comportamiento y nuestras reacciones, cuando
realmente no es así. Plantéate que tú no eres tan importante.
Por este motivo aléjate de tus ideales de perfección, como
que no puedes mostrarte ansioso o nervioso ante los demás. Te darás cuenta que
si eres capaz de abrir y expresar tus miedos a otras personas, éstos
desaparecerán al ser descubiertos.
Si quieres conocer más sobre los trastornos de ansiedad, aquí
te dejo otros artículos sobre el tema:
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el equilibrio emocional y el bienestar en tu vida en el menor tiempo posible.
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Leslie Beebe
Tel. 645 368 714
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